Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

13 abr 2014

Aventura, mujeres, volar y matar

La historiadora alemana Stefanie Schüler-Springorum analiza en un libro con nuevas fuentes la vida de los pilotos de la Legión Cóndor en la Guerra Civil.

 

Miembros de la legión Cóndor desfilan ante Hitler tras la campaña realizada en España. / hugo jaeger (time & life pictures / getty image)

“Hacia la hermosa España, allí nos dirigimos; las chicas lo anhelan (...). Bajo la luz de la luna, en oscuras callejuelas, conocerás el amor”
. La estrofa, de una cancioncilla publicada en una de las revistas para la tropa de la Legión Cóndor, da la medida del sorprendente aura de aventura exótica que rodeaba la misión del contingente brindado por Hitler a Franco para ayudarle en la Guerra Civil.
 Mucho se ha escrito de esa fuerza, especialmente aérea, sobre todo en relación con la ensangrentada palabra que la ha etiquetado en la memoria colectiva: Gernika
. Ahora, en un libro apasionante, pleno de novedades, revelaciones y sugerencias, La guerra como aventura. La Legión Cóndor en la Guerra Civil española 1936-1939 (Alianza, 2014), la historiadora alemana Stefanie Schüler-Springorum se adentra en los entresijos de la unidad y en la mentalidad de sus integrantes para ofrecer un tan fascinante como documentadísimo retrato desde dentro de ese instrumento brutal y esencial de nuestra guerra.
“Los testimonios muestran que para muchos miembros de la Cóndor el viaje a España era una forma de turismo bélico en una tierra exótica y soleada, con cámara de fotos incluida y búsqueda de souvenirs”, señala la historiadora en un bar de Barcelona.
Los aviadores “eran jóvenes nazis de pura cepa, la élite de la nueva Alemania, con una sensación muy profunda de ser superiores”.
 En puridad no eran voluntarios, recalca, sino que se los seleccionaba para una misión secreta y se les preguntaba si querían participar o no. Eran las ganas de aventura, las perspectivas de ascensos y la buena paga —Schüler-Springorum explica cómo la mayoría al regresar, bronceados y orgullosos, se compraban un coche y se casaban— lo decisivo para alistarse en la Cóndor.
La “inaccesibilidad” de las españolas obligó a abrir burdeles alemanes
Sobre el terreno, vivían como privilegiados una cierta dolce vita en un país devastado y hambriento. Aunque muchos expresaban sus quejas por el “maldito aceite de oliva”, la comida no escaseaba (ni la bebida) y se les procuraba acogedores nidos, desde buenos hoteles al tren-vivienda de la tercera escuadrilla de cazas cuyas comodidades cantó el célebre Adolf Galland
. Todo ello no impidió que el jefe de la Legión Cóndor, el altanero Wolfram Von Richthofen, pese a desayunar langosta y cava, esencializase:
“La vida, el entorno, la comida, la gente, el país: todo repugnante”.
Los pilotos iban a cazar al campo, celebraban fiestas, se aburrían y sorprendían con sus maneras y atuendos, como cuando al pasear por Cáceres, relataba un aviador, “las chicas apartaban la mirada avergonzadas pensando que nuestros pantalones cortos blancos eran calzoncillos”.
En Alemania desde 1945 la unidad tuvo peor fama que el resto de la Luftwaffe
En general, cuando no ametrallaban o bombardeaban, trataban de causar buena impresión, aunque se mostraban distantes y no ayudaba el que a menudo marcharan por las ciudades al paso de la oca. Su arrogancia, apunta la historiadora, asqueaba no solo a los republicanos, sino a muchos de sus propios aliados.
 Tenían una curiosa —vistas sus actividades— sensibilidad hacia el maltrato de los animales y consideraban espectáculo cruel las corridas de toros.
 Sentían una aversión grande por la influencia de la iglesia católica y las “demasiadas misas”. El atraso, los latifundios y la miseria que vieron llevaron a algunos, por razones de modernidad nacionalsocialista y de manera más bien irreflexiva, a considerar que luchaban en el bando equivocado.
Schüler-Springorum dedica un espacio a abordar las relaciones sentimentales y las efusiones sexuales de los miembros de la Cóndor.
 Llegaban con muchas expectativas de chicas de miradas ardientes “endiabladamente hermosas”, pero se encontraban con la “inaccesibilidad de las españolas”.
Había que tirar finalmente de profesionales y se llegó a abrir “burdeles alemanes” a disposición exclusiva de los pájaros de la Cóndor.
La relación con los aliados era compleja. Los veían a todos por encima del hombro. Criticaban la impuntualidad de los españoles, que, se desesperaban, “siempre llegan tarde a la batalla”, su “inefectividad” y su “desorden”.
 Con los italianos había una completa falta de camaradería.
 De las tropas moras admiraban su valor y les encantaba su aspecto extravagante, que les sugería la lectura de las novelas de Karl May.
Los pilotos alemanes se consideraban la repanocha, a lo que colaboraba el que sufriera menos estrés que sus rivales gracias a la rotación y los largos descansos y su ventaja tecnológica, que les dio la superioridad aérea desde 1937 (en las fases en que no disfrutaron de esta, por ejemplo antes de disponer de los Messerschmitts Bf 109, tuvieron un verdadero shock: ya no era una aventura tan estupenda si el enemigo también te cazaba a ti). Tuvieron unos 300 muertos (bastantes, sugiere la estudiosa, en accidentes por conducir coches o motocicletas borrachos).
 Entre ellos, la tripulación de un bombardero que se estrelló en la sierra de Gredos y a la que se comieron los lobos.
Schüler-Springorum es muy desmitificadora. La Cóndor tenía una razón de ser muy práctica: debía servir no solo para experimentar y poner a punto la Luftwaffe (y conseguirle 20.000 soldados con experiencia de combate) sino para asegurarles a los nazis los minerales estratégicos españoles. Además, al acabar la guerra, Hitler le pasó a Franco una factura por la Cóndor de aúpa.
Los miembros de la Cóndor regresaron a casa muy felices; al cabo fue la única guerra que ganaron los alemanes en todo el siglo.
Pero en el 39 el país estaba ya más por el clima prebélico que posbélico. La mayor parte de los aviadores de la unidad que volvieron cayeron en la II Guerra Mundial (el 80%) y los que sobrevivieron se encontraron con la sorpresa de que en la posguerra estaba mal visto haber volado en España y la Cóndor era “mal afamada”, como si no fuera lo mismo que la Luftwaffe. Gernika daba mala fama. Les costaba entenderlo porque a los de la Cóndor nunca les pareció que hubieran hecho allí algo especial: poblaciones civiles las bombardeaban en todas partes.
 Es verdad que lanzar bombas sobre las casas del País Vasco, destaca la historiadora, tenía su interés, porque las construcciones se parecían más a las de Polonia...
En la RDA se dio una persecución especial de los ex-Cóndor en parte porque algunos miembros de la Stasi eran excomunistas de la guerra de España.
 En la RFA varios aviadores vieron perjudicadas sus carreras en la OTAN porque estar asociado a Gernika parecía poco europeísta.

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