Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

20 feb 2014

Lawrence de Arabia, las fuentes del Nilo, los libros........................................Por: Jacinto Antón

LawrenceOfArabia1920

“Aférrate a tu sentido del humor, lo necesitarás todos los días”.
 Es uno de los consejos de T. E. Lawrence, Lawrence de Arabia, a los que pretendan inflitrarse como él entre los beduinos (aunque nos vale a todos).
 Aurens añade: “Si vistes prendas árabes ponte las mejores”.Y, en una especie de If de las dunas: “No seas demasiado cercano, demasiado arrogante o demasiado ecuánime”.
 Las recomendaciones forman parte de un librito evocador que es novedad y una buena opción para este Día del Libro, Camino de Ákaba (editado por Playa de Ákaba), una pequeña selección de textos breves del rey sin corona de Arabia, sobre todo cartas, fechados entre enero y agosto de 1917, que nos presentan a un Lawrence algo distinto del de Los siete pilares de la sabiduría, su magna obra sobre la revuelta en el desierto.
 Como bien dice en el prólogo Lorenzo Silva, que ha seleccionado y traducido los escritos, las cartas de Lawrence ofrecen más autenticidad e inmediatez y revelan con extraordinaria viveza al hombre, menos sobreactuado.
      Livingstone

En un cambio radical de escenario, del desierto a las espesuras africanas, otro libro reciente, En busca de las fuentes del Nilo (Crítica) vuelve a contarnos, con nuevas aportaciones —como el papel poco reconocido de los traficantes de esclavos en la ayuda a las expediciones— y un tono muy ameno, la odisea de la pugna por descubrir ese elusivo grial geográfico que obsesionó a los grandes aventureros de la edad de oro de la exploración.
 El autor, Tim Jeal, tiene un buenísimo pulso narrativo y le interesa mucho el factor humano: señala que Livingstone sufría enormemente de hemorroides sangrantes (lo que ha de ser un fastidio en la selva) y su mala dentadura hacía tan poca mella en el maiz verde y la carne de elefante de su dieta que el estómago le tenía que trabajar demasiado, produciéndole una acidez constante.
 Con cosas así se te pasa el deseo de explorar.
Cañones

Un viaje de menor envergadura (80 kilómetros) pero de gran carga poética, que atraviesa el espacio y el tiempo y supone un canto a la mediterraneidad, es el de José Carlos Llop en Solsticio  (RBA)
. Es el relato de sus vacaciones de verano infantiles, de los 5 a los 12 años, de 1961 a 1968, en el pabellón de mandos de una batería costera en Mallorca (su padre era teniente coronel de artillería).
 A ese apartado lugar en Betlem, en la bahía de Alcúdia, que parecería más de Los cañones de Navarone (en la foto) que de Retono a Brideshead pero que para Llop devino su Arcadia personal, se desplazaba la familia cada estío en un viaje que tenía carácter iniciático para el niño (alucinante la visión del almez del que cuelgan alimañas ahorcadas o la del guardabosques de los March, y maravillosa la descripción de los abejarucos como húsares alados)
. Por las páginas pasean el archiduque Luis Salvador, Robert Graves, Lawrence Durrell y el Leonard Cohen instalado en Hydra.Un libro que es un himno a la memoria y cuyas imágenes y belleza literaria perduran largamente tras la lectura.
BYRON 1927

Otro viaje precioso aunque tampoco nos saca de suelo cercano, es el de Europa en el parabrisas (editado por Confluencias),de Robert Byron —sí, el autor de Viaje a Oxiana (1937), el maestro de la literatura de viajes, el inspirador de Paddy Leigh Fermor, Bruce Chatwin o Colin Thubron-.
 Antes de los viajes que le dieron fama, Byron (a la izquierda en la foto, con un amigo) realizó en 1925 un periplo en automóvil, un Sunbeam descapotable bautizado Diana, con dos amigos, por la Alemania de la República de Weimar, Austria, Italia y Grecia
. El delicioso viaje, de Wandervögel ricos, está marcado por la sofisticada curiosidad y el interés por la arquitectura que caracterizarán siempre a Byron hasta su desgraciado encuentro con un submarino alemán en 1941.

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