La respuesta es a la pregunta que titula este artículo es "no".
Pero, obviando el hecho de que doce palabras no pueden considerarse un reportaje, lo cierto es que, como cualquier ley universal, la regla que predica que los vaqueros son una prenda sin edad tiene sus excepciones.
O, como gustan repetir los invitados al polígrafo de Sálvame, admite matizaciones.
Los vaqueros son esa pieza universal que lucen desde el príncipe George de Inglaterra (1 año) hasta sir Ian McKellen (74 años).
Habitantes omnipresentes de cualquier armario, han sido definidos como la prenda más democrática del mundo
. Lo que, desgraciadamente, no significa que sienten igual de bien a todo el que se los enfunde. Encontrar el vaquero perfecto es complicado, aunque se tenga un cuerpo como el de David Beckham. Y según pasan los años, la cosa no se vuelve más fácil
. En ese campo, la experiencia no es un grado. Caer en errores de principiante resulta común incluso entre estrellas y sex symbols.
Aquí va una recopilación de los fallos más recurrentes entre los seniors.
- Más grande no es mejor. Toda la juventud envidiando las patas finas de Joe Ramone y cómo le quedan los pitillos, para llegar a los 70 y empezar a comprarse dos tallas extra con el objetivo mal disimulado de enmascarar las canillas que empiezan a parecernos demasiado flacas
. Muchos hombres creen que a mayor amplitud, mayor comodidad, pero volver a la época infantil, esa en que las madres compraban la ropa una talla más grande en previsión de un inminente crecimiento, no ha lugar.
Ser capaz de quitarse el vaquero sin necesidad de desabrocharlo no es un valor positivo. De verdad.
- Cuando yo era joven. Lo habrá observado incluso en usted mismo.
Cuando muchos hombres toman la decisión de “vestirse un poco modernos” –para un concierto, una noche de copas…– tienden a recurrir casi inconscientemente a la misma estética que era considerada avant garde en su juventud, aunque haya pasado medio siglo desde entonces.
Jefes entrados en la cincuentena que se enfundan la cazadora vaquera y sexagenarios que desempolvan los pantalones ligeramente nevados
. La buena noticia es que si se mantienen fieles a esta corriente –del rockabilly a los ochenta más recalcitrantes– llegará un momento (incluso dos o tres) en el que vuelva a estar de moda.
Atreverse a probar lo nuevo nunca está de más. Tampoco mantenerse fiel a un estilo. La diferencia entre hacerlo intencionadamente y hacerlo porque se desconocen otras opciones es, como el caso del hipster y el judío ortodoxo, cuestión de actitud.
- Tirar la toalla. En esta vida uno nunca puede declararse fuera del mercado y, aunque esté felizmente casado, eso no le da permiso para enterrar todo resquicio de coquetería.
Puede que su estado de forma no sea el mismo que en la treintena y que los Levi’s 501 ya no le sienten como las fotos le recuerdan que una vez lo hicieron, pero hoy hay una oferta infinitamente más grande de tejidos, cortes, altos, largos.
Es una cuestión de prueba y acierto, como el Sudoku.
- Los complementos demodé. A cierta edad, uno se gana el derecho de hacer lo que le dé la gana y, por ende, de vestir como considere
. Pero hay ciertas normas que se aplican en cualquier momento vital.
Los vaqueros con zapatos castellanos no tienen ninguna justificación.
Igual que resulta difícil sostener un uso irónico de las chanclas con calcetines pasados los cincuenta.
Pero, obviando el hecho de que doce palabras no pueden considerarse un reportaje, lo cierto es que, como cualquier ley universal, la regla que predica que los vaqueros son una prenda sin edad tiene sus excepciones.
O, como gustan repetir los invitados al polígrafo de Sálvame, admite matizaciones.
Los vaqueros son esa pieza universal que lucen desde el príncipe George de Inglaterra (1 año) hasta sir Ian McKellen (74 años).
Habitantes omnipresentes de cualquier armario, han sido definidos como la prenda más democrática del mundo
. Lo que, desgraciadamente, no significa que sienten igual de bien a todo el que se los enfunde. Encontrar el vaquero perfecto es complicado, aunque se tenga un cuerpo como el de David Beckham. Y según pasan los años, la cosa no se vuelve más fácil
. En ese campo, la experiencia no es un grado. Caer en errores de principiante resulta común incluso entre estrellas y sex symbols.
Aquí va una recopilación de los fallos más recurrentes entre los seniors.
- Más grande no es mejor. Toda la juventud envidiando las patas finas de Joe Ramone y cómo le quedan los pitillos, para llegar a los 70 y empezar a comprarse dos tallas extra con el objetivo mal disimulado de enmascarar las canillas que empiezan a parecernos demasiado flacas
. Muchos hombres creen que a mayor amplitud, mayor comodidad, pero volver a la época infantil, esa en que las madres compraban la ropa una talla más grande en previsión de un inminente crecimiento, no ha lugar.
Ser capaz de quitarse el vaquero sin necesidad de desabrocharlo no es un valor positivo. De verdad.
- Cuando yo era joven. Lo habrá observado incluso en usted mismo.
Cuando muchos hombres toman la decisión de “vestirse un poco modernos” –para un concierto, una noche de copas…– tienden a recurrir casi inconscientemente a la misma estética que era considerada avant garde en su juventud, aunque haya pasado medio siglo desde entonces.
Jefes entrados en la cincuentena que se enfundan la cazadora vaquera y sexagenarios que desempolvan los pantalones ligeramente nevados
. La buena noticia es que si se mantienen fieles a esta corriente –del rockabilly a los ochenta más recalcitrantes– llegará un momento (incluso dos o tres) en el que vuelva a estar de moda.
Atreverse a probar lo nuevo nunca está de más. Tampoco mantenerse fiel a un estilo. La diferencia entre hacerlo intencionadamente y hacerlo porque se desconocen otras opciones es, como el caso del hipster y el judío ortodoxo, cuestión de actitud.
- Tirar la toalla. En esta vida uno nunca puede declararse fuera del mercado y, aunque esté felizmente casado, eso no le da permiso para enterrar todo resquicio de coquetería.
Puede que su estado de forma no sea el mismo que en la treintena y que los Levi’s 501 ya no le sienten como las fotos le recuerdan que una vez lo hicieron, pero hoy hay una oferta infinitamente más grande de tejidos, cortes, altos, largos.
Es una cuestión de prueba y acierto, como el Sudoku.
- Los complementos demodé. A cierta edad, uno se gana el derecho de hacer lo que le dé la gana y, por ende, de vestir como considere
. Pero hay ciertas normas que se aplican en cualquier momento vital.
Los vaqueros con zapatos castellanos no tienen ninguna justificación.
Igual que resulta difícil sostener un uso irónico de las chanclas con calcetines pasados los cincuenta.
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