La ex secretaria de Estado presenta su libro, que se publica el 10 junio, como “un viaje personal, literal”
La demócrata medita si presenta a las elecciones de 2016.
Hillary Clinton detesta a la prensa, la acepta con la resignación a
que le obligaban sus cargos anteriores, pero siempre recela de ella.
Quizá por eso, cuando a la ex secretaria de Estado y posible contendiente en la carrera por la Casa Blanca en 2016, en un acto de democratización no vinculante, un grupo de internautas le ofreció varios títulos para su nuevo libro, su favorito fue el siguiente y la traducción podría quedar tal que así: Crónicas de una diadema. 112 países y lo importante sigue siendo mi peinado.
Que se hable del pelo, del bolso o de si la exsenadora demócrata prefiere el traje pantalón a la chaqueta y falda es en gran medida responsabilidad de la prensa, de los medios de comunicación que siguen considerando noticia si Hillary Clinton ha empleado 15 minutos –o no- con la plancha del pelo y si el embarazo de su hija, y por tanto su nuevo cargo como abuela, harían de ella una presidenta menos efectiva en el caso de conquistar la Casa Blanca, o si incluso esa gestación le hará considerar la posibilidad de no ser candidata (¿?).
Cierto es que la animadversión que Clinton tiene hacia la prensa se remonta a largo tiempo atrás, cuando su vida privada quedó expuesta a cualquiera que quisiera tener una opinión sobre ella y su matrimonio tras el escándalo que llevó a que su marido, el entonces presidente Bill Clinton, fuera el único mandatario estadounidense del siglo XX en sufrir un impeachment.
En unos días, el nombre de Hillary, así, sin apellido ni cargo, volverá a estar en boca de todos –algo que nunca sucede cuando se trata de un hombre, nadie habla de Barack o Marco (Rubio), por poner un ejemplo-.
Ya lo está, incluso cuando la exprimera dama no dice nada o no tiene nada que decir.
Pero el próximo día 10 de junio, Hillary Clinton estrena libro, y no, no lleva un título relativo a adornos de pelo.
Clinton ha estado trabajando en los últimos años en sus memorias sobre su etapa en Foggy Bottom al frente del Departamento de Estado.
El nombre con el que ha bautizado su obra es Hard Choices (Decisiones Difíciles) y sorprendentemente coincide con el título dado a un libro por otro secretario de Estado, Cyrus Vance, durante la Administración Carter.
“Todos nosotros enfrentamos decisiones difíciles en nuestras vidas”, explica Clinton.
“De eso trata la vida, de tomar esas decisiones, y la manera en que las tomamos hacen de nosotros las personas que somos”, filosofa la política demócrata
. La exsecretaria de Estado relata en sus memorias que los años al frente de la diplomacia de EE UU fueron para ella “un viaje personal, literal”, ya que acabó visitando 112 naciones y acumulando más de un millón de kilómetros en viajes por el mundo.
“Durante décadas, he servido a mí país de una u otra manera”, relata Clinton para proseguir diciendo que, sin embargo, sus años como secretaria de Estado le han hecho consciente aún más de algo que ya sabía, la gran fortaleza de Estados Unidos como nación.
Clinton sabe mucho de decisiones difíciles. Hay quien tildaría algunas de ellas de meramente inconvenientes, como por ejemplo no divorciarse de Bill Clinton tras el escándalo Lewinsky y utilizar así el apellido para ascender en la escala del poder político.
En pocos meses deberá de someterse a otra. Ser aspirante o no a la Casa Blanca
. Y aguantar entonces el chaparrón sobre estilismo que tiene asegurado.
Quizá por eso, cuando a la ex secretaria de Estado y posible contendiente en la carrera por la Casa Blanca en 2016, en un acto de democratización no vinculante, un grupo de internautas le ofreció varios títulos para su nuevo libro, su favorito fue el siguiente y la traducción podría quedar tal que así: Crónicas de una diadema. 112 países y lo importante sigue siendo mi peinado.
Que se hable del pelo, del bolso o de si la exsenadora demócrata prefiere el traje pantalón a la chaqueta y falda es en gran medida responsabilidad de la prensa, de los medios de comunicación que siguen considerando noticia si Hillary Clinton ha empleado 15 minutos –o no- con la plancha del pelo y si el embarazo de su hija, y por tanto su nuevo cargo como abuela, harían de ella una presidenta menos efectiva en el caso de conquistar la Casa Blanca, o si incluso esa gestación le hará considerar la posibilidad de no ser candidata (¿?).
Cierto es que la animadversión que Clinton tiene hacia la prensa se remonta a largo tiempo atrás, cuando su vida privada quedó expuesta a cualquiera que quisiera tener una opinión sobre ella y su matrimonio tras el escándalo que llevó a que su marido, el entonces presidente Bill Clinton, fuera el único mandatario estadounidense del siglo XX en sufrir un impeachment.
En unos días, el nombre de Hillary, así, sin apellido ni cargo, volverá a estar en boca de todos –algo que nunca sucede cuando se trata de un hombre, nadie habla de Barack o Marco (Rubio), por poner un ejemplo-.
Ya lo está, incluso cuando la exprimera dama no dice nada o no tiene nada que decir.
Pero el próximo día 10 de junio, Hillary Clinton estrena libro, y no, no lleva un título relativo a adornos de pelo.
Clinton ha estado trabajando en los últimos años en sus memorias sobre su etapa en Foggy Bottom al frente del Departamento de Estado.
El nombre con el que ha bautizado su obra es Hard Choices (Decisiones Difíciles) y sorprendentemente coincide con el título dado a un libro por otro secretario de Estado, Cyrus Vance, durante la Administración Carter.
“Todos nosotros enfrentamos decisiones difíciles en nuestras vidas”, explica Clinton.
“De eso trata la vida, de tomar esas decisiones, y la manera en que las tomamos hacen de nosotros las personas que somos”, filosofa la política demócrata
. La exsecretaria de Estado relata en sus memorias que los años al frente de la diplomacia de EE UU fueron para ella “un viaje personal, literal”, ya que acabó visitando 112 naciones y acumulando más de un millón de kilómetros en viajes por el mundo.
“Durante décadas, he servido a mí país de una u otra manera”, relata Clinton para proseguir diciendo que, sin embargo, sus años como secretaria de Estado le han hecho consciente aún más de algo que ya sabía, la gran fortaleza de Estados Unidos como nación.
Clinton sabe mucho de decisiones difíciles. Hay quien tildaría algunas de ellas de meramente inconvenientes, como por ejemplo no divorciarse de Bill Clinton tras el escándalo Lewinsky y utilizar así el apellido para ascender en la escala del poder político.
En pocos meses deberá de someterse a otra. Ser aspirante o no a la Casa Blanca
. Y aguantar entonces el chaparrón sobre estilismo que tiene asegurado.
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