Aún hay muchas inmigrantes en España que ocupan casi todo su tiempo
trabajando como internas en el servicio doméstico y el poco ocio que les
deja el día lo dedican a ver la tele en un cuarto junto a la cocina o a
intentar comunicarse con su familia, en un país lejano.
Están muy solas, y para terminar con este aislamiento la socióloga Alejandra Calvo —y sus compañeros del equipo Qiteria— se ha propuesto crear una radio que las acompañe en sus tareas
. Estas mujeres serán las protagonistas desde el estudio, locutando, o entrando en antena para hablar de los temas que les interesen.
Y el proyecto irá cambiando de forma según quieran ellas, pues la pretensión es que el papel de técnicos como Alejandra quede diluida.
Para empezar por el principio, Alejandra —conocida como Jana—, viguesa de 29 años, ha puesto en marcha un proyecto menos complejo pero muy efectivo.
Un programa de alfabetización digital del que se benefician ahora 100 empleadas del hogar.
La mayoría, latinoamericanas a las que conocía por colectivos de extranjeros en el mestizo barrio de Lavapiés (Madrid).
“Decidimos con quién queríamos trabajar y luego diseñamos el proyecto para ellas”, sostiene Jana.
La cita es en la Universidad Europea, en Madrid, que ha otorgado uno de sus premios a jóvenes emprendedores sociales a Jana por este innovador proyecto, que podría reproducirse por todo el mundo. “Es de código abierto, facilitamos los materiales a quien se interese”, asegura la joven, que ha recibido no solo dinero para el programa sino formación.
Su vocación de ayudar le viene de lejos
. Ha mamado en su casa el compromiso político de una familia antifranquista “con vocación transformadora” e interés por los desfavorecidos.
Qiteria —compuesto por tres chicas y un chico— realizó un estudio profundo de la brecha digital en toda España y luego detectó las necesidades que tenían estas empleadas que sufren una mayor xenofobia con la crisis, porque “se potencia la guerra entre pobres”.
No se trata solo de que aprendan a usar los ordenadores, sino de fomentar su asociacionismo y su emancipación política.
“Por ejemplo, en esta segunda fase del proyecto tratamos la lucha por la ratificación del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que reconoce los derechos laborales de las trabajadoras del hogar
. Enseñamos a estas mujeres, que se relacionaban sobre todo por teléfono, cómo rastrear esa legislación o a participar en grupos de Facebook dedicados a las movilizaciones”.
Jana recuerda que muchas “externas” están sometidas a una triple jornada laboral —“en una casa ajena, en la suya propia con sus hijos y como soporte afectivo de su familia a distancia”—, lo que les pasa factura psicológica.
Estas alumnas digitales han aprendido también las herramientas básicas para hacer un currículo y hablar por videoconferencia, por lo que no visitan ya tanto los locutorios.
Jana, “enamorada” de su proyecto, solo ve el “peligro” de sustituir con su labor al Estado de bienestar.
“Es muy importante alternar la intervención solidaria con el conocimiento de los derechos que ellas deben tener. Si haces caridad, sustituyes las responsabilidades del Estado.
Si eso ocurre nos encontraremos en 10 años en vez de sanidad pública y universal, un puesto de la Cruz Roja. Una sanidad para pobres y otra para quien se la pueda pagar”.
Están muy solas, y para terminar con este aislamiento la socióloga Alejandra Calvo —y sus compañeros del equipo Qiteria— se ha propuesto crear una radio que las acompañe en sus tareas
. Estas mujeres serán las protagonistas desde el estudio, locutando, o entrando en antena para hablar de los temas que les interesen.
Y el proyecto irá cambiando de forma según quieran ellas, pues la pretensión es que el papel de técnicos como Alejandra quede diluida.
Para empezar por el principio, Alejandra —conocida como Jana—, viguesa de 29 años, ha puesto en marcha un proyecto menos complejo pero muy efectivo.
Un programa de alfabetización digital del que se benefician ahora 100 empleadas del hogar.
La mayoría, latinoamericanas a las que conocía por colectivos de extranjeros en el mestizo barrio de Lavapiés (Madrid).
“Decidimos con quién queríamos trabajar y luego diseñamos el proyecto para ellas”, sostiene Jana.
La cita es en la Universidad Europea, en Madrid, que ha otorgado uno de sus premios a jóvenes emprendedores sociales a Jana por este innovador proyecto, que podría reproducirse por todo el mundo. “Es de código abierto, facilitamos los materiales a quien se interese”, asegura la joven, que ha recibido no solo dinero para el programa sino formación.
Su vocación de ayudar le viene de lejos
. Ha mamado en su casa el compromiso político de una familia antifranquista “con vocación transformadora” e interés por los desfavorecidos.
Qiteria —compuesto por tres chicas y un chico— realizó un estudio profundo de la brecha digital en toda España y luego detectó las necesidades que tenían estas empleadas que sufren una mayor xenofobia con la crisis, porque “se potencia la guerra entre pobres”.
No se trata solo de que aprendan a usar los ordenadores, sino de fomentar su asociacionismo y su emancipación política.
“Por ejemplo, en esta segunda fase del proyecto tratamos la lucha por la ratificación del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), que reconoce los derechos laborales de las trabajadoras del hogar
. Enseñamos a estas mujeres, que se relacionaban sobre todo por teléfono, cómo rastrear esa legislación o a participar en grupos de Facebook dedicados a las movilizaciones”.
Jana recuerda que muchas “externas” están sometidas a una triple jornada laboral —“en una casa ajena, en la suya propia con sus hijos y como soporte afectivo de su familia a distancia”—, lo que les pasa factura psicológica.
Estas alumnas digitales han aprendido también las herramientas básicas para hacer un currículo y hablar por videoconferencia, por lo que no visitan ya tanto los locutorios.
Jana, “enamorada” de su proyecto, solo ve el “peligro” de sustituir con su labor al Estado de bienestar.
“Es muy importante alternar la intervención solidaria con el conocimiento de los derechos que ellas deben tener. Si haces caridad, sustituyes las responsabilidades del Estado.
Si eso ocurre nos encontraremos en 10 años en vez de sanidad pública y universal, un puesto de la Cruz Roja. Una sanidad para pobres y otra para quien se la pueda pagar”.
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