La preocupación mundial por la conservación de los nuevos formatos digitales hace tiempo que consume en un debate muy interesante a los profesionales del archivo histórico.
A modo de homenaje, este verano quise recuperar unas imágenes de
películas españolas.
Quería que las vieran los personajes de mi última película. Una de mitad de los años sesenta, la otra de 20 años después.
Es decir, tampoco se presumía un ejercicio de paleontología que se remontara al cine mudo.
Pero en ambos casos me encontré con la misma situación.
Soportes destrozados, imágenes casi irreproducibles, el color desaparecido, ningún masterizado digital con calidad mínima.
Un estado lamentable que parece extenderse como una tragedia por el patrimonio audiovisual español sin que dispare las alarmas de nadie. Si ese es el nivel de reproducción de unas películas conocidas y respetadas, qué no estará ocurriendo con el fondo más oscuro.
La preocupación mundial por la conservación de los nuevos formatos digitales hace tiempo que consume en un debate muy interesante a los profesionales del archivo histórico.
Conocemos la resistencia y duración de los materiales antiguos, pero apenas sabemos nada del futuro que le espera a los soportes actuales, que además cambian y se hacen incompatibles casi cada lustro.
Hagan la prueba casera y resultará contundente.
Se conserva mejor la única foto que perdura de sus bisabuelos que muchas de las instantáneas o vídeos que tomó de sus nietos hace apenas unos años.
El New York Review of Books, una de las mejores lecturas críticas que se puede tener al alcance, reprodujo el discurso de Scorsese en el Kennedy Center donde reflexionaba sobre la perdurabilidad del legado cinematográfico. Allí recordaba que Vértigo, de Hitchcock, ocupa ahora el número uno de las listas de mejores películas, que cada década varía sensiblemente
. La cinta, en su día, recibió críticas templadas y una recepción comercial mediocre.
Es decir, tenía todas las papeletas para pudrirse en el abandono y la degradación
. Su laborioso salvamento, gracias a las oscilaciones del criterio crítico, no puede evitar que otras aventuras cinematográficas tengan menos suerte
. Celebramos con fuegos artificiales la recuperación de películas perdidas, este verano dos que han llenado de titulares superficiales la prensa mundial. Mientras tanto desaparece lo que aún no está perdido del todo
. Y España, me temo, en esto del abandono y la desidia es campeona mundial.
Quería que las vieran los personajes de mi última película. Una de mitad de los años sesenta, la otra de 20 años después.
Es decir, tampoco se presumía un ejercicio de paleontología que se remontara al cine mudo.
Pero en ambos casos me encontré con la misma situación.
Soportes destrozados, imágenes casi irreproducibles, el color desaparecido, ningún masterizado digital con calidad mínima.
Un estado lamentable que parece extenderse como una tragedia por el patrimonio audiovisual español sin que dispare las alarmas de nadie. Si ese es el nivel de reproducción de unas películas conocidas y respetadas, qué no estará ocurriendo con el fondo más oscuro.
La preocupación mundial por la conservación de los nuevos formatos digitales hace tiempo que consume en un debate muy interesante a los profesionales del archivo histórico.
Conocemos la resistencia y duración de los materiales antiguos, pero apenas sabemos nada del futuro que le espera a los soportes actuales, que además cambian y se hacen incompatibles casi cada lustro.
Hagan la prueba casera y resultará contundente.
Se conserva mejor la única foto que perdura de sus bisabuelos que muchas de las instantáneas o vídeos que tomó de sus nietos hace apenas unos años.
El New York Review of Books, una de las mejores lecturas críticas que se puede tener al alcance, reprodujo el discurso de Scorsese en el Kennedy Center donde reflexionaba sobre la perdurabilidad del legado cinematográfico. Allí recordaba que Vértigo, de Hitchcock, ocupa ahora el número uno de las listas de mejores películas, que cada década varía sensiblemente
. La cinta, en su día, recibió críticas templadas y una recepción comercial mediocre.
Es decir, tenía todas las papeletas para pudrirse en el abandono y la degradación
. Su laborioso salvamento, gracias a las oscilaciones del criterio crítico, no puede evitar que otras aventuras cinematográficas tengan menos suerte
. Celebramos con fuegos artificiales la recuperación de películas perdidas, este verano dos que han llenado de titulares superficiales la prensa mundial. Mientras tanto desaparece lo que aún no está perdido del todo
. Y España, me temo, en esto del abandono y la desidia es campeona mundial.
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