Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

21 may 2014

¡Otro maldito artículo sobre Cañete!................................................ Justo Serna

La otra noche escuché parte de la intervención de don Miguel Arias Cañete en una población gallega en la que estaba dando un mitin
. Le había precedido en el uso de la palabra una candidata o una dirigente local, no sé: o ambas cosas a la vez.

CaneteEl caso es que don Miguel comenzó alabando el papel que en política desempeñan las mujeres excepcionales. Puso como ejemplo a la señora que había parlamentado minutos antes.

 E insistió en que él se siente muy a gusto y satisfecho trabajando con mujeres excepcionales como fulanita de tal. Perdonen mi ignorancia pero no me apetece buscar el nombre de la dama.

La fórmula "mujeres excepcionales", alabar a las chicas, a ciertas chicas que conoces como tales, no te libra del machismo.

 Sin embargo, parece que el listo del señor Arias desconoce la lógica y la retórica. Pongamos ejemplos que me son cercanos y utilicemos sus fórmulas.

Entre los negros hay negros excepcionales, entre los judíos hay judíos excepcionales, entre los valencianos hay valencianos excepcionales..., admitir eso no niega lo fundamental: que hay negros, judíos o valencianos que no lo son. ¿Qué se hace con ellos? ¿Los soportamos estoicamente? ¿Consentimos que ocupen puestos de trabajo y lugar en la sociedad a pesar de que no son excepcionales?

El varón blanco como Arias Cañete se juzga superior.

 Es decir, por lo que parece, él tiene un fiel medidor para evaluar el estado, la superioridad e, imaginamos, la inteligencia de sus rivales o de sus colaboradores.
 Viéndolo, nadie lo diría. Cuando habla en debates como el de días atrás farfulla, esquiva la mirada del adversario (o adversaria) seguramente por la coquetería de quitarse las gafas, puede lanzar balines de saliva pastosa, maneja con torpeza un bolígrafo y para más inri muestra unas notas manuscritas que deberían haber quedado reservadas. Muy listo no parece. ¿Es acaso excepcional? Veamos.

Pongamos un ejemplo que me es muy cercano

. Yo soy un valenciano normal. ¿Estoy contento por ser tal cosa? El lugar de nacimiento no es algo que me entusiasme si no va a asociado a valores emocionales y positivos, pero en mi pueblo o mi ciudad también hay cosas de las que avergonzarme. 
Yo me avergüenzo con cierta frecuencia de mi condición de valenciano: aquí tenemos ejemplos de depredadores que bien podrían figurar en la Historia Universal de la Infamia, de Jorge Luis Borges. Por tanto, cuando digo que soy valenciano o varón he de admitir que hay cosas de los valencianos y de los varones que no me gustan nada.

He dicho que soy normal.

 Eso significa que soy una persona equivalente a otras. Tengo los mismos derechos y también tengo vicios de los que a veces me gustaría quitarme.
 Tengo costumbres y también virtudes de las que legítimamente me enorgullezco y que en ocasiones son una carga.

Lo normal es, pues, algo digno, no indigno. ¿Qué pasa? ¿Que yo no soy excepcional? Pues qué le voy a hacer. Me conformaré con mis habilidades y me habituaré a mis vicios.

 Al final, por mucho que me depure, acabaré muriendo.

Si soy un varón normal y encima valenciano, ¿qué trato me dispensaría el señor Cañete en una hipotética contienda electoral? ¿Me trataría como a un igual por ser un hombre? Pero si soy un hombre de escasas o muy medianas cualidades, ¿entonces qué haría conmigo? ¿Abusaría intelectualmente de mí por no temer ser tachado de machista?

 ¿Me dejaría ganar por inspirarle pena o piedad al ser normal y valenciano?

Estoy considerando seriamente la posibilidad de cambiar. 

Hacerme mujer y normal. Jamás estaré en un ministerio o negociado que él administre, pero no porque yo no quiera (que también), sino porque él no me querrá.
 Sólo admite hombres normales, siempre superiores, y mujeres excepcionales
. Excepcionales a pesar de ser mujeres.

Aquí no hay quien viva con la lógica de Miguel Arias Cañete.

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