La película sobre la princesa de Mónaco debía haberse estrenado esta Navidad
Las desavenencias entre la familia, el productor todopoderoso Harvey Weinstein y el realizador Olivier Dahan han dejado en el aire un culebrón de cine
¿Qué contará el final de la cinta protagonizada por Nicole Kidman?.
La respuesta no está clara. Lo único cierto, sin embargo, es que el estreno del filme previsto para las Navidades se ha pospuesto a la primavera.
El conflicto de Weinstein con Dahan es el segundo que rodea a la película, que ya provocó las protestas de los hijos de la princesa, incómodos con algunos detalles íntimos de la vida de Grace incluidos por Dahan, premiado en Hollywood por su retrato de Edith Piaf en La vie en rose.
No parece que la decisión de Weinstein de volver a montar la película tenga nada que ver con los Grimaldi. Ni con el cine, a juzgar por las indignadas declaraciones de Olivier Dahan al diario francés Libération.
“No es más que un asunto de dinero, una estrategia de salida, de millones de dólares, y cosas por el estilo”, declaraba en octubre pasado.
Dahan amenazaba, aunque con poca convicción, con retirar su nombre de un filme que Nicole Kidman había resumido meses antes como un retrato personal de la princesa en un año concreto y crucial de su vida, 1962. Un año marcado por dos acontecimientos capitales para el Principado y para su propia vida. La Francia del general De Gaulle aprieta las tuercas a Mónaco por su liberalidad fiscal hasta extremos que amenazan con hacer saltar por los aires su statu quo de paraíso fiscal. Mientras que Grace, madre ya de dos hijos —Carolina y Alberto—, recibe encantada la oferta de protagonizar Marnie, la ladrona, a las órdenes de su gran mentor Alfred Hitchcock.
La princesa lleva seis años casada con Raniero III, pero añora su vida de actriz. La oferta de Hitchcock llega como un regalo inesperado. Marnie, una cleptómana con graves trastornos de la personalidad, tiene la complejidad de los grandes papeles y Kelly es consciente de ello, pero las negociaciones se rompen sin acuerdo. Ni los monegascos, ni Raniero aprueban el regreso de la princesa Gracia al cine.
A partir de ese fatídico año, Gracia de Mónaco se dedicó en cuerpo y alma a las tareas caritativas y de padrinazgo cultural que la convirtieron en una especie de santa monegasca. Un paseo por Mónaco permite comprobar lo presente que está la princesa. Avenidas, fundaciones, instituciones, centros hospitalarios o jardines llevan su nombre.
Un tributo que no disipa las dudas sobre la verdadera naturaleza de la relación de Gracia de Mónaco con su segunda patria, donde falleció el 14 de septiembre de 1982.
Tenía 52 años. Su última entrevista, dos meses antes de morir, a la cadena estadounidense ABC, muestra a una mujer madura, todavía muy guapa, sin huella del glamur que la hizo famosa. Grace Kelly, la gran estrella, se había convertido en un ama de casa, pendiente de la intendencia doméstica, preocupada por las rebeldías de los tres hijos (Estefanía nació en 1965) y el genio de Raniero, conocido en el Principado como el patrón.
Su vida se apagó 36 horas después del accidente de automóvil que sufrió la mañana del lunes 13 de septiembre de 1982. Los detalles de ese último viaje fatal, que hizo acompañada de su hija Estefanía, son confusos y contradictorios.
Lo único cierto es que el Rover automático que conducía cayó por un terraplén de 40 metros de altura al tomar a toda velocidad una curva muy cerrada en la carretera que une la residencia de los Grimaldi en Roc Agel con el palacio monegasco. La versión oficial atribuyó el accidente a un derrame cerebral sufrido por la princesa Gracia que le hizo perder el control del coche. Pero nadie explicó por qué el vehículo aceleró imprudentemente antes de tomar la curva. ¿Quién pisó equivocadamente el acelerador?
La película no aborda este trágico episodio que marcó a los Grimaldi, especialmente a Estefanía, entonces una adolescente de 17 años, y relanzó el mito de Grace Kelly.
Su muerte levantó también la cortina de reserva que protegía su vida. Una docena larga de biografías la presentaron como una mujer liberada que perdió la virginidad a los 17 años y tuvo relaciones amorosas con varios hombres casados.
La clave del enigma que escondía el reposado y bello rostro de Grace Kelly podría estar, como ha declarado Kidman, “en la relación con su padre”. Un padre dominante y despectivo que siempre prefirió a su hermana mayor, Peggy, y al que intentó, alternativamente, desafiar y complacer, sin demasiado éxito.
Gracia Patricia Kelly, nacida el 12 de noviembre de 1929 en Filadelfia, era la tercera de los cuatro hijos de Margaret y John B. Kelly.
Una pareja de guapos, atléticos y exitosos padres, dueños de una importante constructora. Él, de origen irlandés, y ella, alemán. La decisión de Grace de ser actriz encontró poco apoyo familiar, pero ella demostró un carácter de acero y dejó la casa familiar a los 17 años para estudiar arte dramático en Nueva York
. A los 20 años, y tras una etapa interpretando papelitos en series de televisión, consiguió abrirse paso en la gran pantalla. Fue la esposa de Gary Cooper en Solo ante el peligro y la mosquita muerta de Mogambo, junto a su admirado Clark Gable
. Y conquistó un sitio en la historia del cine gracias a las tres películas que rodó a las órdenes de Alfred Hitchcock, La ventana indiscreta, junto a James Stewart; Crimen perfecto, con Ray Milland (uno de sus ligues más sonados), ambas de 1954, y Atrapa a un ladrón, junto a Cary Grant, de 1955. Ese año, la actriz consiguió un Oscar por su papel en el drama La angustia de vivir, junto a William Holden, con el que también mantuvo un romance
. Con solo 11 películas en su haber, Grace Kelly se colocaba en la cima de Hollywood, que nunca estuvo seguro de la calidad de sus interpretaciones.
¿Por qué renunció a una brillante carrera para casarse a los 26 años con un desconocido e instalarse en un diminuto principado europeo? Raniero III, seis años mayor, más bien bajito, aunque bastante atractivo, y no muy simpático, había heredado el trono de Mónaco en 1949, en un momento delicado
. Las arcas estaban vacías, el casino languidecía y sobre el país pendía la amenaza de ser absorbido por Francia si se extinguía sin heredero la línea de los Grimaldi
. La bella Grace, famosísima, rica, católica y fascinada por la aristocracia, llegó como un regalo de los dioses.
Una visita de la diva al Festival de Cannes de 1955 fue el pretexto para un primer encuentro con Raniero en el palacio monegasco.
De ahí se pasó a una relación epistolar, que se consolidó cuando el príncipe visitó a los Kelly en Filadelfia, a finales de ese año
. La boda se celebró en Mónaco el 19 de abril de 1956, con una cobertura mediática nunca vista. Gracia se presentaba ante su padre como una gran triunfadora
. El hombre que había recibido con desdén su Oscar tenía que rendirse al clamor de admiración que provocaba su hija, la princesa de Mónaco.
Grace Kelly revitalizó el principado.
Se triplicó la cifra de turistas.
Las cenas de la Cruz Roja se llenaron de estrellas de Hollywood, de realeza exiliada y de multimillonarios encantados de fotografiarse junto a ellos
. El casino revivió y el negocio inmobiliario, y empezó a despuntar la plaza bancaria.
Y la Société des Bains de Mer (SBM), dueña de todo el tinglado, pasó a manos del Estado, tras comprar Raniero las acciones que poseía el magnate griego Aristóteles Onassis.
Pero la artífice de tanto éxito no consiguió realizar su deseo de volver al cine.
Y hasta su regreso, en la piel de Nicole Kidman, parece cada vez más complicado.
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