Aunque ahora apuesta por las prendas sencillas y sobrias, el actor recuerda cómo vestía en el inicio de su carrera, cuando se dejaba llevar por el estilo excéntrico y colorista de los años 80.
Regresa a la pantalla con la película de animación Justin y la espada del valor, que se estrena en España el próximo 20 de septiembre. En
ella pone voz a Sir Antoine, del que dice que viste «un poco pasado».
Confiesa que es su mujer quien le compra la ropa, que siente respeto por
la industria de la moda… y que no le importa hablar de prendas
interiores.
Entenderá que empiece preguntándole por la capa de El Zorro.
Creo que es la prenda con la que más a gusto me he sentido en el cine. El primer día me vi disfrazado, pero luego fui haciéndola mía y me encontré muy cómodo.
¿La conserva?
Claro. Varias. Y las espadas. He cedido algunas para subastas benéficas.
¿Le gusta ir de compras?
Es que casi todo me lo compra Melanie. Ella tiene buen gusto y me conoce bien. Yo sólo compro prendas sencillas, camisetas, pantalones anchos...
¿Algún capricho relacionado con la ropa?
Unas botas que me hace a medida un artesano mexicano. Me encantan. Son comodísimas y ni siquiera son muy caras.
¿Cuándo fue la primera vez que sintió que se estaba vistiendo como una estrella?
Sin duda, cuando fui al Festival de San Sebastián con La ley del deseo. Llevaba una chaqueta negra de piel que era una pasada. La guardé durante años, hasta que me la robaron.
Recuerde la primera ocasión en que se vistió para ir a los Oscar.
Eso tiene una historia. Iba a presentar un premio con Sharon Stone y llevaba un esmoquin. Pero cometí el error de estrenar zapatos. Me equivoqué con el número y me apretaban muchísimo.
¿Y qué pasó?
Me dijeron que me los quitara, pero habría sido incapaz de volver a ponérmelos. Salí y entregué el premio, aunque sólo pensaba en mis pies. Cuando ves las imágenes, se me nota encogido por el dolor.
Lo más espectacular que ha lucido en la alfombra roja…
Un esmoquin muy loco que me hizo Armani para el estreno de Evita en Londres, con levita larga hasta los pies. Aquella noche me pasó otra cosa…
Pues cuente...
Vinieron mis padres de Málaga y pillé a mi madre en la sala de invitados dándole instrucciones de algo a John Major. Él escuchaba, muy serio, y le decía que sí.
¿Cuándo se sintió ridículo vistiendo?
Yo me he puesto de todo. Pero ahora me da vergüenza ver fotos mías de los 80 con zapatos rojos, pantalones blancos y camisa transparente. ¡Y yo pensaba que iba estupendo!
Bueno, era el momento.
Ya, pero es que yo me dejaba llevar por la moda parchís. ¡Si hasta me ponía calentadores de colorines y andaba por ahí con ellos a 40 grados, tan feliz! Tengo 53 años y me da miedo ver mis fotos a lo Tony Manero, con el pantalón de campana y la melena rizada. O con un peto. Terrible.
Nunca se pone…
Sandalias. No me gustan.
¿Hasta qué punto le interesa la moda?
La verdad es que ahora aprecio todo lo que hay detrás de ese negocio. He aprendido a ver los desfiles como arte. A mi hija Stella del Carmen le encanta el diseño y me ha enseñado muchas cosas.
Se siente bien vistiendo... ¿qué?
Pantalones cómodos y camiseta. Y para ir formal, trajes negros. Me gusta mucho Armani o Dolce & Gabbana, y sus diseños me quedan bien. Oye, me decepciona que no me preguntes por mis calzoncillos.
No quería ser indiscreta, pero si quiere hablarme de ellos, adelante.
La verdad, ¡siempre son negros!
Entenderá que empiece preguntándole por la capa de El Zorro.
Creo que es la prenda con la que más a gusto me he sentido en el cine. El primer día me vi disfrazado, pero luego fui haciéndola mía y me encontré muy cómodo.
¿La conserva?
Claro. Varias. Y las espadas. He cedido algunas para subastas benéficas.
¿Le gusta ir de compras?
Es que casi todo me lo compra Melanie. Ella tiene buen gusto y me conoce bien. Yo sólo compro prendas sencillas, camisetas, pantalones anchos...
¿Algún capricho relacionado con la ropa?
Unas botas que me hace a medida un artesano mexicano. Me encantan. Son comodísimas y ni siquiera son muy caras.
¿Cuándo fue la primera vez que sintió que se estaba vistiendo como una estrella?
Sin duda, cuando fui al Festival de San Sebastián con La ley del deseo. Llevaba una chaqueta negra de piel que era una pasada. La guardé durante años, hasta que me la robaron.
Recuerde la primera ocasión en que se vistió para ir a los Oscar.
Eso tiene una historia. Iba a presentar un premio con Sharon Stone y llevaba un esmoquin. Pero cometí el error de estrenar zapatos. Me equivoqué con el número y me apretaban muchísimo.
¿Y qué pasó?
Me dijeron que me los quitara, pero habría sido incapaz de volver a ponérmelos. Salí y entregué el premio, aunque sólo pensaba en mis pies. Cuando ves las imágenes, se me nota encogido por el dolor.
Lo más espectacular que ha lucido en la alfombra roja…
Un esmoquin muy loco que me hizo Armani para el estreno de Evita en Londres, con levita larga hasta los pies. Aquella noche me pasó otra cosa…
Pues cuente...
Vinieron mis padres de Málaga y pillé a mi madre en la sala de invitados dándole instrucciones de algo a John Major. Él escuchaba, muy serio, y le decía que sí.
¿Cuándo se sintió ridículo vistiendo?
Yo me he puesto de todo. Pero ahora me da vergüenza ver fotos mías de los 80 con zapatos rojos, pantalones blancos y camisa transparente. ¡Y yo pensaba que iba estupendo!
Bueno, era el momento.
Ya, pero es que yo me dejaba llevar por la moda parchís. ¡Si hasta me ponía calentadores de colorines y andaba por ahí con ellos a 40 grados, tan feliz! Tengo 53 años y me da miedo ver mis fotos a lo Tony Manero, con el pantalón de campana y la melena rizada. O con un peto. Terrible.
Nunca se pone…
Sandalias. No me gustan.
¿Hasta qué punto le interesa la moda?
La verdad es que ahora aprecio todo lo que hay detrás de ese negocio. He aprendido a ver los desfiles como arte. A mi hija Stella del Carmen le encanta el diseño y me ha enseñado muchas cosas.
Se siente bien vistiendo... ¿qué?
Pantalones cómodos y camiseta. Y para ir formal, trajes negros. Me gusta mucho Armani o Dolce & Gabbana, y sus diseños me quedan bien. Oye, me decepciona que no me preguntes por mis calzoncillos.
No quería ser indiscreta, pero si quiere hablarme de ellos, adelante.
La verdad, ¡siempre son negros!
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