Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

6 oct 2013

Sacado del Blog Eureka de Daniel Marín Arcones.................¿Quién dijo que un perro no podía cambiar la historia?

Laika, la primera cosmonauta del planeta Tierra

¿Quién dijo que un perro no podía cambiar la historia? Si hay algún animal que ha marcado la conquista del espacio, ésa es Laika, una pequeña perrita callejera de dos años que se convirtió ahora hace 55 años en el primer ser vivo en alcanzar el espacio. Pero el triunfo de Laika fue agridulce, porque fue al mismo tiempo la primera víctima de la carrera espacial.

Laika, la primera en el espacio.

Tras el éxito que supuso el lanzamiento del Sputnik, el Ingeniero Jefe Serguéi Koroliov estaba exultante. El primer satélite artificial de la Tierra había sido posible gracias a una concatenación de eventos. Por un lado, los militares habían permitido que Koroliov usase su valioso misil R-7 Semiorka en sus aventuras espaciales con la condición de que llevase a cabo dos vuelos con éxito con mínimo. Esta condición se cumplió durante el verano de 1957, pero los fracasos iniciales del R-7 preocupaban a Koroliov.

Por otro lado, en los dos primeros lanzamientos del R-7 de carácter militar, la cabeza de reentrada destinada a albergar el arma nuclear se había desintegrado durante la reentrada sobre la península de Kamchatka. Los militares no iban a lanzar más misiles R-7 hasta que estuviese diseñada una nueva cabeza, así que en octubre de 1957 Koroliov se vio de repente con la necesidad de lanzar otro satélite cuanto antes. Si se retrasaba demasiado, cabía la posibilidad de que el nuevo satélite fuese pospuesto por culpa de las pruebas militares.

Koroliov aprovechó el entusiasmo mediático creado por el Sputnik para apelar directamente a Nikita Jruschov. El Ingeniero Jefe se entrevistó con el líder soviético poco después del lanzamiento del primer satélite artificial. Curiosamente, fue el propio Jruschov el que decidió sacar el tema y le preguntó a Koroliov si era posible lanzar otro satélite antes del 7 de noviembre, a tiempo para el 40º aniversario de la Revolución Bolchevique de Octubre (sí, la Revolución de Octubre se celebraba en la URSS en noviembre. Cosas del cambio de calendario juliano a gregoriano que tuvo lugar después de la revolución de 1917).

Koroliov respondió sin dudarlo un segundo: 'podemos poner un perro en órbita'. Jruschov quedó maravillado ante la idea, aunque insistió en que el lanzamiento debía tener lugar antes del aniversario de la Revolución. ¿De dónde había sacado Koroliov semejante idea? ¿Se trató de algo improvisado? En absoluto. La oficina de diseño OKB-1 del Ingeniero Jefe gozaba de una amplia experiencia en vuelos espaciales con animales, aunque todos ellos en misiones suborbitales. En una fecha tan temprana como 1951, la URSS se había convertido en el primer país en enviar animales al espacio y recogerlos con vida, lanzándolos en una trayectoria suborbital por encima de la subjetiva frontera de los cien kilómetros de altura. Las protagonistas de esta gesta fueron Tsygan y Dezik, dos perritas que volaron en un cohete R-1V lanzado desde la base de Kapustin Yar.

Claro que por entonces esta hazaña pasó desapercibida fuera de la URSS, más que nada porque el gobierno de Stalin no quería atraer la atención sobre el  programa de misiles soviético. Hasta septiembre de 1957 se realizaron un total de veinte lanzamientos suborbitales de cohetes R-1 y R-2 con perros. Desgraciadamente, no todos resultaron un éxito y cuatro perras (Dezik -sí, la cosmonauta pionera-, Lisa, Bulba y Lisa 2) murieron en dos accidentes.

La idea de mandar animales al espacio había surgido, como no, del propio Koroliov. En 1949 Koroliov contactó con el Instituto de Medicina de la Aviación en Moscú para estudiar la viabilidad de los experimentos con animales a gran altitud como preparación de cara a un posible vuelo espacial tripulado. Como vemos, ya por entonces Koroliov pensaba en poner un hombre en el espacio y no estaba dispuesto a dejar las cosas al azar. Como resultado de las maniobras de Koroliov, el médico del ejército Vladímir Yazdovski fue puesto al mando de una nueva sección del Instituto de Medicina de la Aviación dedicada a los vuelos espaciales con animales.

Serguéi Koroliov (izquierda) con Yazdovski.

Yazdovski sería la figura que estaría detrás de todos las misiones espaciales soviéticas con animales a bordo, acompañado a partir de 1955 por Oleg Gazenko. Lo primero que tuvo que decidir el equipo de Yazdovski fue qué tipo de animal debían usar. Se estudió la posibilidad de emplear conejos, ratones o reptiles, pero finalmente se decantaron por los perros. Los soviéticos conocían el trabajo que los norteamericanos estaban llevando al otro lado del telón de acero con monos, pero Yazdovski consideraba que los monos eran demasiado nerviosos y agresivos para esta tarea. Las similitudes fisiológicas con los humanos no compensaban la pesadilla logística que suponía trabajar con simios.

Se acordó usar perros pequeños (de 6 a 8 kg) para que pudiesen caber cómodamente dentro de una cápsula espacial. Preferentemente hembras -por ser más tranquilas que los machos- y a ser posible de color blanco, para que pudiesen ser fotografiadas con facilidad. Para los vuelos suborbitales se decidió mandar parejas de perritas, ya que se había observado que dos animales juntos se comportaban mejor que uno solo.

Cápsula para animales en vuelos suborbitales de misiles R-2 (RKK Energía).

En diciembre de 1950 comenzó el 'reclutamiento' de perros espaciales. Yazdovski aceptó perros entregados por familias o conocidos del personal del Instituto, aunque finalmente la mayoría serían perros callejeros recogidos en las perreras municipales de Moscú. El equipo de Yazdovski pensaba que los perros abandonados serían más 'duros' y tranquilos que las mimadas y nerviosas mascotas caseras. En la primera tanda se reclutaron 24 perros, de los cuales 17 serían entrenados para misiones espaciales. Pero algo debían olerse los canes, porque algunos no se mostraron muy entusiasmados con la idea de viajar al espacio. La perra Smelaya se escapó el día antes de su lanzamiento en agosto de 1951, aunque fue recuperada y completó su misión. Otro fugitivo, Rozhok, tuvo más suerte y logró evadirse. Nunca fue encontrado y hubo que buscar un sustituto (Zib).

Después de lanzar seis cohetes con perros en misiones suborbitales en 1951, entre 1954 y 1956 tuvo lugar una segunda serie de misiones con un total de 9 lanzamientos. Todos estos vuelos se llevaron a cabo usando cohetes R-1B, R-V, R-1D y R-1E, los cuales podían alcanzar una altura de unos cien kilómetros. En mayo de 1956 dio comienzo una nueva etapa en los vuelos suborbitales con animales al introducirse el cohete sonda V-2A, basado en el misil R-2A. Mucho más potente que el R-1, el R-2A podía alcanzar una altura de 212 kilómetros. Los perros sufrirían una aceleración de 6 g, pero a cambio disfrutarían de 360-370 segundos de ingravidez. El primer vuelo con el R-2A tuvo lugar el 16 de mayo de 1956 y las protagonistas fueron las perras Ryzhaya y Damka. Durante los siguientes vuelos, a algunos de los perros se les suministró narcóticos para comprobar su comportamiento en ingravidez con respecto a sus compañeros.

Cohete V-2A, un misil R-2A modificado (RKK Energía).

Como vemos, en octubre de 1957 la URSS gozaba de una amplia experiencia en vuelos suborbitales con animales. Koroliov sabía lo que decía cuando le propuso a Jruschov lanzar un perro a la órbita terrestre. Ahora quedaba concretar los detalles, que no eran pocos. Los vuelos suborbitales apenas tenían unos pocos minutos de duración, así que los ingenieros no se habían visto obligados a desarrollar complejos sistemas de soporte vital o de regulación de la temperatura necesarios para una nave espacial 'de verdad'. Pero lo más grave era que carecían de la tecnología para hacer regresar a un animal desde la órbita. Los escudos térmicos de ablación requeridos para soportar una reentrada atmosférica a 8 km/s estaban siendo perfeccionados en ese momento y en cualquier caso no había tiempo suficiente para construir una nave espacial completa. La primera y más dura decisión que tuvieron que tomar los ingenieros de la OKB-1 fue por tanto seguir adelante sabiendo que no había posibilidad de traer de vuelta al 'cosmonauta'. El viaje sería únicamente de ida. El perro elegido moriría en el espacio.

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