1. Agualique
Pájara (Fuerteventura)
Las playas de Sotavento, en Jandía, y Barlovento, en Cofete, son
claros exponentes playeros de Fuerteventura, lo que es decir de
Canarias. Este sur majorero sirve actualmente de escenario a sir Ridley Scott para el rodaje de la superproducción épica Exodus (estreno previsto en diciembre de 2014).
Pero hay más parques de arena por descubrir en el sur de esta isla afortunada.
Agualique, por ejemplo, al oeste de Costa Calma, donde el litoral se ciñe hasta alcanzar en el istmo de la Pared una angostura de sólo cinco kilómetros. Piensan que aquí se levantó el muro separador de dos reinos insulares: Maxorata y Jandía.
Subir por detrás de la gasolinera de Costa Calma, hasta que finalice el asfalto de la calle.
Habrá que proseguir a pie 5 kilómetros (una hora, aproximadamente), en paralelo al parque eólico, hasta alcanzar la costa de barlovento, impoluta. Virginal. El baño es peligroso, con lo que se trata de pasear y recrearse en este acantilado que se diría nevado por un mar de jable (arena de origen eólico), arrastrado por el mismo viento que luego empujará las velas de los windsurfistas.
Otro paraje excelso para vislumbrar el crepúsculo y las estrellas.
2. Playa de Castilnovo
Conil de la Frontera (Cádiz)
En Cádiz, la abundancia de espacios abiertos multiplica la oferta
playística. El paseo por sus playas no puede obviarse, siempre y cuando
lo permita el pertinaz viento de levante. Conil de la Frontera ofrece,
sin ir más lejos, un sector natural señalado por la torre rectangular de
Castilnovo, guardiana de las almadrabas de atún rojo que tanta riqueza
reportó al ducado de Medina Sidonia. Aquí tienen los naturistas su oasis
particular.Para acceder hay que caminar desde Conil 2,2 kilómetros por un sendero paralelo a la playa que cruza por un puente peatonal la desembocadura del río Salado, declarada LIC (Lugar de Interés Comunitario). Para mantener la zona despejada de edificios, el Ayuntamiento (¡increíble en la costa española!) ha declarado no urbanizable el Prado de Castilnovo.
El placer del paseo es inseparable al condumio en el restaurante La Fontanilla (reabre en febrero)… y de ser testigos, con un gin tonic en la mano, de la puesta de sol justo por el mar, desde el Café Parque Atalaya.
3. Cala de Llebeig
Poble Nou de Benitatxell (Alicante)
Muchos de los que se pavonean de conocer la Costa Blanca desconocen
la fachada costera de Benitatxell. En ella, la ruta senderista a la cala
de Llebeig se postula como uno de los recorridos que conviene cubrir
fuera de los meses veraniegos.Poco antes de tomar la bajada a la cala artificial de Moraig, aparece a mano derecha la cuesta a la urbanización Lirios.
El aparcamiento se encuentra al poco de girar. Sin casi desnivel, a excepción del declive final, esta senda de 2,5 kilómetros a la cala de Llebeig es apta para todos los públicos.
Al caminar durante 45 minutos a media altura del cantil, todo sembrado de pinos, palmitos y una rica vegetación de matorral, uno se encuentra con oquedades tapiadas con muros de mampostería, refugios empleados antaño, no sólo por pescadores y agricultores; también por contrabandistas. ¡Cómo se escucha, desde ellos, amplificado, el sonido de las olas! La luminosidad, entre el verde y el azul, es un relax para la vista, hasta que los caminantes perciben la cala de Llebeig (lebeche), la salida al mar del barranco de la Viuda. Barracas revestidas con tela de nisperero, ramas de pino o palmas y un antiguo puesto de carabineros sirven de límite entre los municipios de Teulada y Benitatxell.
El próximo día de San Valentín dejará de invernar el restaurante La Cumbre (966 49 32 13), con sus estupendas recetas mediterráneas. ¡Ir reservando!
4. Praia do Rostro
Fisterra (A Coruña)
El de Rostro es un playón que recuerda, en su fragosidad, los
cuantiosos naufragios que han dado fama a la Costa da Morte. Desde el Casón (1987), embarrancado a pocos metros de estas arenas prístinas, al Prestige
(2002), visible desde este enclave en su disparatada derrota por el
Atlántico. Súmese algún que otro aterrizaje forzoso de avioneta, que aún
recuerdan los más viejos del lugar. A espaldas del trajín jacobeo que
concita al faro de Finisterre, Rostro invita a paseos que se prolongan
con el detenimiento por la flora atlántica en su más pura esencia, cerca
de donde pescan lubinas y cabalgan olas sobre tabla. Ostreros y
chorlitejos levantan el vuelo. Tan bravía son sus trazas que un refrán
lo asimila a la soledad de lo remoto, de lo huraño. “Mar de Rostro, si
te casaras, te ablandabas”.Todo se combina con la estancia en el hotel Dugium, establecimiento en el que las habitaciones –Rostro por descontado- ostentan nombres de playas.Y aquí se hiela uno de Frio
5. Cala Cortina
Cartagena (Murcia)
La mayoría de los que pasan por la ciudad de Cartagena se van
desconociendo que la urbe tiene su playa. Una caleta de arena gruesa
artificial y aguas calmas, situada en un entorno montaraz, con trazos
ascensionales de prodigiosa escala.Nada más atravesar el primer túnel hacia Escombreras, girar buscando su aparcamiento en la base del monte San Julián.
A un lado dejamos la pasarela que evita tener que atravesar el túnel
. De otra, la deliciosa panorámica de la concha encajada entre las baterías de costa Santa Ana, San Isidoro y Santa Florentina, defensoras de la bocana de la bahía cartagenera.
Su alta ocupación estival y escasos 250 metros de longitud aconseja conocer cala Cortina fuera de temporada. De vez en cuando se ve pasar algún navío de guerra por la Estación de Calibración Magnética, en la que desmagnetizan los cascos. El restaurante Mares Bravas, situado junto a la arena, brinda sabrosas paellas y calderos.Para Hacer Fotos y pasear cinco minutos.
6. Playa de Bordonares
Mojácar (Almería)
Apartada del casco histórico moruno, así como de su litoral
urbanizado, la playa de Bordonares guarda las esencias de la Mojácar
intocada. A partir de la torre Macenas, el viajero sólo tendrá ojos para
el perfil de costa que se ve recorrido por 3,5 kilómetros de pista. Por
donde la sierra Cabrerase sumerge en el mar la erosión ha modelado una
espectacular línea de calas de gravilla y acantilados escabrosos.
Respaldando la playa se alza, como una emanación rocosa, la restaurada y
fotogénica torre del Pirulico,de época nazarí;es factibleascender su
corona por una escalera.La pista, casi ignota en las guías, conduce a partir de ahora por un paisaje volcánico relampagueante, empezando por un arco natural horadado por los elementos. El elefante que la montaña dibuja sirve de referencia a la playa de Bordonares. Pese a que el nudismo no está sujeto a autorización en la costa española, el ayuntamiento mojaquero le ha conferido a los 800 metros de Bordonares marchamo legal de playa mixta, mezcla en la práctica de nudistas y vestidistas.
7. Playa de la Cocina
Isla de La Graciosa (Islas Canarias)
El suroeste de La Graciosa se descubre tomando como punto de salida
el puerto de Caleta del Sebo y embocando la pista paralela a la costa
suroccidental. La playa de El Salado es el único lugar donde está
permitido acampar. Le sigue la playa Francesa, donde menudean las siluetas de veleros al socaire esperando las encalmadas. Ni aún las bicicletas tienen paso franco a partir de ahora en el Parque Natural del Archipiélago Chinijo: habrá que proseguir caminando unos 20 minutos.
La excursión toca a su fin en la excelsa playa de la Cocina, acostada bajo la montaña Amarilla. Tiñendo el roquedo, los amarillos blanqueados por la sal marina que dibujan vetas como de mármol tienen una fuerza que irradia y que atrae como un formidable imán. Una experiencia de orden estético que se ve incentivada por 50 metros de arena delicada, cuando no por la vista del lanzaroteño risco de Famara y el agua más verdosa y remansada de La Graciosa.
Con estos mimbres, la práctica del naturismo y el buceo es poco menos que obligada. Acudir en bajamar y llevar agua en abundancia.
La mejor en General y la playa de Pedro Barbas la mejor sin lugar a dudas.
8. Toró
Llanes (Asturias)
Próxima a la capital del concellu llanisco, e inmersa en el
Paisaje Protegido de la Costa Oriental, la playa de Toró se presta como
pocas a la imaginación. No es una concha al uso; parece, sí, mayormente
en bajamar, un campo artístico de pináculos rocosos colocados por un
niño, lo que explica sus connotaciones publicitarias. Un verde
promontorio, al que se accede a pie, la abrocha, y desde él se
distinguen a lo lejos los policromos Cubos de la Memoria pintados por Agustín Ibarrola en el espigón de Llanes.Ya dentro del apartado cinematográfico (www.llanesdecine.com), Toró sirvió de escenario a las películas El abuelo, de José Luis Garci, y El detective y la muerte, obra de Gonzalo Suárez. El Mirador de Toró (985 40 29 97) es un restaurante panorámico muy popular en la zona, lo que exige reservar con tiempo las mesas junto a los ventanales. Y es que, a vista de pájaro, es como mejor se aquilata la magnificencia de estos 250 metros de arena muy delicada.
9. Dunas de Oliva
Oliva (Valencia)
Oliva mantiene una cornisa de 10 kilómetros dunares, muchos de ellos
de gran porte y ricos en especies de valía esperando que las contemplen
(y respeten) playeros fuera de temporada. Lo mejor es acceder por la
playa de Aigua Morta. Salir de la N-332 siguiendo el cartel
“Urbanizació” situado en el kilómetro 211, tomando el carril de acceso a
la gasolinera.Siguiendo hacia el mar se deja a la izquierda el Hotel Oliva Nova Golf y se atraviesa un campo dunar muy bien colonizado. Seguir bien abrigados caminando por la orilla hacia el norte medio kilómetro, hasta al menos la desembocadura del río Bullent soportando el viento que orea el golfo de Valencia.
Luego, usando el coche, podremos seguir bordeando la costa hacia el centro de Oliva por detrás del cordón dunar, entre huertos, marjales y dunas, sin necesidad de tomar la carretera nacional. Duele imaginar la valía que habría alcanzado este ecosistema si el ámbito de protección del Parque Natural de la Marjal de Pego-Oliva se hubiera extendido hasta el mar.
10. De Playa de Poniente a Puerto Cambrils
Son 7 kilómetros (cerca de 90 minutos) a lo largo de uno de los paseos marítimo-playeros más agradables de cuantos posee la provincia tarraconense. El paseo al mediodía resulta de lo más relajante, acompañados primero por el capitel de plumas que otorgan las palmeras de Salou. Pasamos seguidamente al barrio residencial de Vilafortuny (Cambrils), sin dejar ya el carril-bici y la compañía de patinadores.Salou y Cambrils (Tarragona)
La ruta discurre junto a chalés y viviendas turísticas en primera línea de mar que insonorizan con su estructura el molesto tráfico de la carretera. La torre del Esquirol -ardilla en catalán- es una antigua torre de telegrafía que encamina al puente sobre la marismilla y, seguidamente, el pino con banco circular que otorga carácter a la playa del Regueral, ya en Cambrils.
Mucho tiempo no podrá dilatarse la comida, porque entre las 16.00 y 17.00 arriban a puerto los 18 barcos de arrastre.
Es buena idea esperarlos en los bancos colocados sobre el rompeolas del Moll de Ponent. Cuando anochezca podemos regresar tan ricamente a Salou, en autobús, por la costa.Las Playas que no son Canarias solo son para el verano.
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