Pros y contras de ser 'la otra'
Antonio Alcántara le ha sido infiel a su 'milano' y, desde
entonces, España está conmocionada. Claro, todos entienden que Ariadna
Gil era una gran tentación pero, sin desmerecer a Inmanol Arias, pocos
se han planteado qué es lo que lleva a una mujer a enredarse con un
hombre casado. 'Ser la otra' no es ni mucho menos algo que solo pase en
la ficción, y es que ya se sabe "prohibir es despertar el deseo".
Una escena de la serie española 'Cuéntame como pasó'
Quizás cuando lo conociste no sabías que tenía pareja. O ya te gustaba tanto que pensaste que te daba lo mismo. Incluso puede que eso nunca fuera un inconveniente para ti. Aunque lo ideal sería que pensasemos en aquello de "no hagas lo que no quieras que te hagan a ti", hay que admitir que vivimos en un mundo muy individualista, en el que solemos pensar más en nosotros mismos, que en cómo afectan nuestras decisiones a los demás. Por eso, el "yo no estoy engañando a nadie, es él quien tiene pareja" es una afirmación que puede tener su lógica si no pensamos en que, a veces, nos estamos engañando a nosotras mismas.
Reconozcámoslo: ser la amante, inicialmente, puede tener sus ventajas. Todo es juego, sexo y seducción. Contigo pasa los ratos divertidos, y el hecho de que 'esté mal' lo hace excitante. El verse a escondidas tiene su morbo, para qué lo vamos a negar. Ser la otra puede, incluso, llegar a suponer una especie de reto personal. Saber que pese a tener una mujer en su vida, arriesga cosas por estar contigo, sin duda, sube la autoestima a cualquiera, y no es una cuestión tan baladí como parece.
Aunque, desde luego, lo que resulta llamativo es que es una relación 'fácil'. Nadie exige nada a nadie, no hay compromiso, ambos sabéis las reglas del juego, y simplemente os dedicáis a jugar al mismo. Lo dicho, al principio.
Una escena de la serie española 'Cuéntame como pasó'
Quizás cuando lo conociste no sabías que tenía pareja. O ya te gustaba tanto que pensaste que te daba lo mismo. Incluso puede que eso nunca fuera un inconveniente para ti. Aunque lo ideal sería que pensasemos en aquello de "no hagas lo que no quieras que te hagan a ti", hay que admitir que vivimos en un mundo muy individualista, en el que solemos pensar más en nosotros mismos, que en cómo afectan nuestras decisiones a los demás. Por eso, el "yo no estoy engañando a nadie, es él quien tiene pareja" es una afirmación que puede tener su lógica si no pensamos en que, a veces, nos estamos engañando a nosotras mismas.
Reconozcámoslo: ser la amante, inicialmente, puede tener sus ventajas. Todo es juego, sexo y seducción. Contigo pasa los ratos divertidos, y el hecho de que 'esté mal' lo hace excitante. El verse a escondidas tiene su morbo, para qué lo vamos a negar. Ser la otra puede, incluso, llegar a suponer una especie de reto personal. Saber que pese a tener una mujer en su vida, arriesga cosas por estar contigo, sin duda, sube la autoestima a cualquiera, y no es una cuestión tan baladí como parece.
Aunque, desde luego, lo que resulta llamativo es que es una relación 'fácil'. Nadie exige nada a nadie, no hay compromiso, ambos sabéis las reglas del juego, y simplemente os dedicáis a jugar al mismo. Lo dicho, al principio.
Si la cosa ha quedado en un par de encuentros, no suele dar para más, pero si la historia continúa es cuando la madeja se empieza a enredar. Sobre todo, porque empezamos a pensar. Puede que no busques nada más con esa persona, que creas que congeniáis sexualmente, pero que nunca tendrías nada serio (y, por eso, ese tipo de relación en el que la existencia de una pareja impide que la cosa vaya a más, te parezca perfecta). Eso, si no piensas en que hay alguien que sí está perdiendo con todo esto. Es cierto que es él quien la está engañando, pero en algún momento te pondrás en el lugar de ella. Y entonces todo cambiará.
Claro que internet tiene solución para todo, incluso para esto. Existen páginas que dan consejos sobre cómo sobrellevar mejor lo de 'ser la amante bandida', que pasan desde empezar a pensar en 'grises' y no en que todo es blanco o negro a consejos de autoayuda tales como ponerse delante del espejo y repetirte que no eres mala persona.
La otra opción es que pase una de esas cosas inevitables, que el roce haga el cariño... Que te canses de tener que irte a un lugar apartado para no encontrar conocidos, de disimular cuando te lo encuentras por casualidad, de contar mentiras a tus amistades por miedo a cómo reaccionen si les cuentas la verdad o de verle con ella de la mano en algún restaurante (que se parece más bien poco al hostal donde os soléis citar). Puede que, con el tiempo, aquello que empezó como algo fácil, acabe por ser más que complicado. Si en el momento en el que empezó todo, no te costó tanto decir "sí", ahora que ya estás con los dos pies dentro del charco, decir que "no" se hace mucho más difícil.
Entonces empiezan las dudas, las falsas promesas, las mentiras. Los "te prometo que en cuanto encuentre un buen momento la voy a dejar", el "dame un poco más de tiempo" y, por supuesto, el "sabes que tú eres la única para mí". Y sin darte cuenta, ya no la engaña solo a ella, sino que ahora también te engaña a ti. Porque al fin y al cabo, tú te llevabas los ratos divertidos, pero ella siempre fue su chica.
La tercera opción es que lo que surja sea mutuo. No vamos a presuponer que todos los hombres son de una manera ni que todas las historias tienen los mismos finales. A veces los motivos que nos llevan a una relación así pueden ser mucho más complejos que una simple mentira, o la necesidad de sexo sin compromiso. El deseo, el miedo a perder un estatus de vida, un amor que no sabes si realmente te conviene, etcétera. Él seguramente tiene el mismo torbellino mental que tú.
Puede que lo que haya surgido entre vosotros sea realmente especial, que si al principio empezasteis sin arriesgar demasiado, al final os decidáis a dar el todo por el todo. La pregunta entonces será: ¿podrás confiar realmente en él? Después de haber sido partícipe de su engaño, y de haberle visto mentir tan bien, de conocer esa parte de él, ¿puedes lanzarte a algo más partiendo de cero? Quizás entonces te pares a pensar que si lo vuestro no hubiera empezado así, si lo hubierais hecho bien desde el principio, no solo no hubiera salido herida su novia o su mujer sino que no hubierais salido heridos de muerte vosotros, y vuestro posible futuro.
Entonces volverás a ese momento. Al día en que os acostasteis por primera vez, en el que os besasteis, o quizás, al día en que os conocisteis, y pensarás en que ojalá pudieras volver atrás. Pero no todo es en balde, porque de todo de aprende.
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