Oigo decir a un alto cargo del Gobierno que la sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre la llamada doctrina Parot
(redención de condena sobre las penas impuestas, no sobre el máximo de
30 años de cárcel legalmente permitidos) viene contaminada.
El fallo le
quita la razón al Gobierno de España.
Y la contaminación detectada en
Moncloa apunta al supuesto autor intelectual de la sentencia.
Uno de los
17 magistrados de la Gran Sala, el español Luis López Guerra, exdiputado socialista en la asamblea de Madrid (2003) y exsecretario de Estado de Justicia (2004-2007 en el Gobierno de Rodríguez Zapatero).
En
esas condiciones tenemos asegurado el culebrón
. Quizás se haya
desencadenado ya con la lectura de este comentario, o estará a punto de
hacerlo, pues la difusión de la sentencia está prevista para las
primeras horas de este lunes.
Un culebrón de naturaleza similar a los
habituales en nuestros debates de cercanías cada vez que el Supremo o el
Constitucional fallan a gusto o a disgusto de la derecha o de la
izquierda, según el sesgo político adjudicado con mayor o menor
fundamento a tal o cual componente de los altos tribunales.
No
estamos ante una cuestión ideológica o de partido, sino de aplicación
del Estado de Derecho.
Y de cumplimiento de los compromisos
internacionales firmados por España, como el de “acatar y ejecutar” las
sentencias del Tribunal de los Derechos Humanos de Estrasburgo
(47 países europeos lo reconocen).
Pero los españoles hemos vivido y
sufrido muy de cerca el carácter particularmente odioso de los crímenes
terroristas.
Y es duro que, por encima de los respectivos
pronunciamientos del Tribunal Supremo, que alumbró la doctrina Parot en
2006, y del Tribunal Constitucional, que la respaldó con ciertas
condiciones en 2012, la instancia europea encargada nos diga ahora que
los presos etarras están siendo tratados de una forma ilegal o injusta
en materia de redención de penas. ¿Todos los presos o sólo la interesada
en esta causa, Inés del Río? Es la incógnita por despejar.
Los
juristas no se han puesto de acuerdo sobre si la sentencia europea que
hoy tumbará la doctrina Parot es o no extensible a todos los presos en
el mismo caso (juzgados por el Código Penal de 1973), en una especie de
efecto dominó (54 etarras, 7 del Grapo, 1 del Gal y 14 comunes). La
posición del Gobierno, defendida por un abogado del Estado, Isaac Salama,
está cargada de sentido común: ¿es igual asesinar a un ser humano que
asesinar a 100? La opinión pública no va a entender esta sentencia,
salvo que opte por una generosa lectura en favor del olvido y la
reconciliación.
En nuestra memoria herida está demasiado reciente
el rastro de sangre y miseria moral que ha dejado ETA. Así que va a ser
inútil apelar a la sensatez cuando la sentencia, leída esta mañana por
el secretario general de la gran sala del Tribunal, Michael O'Boyle, ha vuelto a dar la razón a la etarra Inés del Rio,
condenada a más de 3.000 años de cárcel (“debe ser puesta en libertad a
la mayor brevedad posible”) y se la ha vuelto a quitar al Estado
español, en cuyo nombre su Gobierno presentó recurso.
Si a todo eso
añadimos la sospecha de estar ante una sentencia contaminada por la
parcialidad del magistrado español, como me temo que va a ser
inevitable, el culebrón está servido.
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