A medio camino entre el desenfado y la sofistificación, la estética deportiva y la intelectual, se sitúa el estilo francés, que esta temporada salta de las calles empedradas de Le Marais a las pasarelas internacionales.
De Prada a Giorgio Armani pasando por Isabel Marant, los diseñadores versionan el chic parisiense.
Mientras un loco o dos tirotean las sedes de los periódicos otros parisienses se centran en la moda, porque nos guste o no Paris es Glamour puro y llevadero por quien no acabe tiroteado en alguna esquina.
Hace un mes, la espectacular modelo que protagoniza este editorial de moda colgó una foto en su cuenta de Instagram.
En principio, un acto perfectamente intrascendente: la mayor parte de las maniquíes documentan su vida de una forma casi compulsiva a través de las redes sociales.
Pero la imagen en cuestión no era un selfie (autorretrato) ni mostraba un backstage, sino un libro de historia sobre el asiento de un avión.
Y junto a ella podía leerse el siguiente texto: “Haciendo los deberes en el vuelo de vuelta a casa. ¡Qué suerte tengo!”. Porque la mujer de pómulos perfectos que posa en estas páginas, Rosie Tapner, acaba de cumplir 18 años y todavía va al colegio, un internado cercano a la granja de sus padres en Hertfordshire.
En un oficio donde la jubilación llega antes de los 30 –obviando el excepcional caso de las tops– es común que las chicas comiencen su carrera antes de cumplir la mayoría de edad. Tapner, de hecho, fue descubierta a los 15 años.
Como la de Kate Moss –fichada en un aeropuerto– y otras grandes, su historia parece sacada de un guion hollywoodiense o de una serie para adolescentes.
“Fui a ver un desfile con mi clase y, de repente, se me acercó un hombre y me preguntó si quería ser modelo. Pensé que era una broma”, cuenta por teléfono.
Pero no lo era. Tapner sigue yendo al mismo colegio de toda la vida, pero en vez de pasar las horas muertas en clase de danza o machacando la consola como sus compañeros, protagoniza campañas para Balenciaga y Topshop, desfila para Chloé e ilustra la portada de la edición británica de Vogue
. Eso sí, no perdona un partido de lacrosse. “Soy estudiante a tiempo completo y modelo a tiempo parcial”, declara. Incluso a medio gas ha conseguido colarse en el puesto 41º del ranking de las 50 mejores maniquíes del momento elaborado por el portal de referencia models.com.
Y además forma parte de la nueva armada de modelos británicas que, capitaneada por Cara Delevingne y Jourdan Dunn, copa campañas y desfiles como en los años noventa hicieran Kate Moss y sus compatriotas, y en los sesenta, la mítica Twiggy.
Pero la vida de Tapner a caballo entre el recreo y la pasarela no es fácil: un día, castigada por no hacer la cama, y al otro, asumiendo la responsabilidad final de un producto en el que están involucrados decenas de adultos y cientos de miles de euros.
La situación de las modelos menores de edad ha demostrado ser tan delicada que el gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, acaba de firmar una ley pionera que regula sus condiciones laborales.
La norma dispone, por ejemplo, que un tutor acompañe a las jóvenes durante las sesiones de fotos, supervise su asistencia a clases nocturnas y se asegure de que no pasan menos de 12 horas entre cada trabajo
. También establece multas para los diseñadores o marcas que no respeten estas medidas, según recoge The New York Times.
Tapner asegura que nunca se ha sentido desprotegida o en una situación incómoda. “Mi agencia [Storm Model Management] vela constantemente por mí y se preocupa de que siempre salga a tiempo para hacer mis exámenes.
En el colegio también me ayudan mucho: me permiten saltarme algunas clases o concentrar otras, pero se aseguran de que estoy cuando debo estar.
Además, hablo constantemente con mis padres.
Es complicado, pero no quiero ni puedo dejar pasar esta oportunidad”, explica.
La troupe de la moda –conformada por maquilladores, estilistas, directores de arte…– sedujo a Tapner desde el primer instante.
La inglesa encontró en este universo el escenario perfecto para desarrollar una de sus pasiones: la fotografía. “
Voy con mi cámara a todas partes. Me encanta captar el proceso creativo previo que no suele verse y que es realmente interesante: el making of. Además, siempre intento aprender de las indicaciones sobre iluminación o composición de la imagen que hacen los fotógrafos con los que trabajo”, cuenta.
Entre sus autores favoritos cita a Boo George, responsable de la primera portada de Victoria Beckham para la edición australiana de Vogue y de la última campaña de Zara Hombre.
Joven y transgresor, contrasta con el perfil de su modelo preferida: la clásica e inmortal Cindy Crawford. “Es una profesional increíble que lo ha hecho todo
. Pero al mismo tiempo es una mujer real y cercana, que no ha renunciado a tener su propia familia”. Además del paradigma de maniquí empresaria, la estadounidense encarna ese difícil equilibrio vital que Tapner pretende defender cuando termine sus estudios en junio.
“No pienso en la universidad, quiero centrarme al 100% en la moda, ver hasta dónde me lleva”
En principio, un acto perfectamente intrascendente: la mayor parte de las maniquíes documentan su vida de una forma casi compulsiva a través de las redes sociales.
Pero la imagen en cuestión no era un selfie (autorretrato) ni mostraba un backstage, sino un libro de historia sobre el asiento de un avión.
Y junto a ella podía leerse el siguiente texto: “Haciendo los deberes en el vuelo de vuelta a casa. ¡Qué suerte tengo!”. Porque la mujer de pómulos perfectos que posa en estas páginas, Rosie Tapner, acaba de cumplir 18 años y todavía va al colegio, un internado cercano a la granja de sus padres en Hertfordshire.
En un oficio donde la jubilación llega antes de los 30 –obviando el excepcional caso de las tops– es común que las chicas comiencen su carrera antes de cumplir la mayoría de edad. Tapner, de hecho, fue descubierta a los 15 años.
Como la de Kate Moss –fichada en un aeropuerto– y otras grandes, su historia parece sacada de un guion hollywoodiense o de una serie para adolescentes.
“Fui a ver un desfile con mi clase y, de repente, se me acercó un hombre y me preguntó si quería ser modelo. Pensé que era una broma”, cuenta por teléfono.
Pero no lo era. Tapner sigue yendo al mismo colegio de toda la vida, pero en vez de pasar las horas muertas en clase de danza o machacando la consola como sus compañeros, protagoniza campañas para Balenciaga y Topshop, desfila para Chloé e ilustra la portada de la edición británica de Vogue
. Eso sí, no perdona un partido de lacrosse. “Soy estudiante a tiempo completo y modelo a tiempo parcial”, declara. Incluso a medio gas ha conseguido colarse en el puesto 41º del ranking de las 50 mejores maniquíes del momento elaborado por el portal de referencia models.com.
Y además forma parte de la nueva armada de modelos británicas que, capitaneada por Cara Delevingne y Jourdan Dunn, copa campañas y desfiles como en los años noventa hicieran Kate Moss y sus compatriotas, y en los sesenta, la mítica Twiggy.
Pero la vida de Tapner a caballo entre el recreo y la pasarela no es fácil: un día, castigada por no hacer la cama, y al otro, asumiendo la responsabilidad final de un producto en el que están involucrados decenas de adultos y cientos de miles de euros.
La situación de las modelos menores de edad ha demostrado ser tan delicada que el gobernador del Estado de Nueva York, Andrew Cuomo, acaba de firmar una ley pionera que regula sus condiciones laborales.
La norma dispone, por ejemplo, que un tutor acompañe a las jóvenes durante las sesiones de fotos, supervise su asistencia a clases nocturnas y se asegure de que no pasan menos de 12 horas entre cada trabajo
. También establece multas para los diseñadores o marcas que no respeten estas medidas, según recoge The New York Times.
Tapner asegura que nunca se ha sentido desprotegida o en una situación incómoda. “Mi agencia [Storm Model Management] vela constantemente por mí y se preocupa de que siempre salga a tiempo para hacer mis exámenes.
En el colegio también me ayudan mucho: me permiten saltarme algunas clases o concentrar otras, pero se aseguran de que estoy cuando debo estar.
Además, hablo constantemente con mis padres.
Es complicado, pero no quiero ni puedo dejar pasar esta oportunidad”, explica.
La troupe de la moda –conformada por maquilladores, estilistas, directores de arte…– sedujo a Tapner desde el primer instante.
La inglesa encontró en este universo el escenario perfecto para desarrollar una de sus pasiones: la fotografía. “
Voy con mi cámara a todas partes. Me encanta captar el proceso creativo previo que no suele verse y que es realmente interesante: el making of. Además, siempre intento aprender de las indicaciones sobre iluminación o composición de la imagen que hacen los fotógrafos con los que trabajo”, cuenta.
Entre sus autores favoritos cita a Boo George, responsable de la primera portada de Victoria Beckham para la edición australiana de Vogue y de la última campaña de Zara Hombre.
Joven y transgresor, contrasta con el perfil de su modelo preferida: la clásica e inmortal Cindy Crawford. “Es una profesional increíble que lo ha hecho todo
. Pero al mismo tiempo es una mujer real y cercana, que no ha renunciado a tener su propia familia”. Además del paradigma de maniquí empresaria, la estadounidense encarna ese difícil equilibrio vital que Tapner pretende defender cuando termine sus estudios en junio.
“No pienso en la universidad, quiero centrarme al 100% en la moda, ver hasta dónde me lleva”
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