Caminar con alguien famoso por un lugar público siempre da pie a jugosas anécdotas, pero si quien te acompaña es Elijah Wood y el paseo se produce durante el Festival de Sitges,
la mayor reunión de amantes del cine fantástico del país, los codazos y
susurros habituales se convierten en un auténtico acoso y derribo por
parte de enfervorizados personajes de todas las edades y condiciones
mentales y sociales.
Ya hay confianza, es el momento de preguntárselo. ¿Tiene ganas de matar a Frodo ya o aún le cae bien? “No. Le debo mucho, y no solo a nivel profesional, sino también personal.
Hice grandísimos amigos en esos rodajes”, afirma con rotundidad. “En fin, me han llamado Frodo muchísimas veces. ¡Y las que me quedan! Es algo con lo que tengo que vivir”.
Durante el corto paseo desde el encantador miniboutique
Hotel Terracotta, que usamos como centro de operaciones, hasta la playa
donde se dispararon algunas de las fotos –concretamente, al tercer
“¡Ehhhh! ¿Qué pasa, Frodo?”– ya nos habríamos puesto a repartir tortas
como panes, pero Wood se lo toma con filosofía.
Deja que le hagan fotos,
saluda, sonríe y es un auténtico encanto, incluso con la señora que
insiste acaloradamente y en catalán en que no se puede llamar Elijah,
porque es un nombre de mujer.
Que eso es imposible.
Lo que le ha traído hasta Sitges es el estreno de Grand piano, un thriller con aire de clásico firmado por el alicantino Eugenio Mira
en el que interpreta al talentoso Tom Selznick, un pianista que vuelve a
los escenarios después de cinco años alejado de ellos y es amenazado de
muerte por un villano en la sombra. Este le asegura que, si no ejecuta
con absoluta precisión la pieza que provocó el inicio de su pánico
escénico, tanto él como su mujer morirán
. Su misión es mantenerse con
vida y pedir ayuda sin dejar de darle a las teclas para que el malo
–interpretado por John Cusack,
un actor que, según el mítico crítico estadounidense Roger Ebert, jamás
ha salido en una peli mala– no sospeche.
No parece sencillo. “Desde
luego fue un gran desafío”, afirma Wood.
“Cuando leí el guion, me di
cuenta desde el primer momento de que tenía que ser muy cuidadoso con el
personaje y la manera en que reflejaba sus emociones. Además tenía que
hacerlo mientras tocaba el piano, claro. Y, bueno, no solo tocarlo, sino
hacerlo como un genio”.
Ante tamaña presión, su principal punto de apoyo
durante el rodaje fue el mismo Eugenio, al que define como “un director
y comunicador increíble”.
Pero tampoco se olvida de que jamás podría
haberlo logrado sin su profesor de piano, quien hace también de doble en
las pocas escenas en las que no es el mismo Wood quien ejecuta las
complicadas piezas. “Esa parte fue emocionante y muy difícil. Ya había
tocado durante un par de años cuando era un niño, así que el
conocimiento básico del instrumento estaba escondido en algún lugar de
mi cerebro, pero tuve que trabajar muy duro para conseguir la agilidad
que se le supone al protagonista.
Me llegaron a doler muchísimo los
dedos”, recuerda mientras abre y cierra las manos, como si todavía le
molestaran, o de golpe hubiese sentido la imperiosa necesidad de bailar Los Pajaritos.
España, Indurain
Eugenio Mira no es el único director español que le ha rondado últimamente
. Hace unos años trabajó con Álex de la Iglesia y pronto se estrenará Open windows, en la que se puso a las órdenes de Nacho Vigalondo.
“Me gusta trabajar con españoles, son imaginativos y, por qué no
decirlo, muy divertidos.
Conocí a Nacho y a Eugenio hace tres años en el
Fantastic Fest de Austin.
Nos hicimos amigos. Siempre quise rodar con
ellos, y ya he realizado mi sueño por partida doble
. Triple, de hecho,
porque también pude trabajar una larga temporada en España, algo que
también me ilusionaba mucho
. He hecho muchos amigos a raíz de estos
rodajes, y después está la comida: el jamón ibérico, claro”.
Cuando le decimos que por el jamón no se
preocupe, pero que tal y cómo están las cosas a nivel de ayudas y
facilidades por parte del Gobierno, no tenemos claro si se va a hacer
mucho cine más por aquí, prácticamente salta de su asiento:
“Lo he dicho
varias veces estos días:
no entiendo la postura del Gobierno español, que parece querer acabar
con una industria maravillosa y que además funciona bien.
De acuerdo,
habrá películas que recauden más que otras, y de calidades diferentes,
¡pero eso pasa en todas partes!”. Aplaudiendo por dentro la capacidad de
Montoro de enfadar a la gente que no le sufre a diario, intentamos
reconducir la conversación hacia temas más agradables.
Y vaya, lo
primero que nos viene a la cabeza es la ex actriz porno Sasha Grey, su
compañera de rodaje en la cinta de Vigalondo. La mirada cándida con la
que le preguntamos si la había visto actuar antes no evita que se
sonroje como un dibujo animado.
“Creo que cualquier hombre heterosexual
del mundo la ha visto actuar en su anterior etapa”, admite.
“Pero lo más
bonito de Sasha es que, cuando la conoces, te hace olvidar
completamente todo lo que hizo antes. No sé si eso la desexualiza.
Es una persona profundamente intelectual, gran cinéfila, fanática de la
música y muchas otras cosas que hacen que borres automáticamente la
imagen que podías tener de ella”.
Fumando no espera
Otro de sus frentes abiertos en la actualidad –y
no son pocos, ya que además de hacer cine y estar al frente de la
productora SpectreVision tiene un sello musical, Simian Records, amén de
coleccionar y pinchar discos bajo el nombre de, sí, DJ Frodo– es una serie de televisión loquísima llamada Wilfred,
en la que interpreta a Ryan Newman, un hombre que ve al perro de sus
vecinos como una persona.
Pasa con él la mayor parte del tiempo tocando
la guitarra y fumando hierba. Cuando le comentamos que no tiene pinta de
ser un trabajo aburrido estalla en una sonora carcajada.
“Los rodajes
son una verdadera fiesta, nos reímos muchísimo.
Además, nos han dado la
gran oportunidad de grabar una cuarta temporada para poder terminarlo
todo, cerrar todas las historias que quedan abiertas”.
Ya de vuelta de la sesión, se repiten los encuentros con personas que
le llaman por el nombre de un personaje que interpretó hace ya diez
años.Ya hay confianza, es el momento de preguntárselo. ¿Tiene ganas de matar a Frodo ya o aún le cae bien? “No. Le debo mucho, y no solo a nivel profesional, sino también personal.
Hice grandísimos amigos en esos rodajes”, afirma con rotundidad. “En fin, me han llamado Frodo muchísimas veces. ¡Y las que me quedan! Es algo con lo que tengo que vivir”.
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