Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

6 may 2014

Los mejores desnudos femeninos de la historia del arte

De Botticelli a Juergen Teller, los ejemplos más revolucionarios del campo de batalla definitivo del arte: el cuerpo de una mujer

 

Desde la Venus paleolítica hasta Miley Cyrus, el cuerpo de la mujer viene siendo utilizado como un gran campo de batalla cultural. En la representación del desnudo femenino se juega la partida sobre lo permitido y lo prohibido, lo deseable y lo abominable, el poder, la culpa, lo divino o la libertad. “En el arte occidental el principal protagonista nunca aparece en el cuadro. Ese protagonista es el espectador de la pintura, es un hombre y todo va dirigido a él. En función suya las figuras han asumido su desnudez”, nos recuerda John Berger en su ensayo Modos de ver.
Ya sea en la deslumbrante Venus de Urbino, pasando por la sensualidad de la Odalisca de Ingres, la franqueza de la Olympia de Manet, o los contraataques de las Guerrilla Girls, el desnudo femenino ha inspirado, embelesado y enrabietado según con quién se encontrara en frente. En Icon te proponemos 10 ejemplos de este juego de definiciones y redefiniciones.

Francisco de Goya – La maja desnuda (1795 y 1800)

Con la maja de Goya pasó algo muy parecido a que le pasa ahora a la industria musical con el twerking. Se llamaban majas a las mujeres de las clases populares madrileñas que en el siglo XVIII alardeaban de una cierta libertad de costumbres y que además se movían y hablaban con un particular desparpajo y chulería. Este estereotipo se puso de moda entre las mujeres de la clase alta madrileña que también quisieron ser, o más bien jugar a ser, majas. Tanto que algunos piensan que Goya representó desnuda a una mujer disfrazada. Quizá la duquesa de Alba o quizá la amante de Godoy, que fue quién compró el cuadro.

Pablo Picasso – Desnudo, hojas verdes y busto (1932)

Picasso representa a su amante, Marie-Thérèse Walter, como una nube violácea. Como una constelación de curvas encerrada en este cuadro estático: como parte de la naturaleza. Más aún, es reducida al estatus de un objeto más en el escenario de una naturaleza muerta. Un objeto para el disfrute del hombre, del artista. Picasso, el bestial minotauro, puso su propia sexualidad en cada uno de los pigmentos de este cuadro.

Hannah Wilke – S.O.S. Starification Object Series (Back) (1974)

Wilke se exhibe a sí misma hecha un “objeto estrellificado”, un cuerpo marcado por el estigma del voyerismo. Bajo su piel parecen brotar pequeñas y oníricas vaginas, como una reacción alérgica a la mirada de los demás. Esta perspectiva feminista da la vuelta a la tradición antigua del desnudo en el arte como una suerte de embudo invertido, un desde-adentro-para-fuera que expulsa el dolor que produce sentirse permanentemente observada.

Manet – L'Olympia (1863)

Cuando esta obra se empezó a exponer en su época, tuvieron que instalar dos guardias jurados a cada lado para protegerla y evitar que fuera asaltada. Manet pintó a una prostituta según él las veía en las postales pornográficas que hacían publicidad de los burdeles franceses a mitad del siglo XIX. La academia le reprochaba lo mismo que hacia años, cuando el Almuerzo campestre: ignorancia de la técnica y vulgaridad inconcebible. Esta Venus naturalista y de vientre amarillo no representa el cuerpo clásico, su mirada es fría yprovocadora. Está esperando a su cliente y durante la espera muestra su cuerpo, henchida, orgullosa.

Tiziano – Venus de Urbino (1536-38)

Tiziano es para muchos el gran maestro del desnudo femenino. Su deslumbrante Venus es una amante alejada ya del ideal neoplatónico y virginal. Toda su belleza permanece aún recostada de un modo dulce pero su mirada cómplice y vanidosa se dirige al espectador, que la observa en su lujosa y elegante habitación veneciana. Probablemente las mismas instancias del matrimonio de aristócratas a quién se regalaban este tipo de cuadros para que ayudaran a nacer a criaturas sanas, bellas y fuertes.

Juergen Teller – Vivienne Westwood (2013)

El alemán Juergen Teller fotografió en 2009 a Vivienne Westwood desnuda sobre un sofá tapizado al estilo Versalles y unos cojines satinados naranjas. La diseñadora tenía 68 años. Y los suyos fueron, según el crítico Alastair Sooke, “los desnudos más creativos e ingeniosos que se han creado en años”.
Mario (Tonsoffun) Rimati / Demot (Cordon Press)

Praxíteles – Venus Capitolina (copia de la original del s. IV a.C.)

Praxíteles creó las primeras figuras femeninas desnudas a tamaño natural. En una de sus muchas obras maestras, que se conservan a través de copias romanas posteriores, retrata a la diosa Venus desnuda en una postura que los antiguos griegos consideraban profundamente provocativa. Tanto que más de un griego, envalentonado después de las fiestas dionisiacas, intentó copular con la estatua.
En esta versión alternativa, Praxiteles le da a la Venus una postura más decorosa. Aún desnuda, se intenta tapar pudorosamente, en una llamada de atención ante la sexualidad y sus peligros.

Botticelli – El nacimiento de Venus (1484)

Botticelli recuperó a la diosa del amor en el primer Renacimiento, retratándola de un modo refinado y armonioso a la manera de las primeras figuras de Praxiteles. No quería excitar, no apelaba a la sensualidad moderna, sino a la sabiduría antigua. Según Platón y sus seguidores, la contemplación de la belleza física puede transportar a la mente hacia la verdad divina. Lo bello y lo bueno. La Venus de Botticelli no es un objeto sexual. Es una maestra de la iluminación espiritual. La suya es una belleza que cura al mundo.

Velázquez – La Venus de espejo (1647-51)

En 1914 una sufragista británica acuchilló con saña este lienzo de Velazquez al considerarlo otra muestra del sometimiento de la mujer en el arte. Pero aquí no se trata ya de un modelo arquetípico de belleza. Estamos en el Barroco y Velázquez va más allá de la representación mitológica. Se deforman los cánones de hermosura, fealdad, gracia o torpeza. Esta Venus está de espaldas y se mira en un espejo que refleja una imagen desproporcionada, difumina la silueta de su rostro y lo reduce a unas cuantas manchas.

Ingres – La gran odalisca (1814)

Tan insinuante desnudo está dedicado a los ojos de un sultán imaginario. El perfume de fantasía orientalista se lanza sobre el espectador iniciando el gusto del Romanticismo por los placeres sensuales y exóticos. Ingres hace su Odalisca de una voluptuosidad casi surrealista, de pronunciado escorzo y con la luz dorada de un idealizado harén.

Guerrilla Girls – Do women have to be naked to get into the Met Museum? (1989)

Las Guerrilla Girls colocan una cabeza de mono a uno de los mayores ejemplos de cosificación femenina en el arte, la Odalisca de Ingres, ¿Tienen que estar las mujeres desnudas para entrar al Metropolitan Museum de Nueva York?, se preguntaba este colectivo feminista en los años ochentena aludiendo a que menos del 5% de los artistas contemporáneos en ese museo son mujeres, mientras que el 85% de los desnudos son femeninos.

Egon Schiele – Desnudo femenino 1910

Schiele estaba obsesionado por el cuerpo desnudo y lo dibujó hasta la saciedad y desde todos los ángulos posibles. Mientras que las mujeres de su mentor, Gustav Klimt, son atractivas aún hoy en día –elegantes, jóvenes sanas y sensuales– las de su pupilo son cuerpos dislocados y contraídos, figuras casi enfermizas. Era la Viena de principios del siglo XX, Freud acababa de subir la persiana de subconsciente y los artistas modernos buceaban por las cavidades del hombre. Schiele arremete contra el pudor burgués, afronta directamente la sexualidad pintando el vello púbico y explora todas las posibilidades de la expresión corporal, más allá del canon clásico de belleza.

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