León Tolstói escribió que todas las familias felices se parecen entre
sí, pero las infelices lo son cada una a su manera
. Con las historias de amor sucede algo parecido.
Los amores fáciles comparten un color, un ritmo, una melodía que puede ser diferente, pero expresa siempre la misma armonía.
Los amores complicados, a cambio, son como las flores de un rosal salvaje
. Ninguna espina se repite, pero todas hacen daño.
Esta es la historia de un amor que iba a ser fácil y termina doliendo como una espina clavada en la piel, tan liviana en apariencia, tan afilada y profunda en realidad que el simple intento de extraerla la hace aún más puntiaguda, más feroz, más dolorosa.
La historia de un amor como no hay otro igual, un bolero encarnado en los tiempos felices de la normalidad, en los que un hombre puede amar a otro hombre como otros hombres han amado siempre a las mujeres
. Sin miedo, sin culpa, sin vergüenza.
Con la convicción de que el viento de la historia sopla a favor de quienes nunca hasta ahora habían podido aspirar a los amores fáciles. A su favor.
Eso es lo que siente el escritor Ernesto Méndez cuando conoce a Víctor Ramírez
. Él, un hombre maduro, ecuánime, instalado en la serenidad de una vida plena en la que no cree echar nada de menos, sucumbe al polifacético y arrollador encanto del concejal de Igualdad de su pueblo, un chico joven, guapo, brillante y lleno de energía, que se le acerca envuelto en una flamante bandera arcoíris, la enseña del orgullo de los homosexuales que ya no están dispuestos a seguir escondiéndose.
Víctor, tocado por la gracia, repleto de talentos, aparece ante Ernesto como el símbolo de una vida nueva, un sueño cumplido por el que vale la pena arriesgarse.
Y se arriesga. Y comprueba que vale la pena. Y se sigue arriesgando.
Y la sigue valiendo.
Y cuando descubre que casi nada es lo que parece, la memoria del vértigo logra mantener el sueño intacto. Que siga doliendo, es lo de menos.
Otra vida para vivirla contigo es, además de la letra de un bolero, una historia de amor con espina y, al mismo tiempo, mucho más que una historia de amor.
Eduardo Mendicutti ha escrito una novela inaugural que contempla la realidad española de hoy mismo desde perspectivas que nadie había frecuentado hasta ahora.
El matrimonio, el adulterio, el noviazgo, la infidelidad, los ritos y costumbres sociales de la nueva normalidad universal que todos –homosexuales y heterosexuales– acabamos de estrenar irrumpen en el oscuro amor de antaño para producir efectos misteriosos, paradójicos, capaces de encoger el corazón del lector, de helar sus sonrisas, y hasta sus carcajadas.
En ese territorio amable y peligroso a la vez, donde la apariencia liviana, casi crujiente, del relato nos seduce e inquieta a partes iguales, se produce el encuentro entre dos siglos, dos maneras de entender la vida, la lucha, la dignidad. También, por supuesto, el amor.
Cuando conoce a Víctor Ramírez, Méndez admira su audacia, su coraje, el descarado desparpajo del concejal guerrillero que se lanza sobre los micrófonos para proclamar su identidad sexual a los cuatro vientos
. La intimidad teje un relato distinto, donde quien más tiene que perder está dispuesto a jugárselo todo, mientras un muchacho nada con la ropa puesta sin dejar en ningún instante de sonreír a la cámara. Ernesto, un hombre maduro, curtido en las trincheras de las pasiones clandestinas, no necesita micrófonos para afirmar que está enamorado.
Su profundidad, la conciencia de estar viviendo algo extraordinario, choca con la liviana superficialidad de su amante, para quien el amor es algo distinto, más blando, más suave, más pálido.
Metáfora implacable de los tiempos que vivimos, Ernesto Méndez, mayor, elegante, discreto, es sin duda el más valiente de los dos, el más digno destinatario de esa anhelada normalidad que, sin embargo, se volverá en su contra para herirle por dentro como la espina más feroz de una rosa perfecta.
Afirmar que una novela de Eduardo Mendicutti es estupenda resulta una obviedad.
Añadir que es original, brillante, divertida e intensa, tampoco sorprenderá, a estas alturas, a ninguno de sus lectores.
Pero en Otra vida para vivirla contigo hay mucho más que un buen argumento en manos de un autor que borda el español mientras lo escribe
. Este es el testimonio de un país donde todos los amores son iguales.
La desigual historia de un amor parecido a los de toda la vida.
Complicado, eso sí, a su propia manera, como las familias infelices según Tolstói.
www.almudenagrandes.com
. Con las historias de amor sucede algo parecido.
Los amores fáciles comparten un color, un ritmo, una melodía que puede ser diferente, pero expresa siempre la misma armonía.
Los amores complicados, a cambio, son como las flores de un rosal salvaje
. Ninguna espina se repite, pero todas hacen daño.
Esta es la historia de un amor que iba a ser fácil y termina doliendo como una espina clavada en la piel, tan liviana en apariencia, tan afilada y profunda en realidad que el simple intento de extraerla la hace aún más puntiaguda, más feroz, más dolorosa.
La historia de un amor como no hay otro igual, un bolero encarnado en los tiempos felices de la normalidad, en los que un hombre puede amar a otro hombre como otros hombres han amado siempre a las mujeres
. Sin miedo, sin culpa, sin vergüenza.
Con la convicción de que el viento de la historia sopla a favor de quienes nunca hasta ahora habían podido aspirar a los amores fáciles. A su favor.
Eso es lo que siente el escritor Ernesto Méndez cuando conoce a Víctor Ramírez
. Él, un hombre maduro, ecuánime, instalado en la serenidad de una vida plena en la que no cree echar nada de menos, sucumbe al polifacético y arrollador encanto del concejal de Igualdad de su pueblo, un chico joven, guapo, brillante y lleno de energía, que se le acerca envuelto en una flamante bandera arcoíris, la enseña del orgullo de los homosexuales que ya no están dispuestos a seguir escondiéndose.
Víctor, tocado por la gracia, repleto de talentos, aparece ante Ernesto como el símbolo de una vida nueva, un sueño cumplido por el que vale la pena arriesgarse.
Y se arriesga. Y comprueba que vale la pena. Y se sigue arriesgando.
Y la sigue valiendo.
Y cuando descubre que casi nada es lo que parece, la memoria del vértigo logra mantener el sueño intacto. Que siga doliendo, es lo de menos.
Otra vida para vivirla contigo es, además de la letra de un bolero, una historia de amor con espina y, al mismo tiempo, mucho más que una historia de amor.
Eduardo Mendicutti ha escrito una novela inaugural que contempla la realidad española de hoy mismo desde perspectivas que nadie había frecuentado hasta ahora.
El matrimonio, el adulterio, el noviazgo, la infidelidad, los ritos y costumbres sociales de la nueva normalidad universal que todos –homosexuales y heterosexuales– acabamos de estrenar irrumpen en el oscuro amor de antaño para producir efectos misteriosos, paradójicos, capaces de encoger el corazón del lector, de helar sus sonrisas, y hasta sus carcajadas.
En ese territorio amable y peligroso a la vez, donde la apariencia liviana, casi crujiente, del relato nos seduce e inquieta a partes iguales, se produce el encuentro entre dos siglos, dos maneras de entender la vida, la lucha, la dignidad. También, por supuesto, el amor.
Cuando conoce a Víctor Ramírez, Méndez admira su audacia, su coraje, el descarado desparpajo del concejal guerrillero que se lanza sobre los micrófonos para proclamar su identidad sexual a los cuatro vientos
. La intimidad teje un relato distinto, donde quien más tiene que perder está dispuesto a jugárselo todo, mientras un muchacho nada con la ropa puesta sin dejar en ningún instante de sonreír a la cámara. Ernesto, un hombre maduro, curtido en las trincheras de las pasiones clandestinas, no necesita micrófonos para afirmar que está enamorado.
Su profundidad, la conciencia de estar viviendo algo extraordinario, choca con la liviana superficialidad de su amante, para quien el amor es algo distinto, más blando, más suave, más pálido.
Metáfora implacable de los tiempos que vivimos, Ernesto Méndez, mayor, elegante, discreto, es sin duda el más valiente de los dos, el más digno destinatario de esa anhelada normalidad que, sin embargo, se volverá en su contra para herirle por dentro como la espina más feroz de una rosa perfecta.
Afirmar que una novela de Eduardo Mendicutti es estupenda resulta una obviedad.
Añadir que es original, brillante, divertida e intensa, tampoco sorprenderá, a estas alturas, a ninguno de sus lectores.
Pero en Otra vida para vivirla contigo hay mucho más que un buen argumento en manos de un autor que borda el español mientras lo escribe
. Este es el testimonio de un país donde todos los amores son iguales.
La desigual historia de un amor parecido a los de toda la vida.
Complicado, eso sí, a su propia manera, como las familias infelices según Tolstói.
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