Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

16 ago 2013

Por un beso del camarero...................Del Blog EROS

Por: | 16 de agosto de 2013
... daría lo que fuera, diríamos, parafraseando aquel hit melosón de Jarabedepalo
. La métrica se nos pone difícil cuando sustituimos a "la flaca" por "el camarero", así que podríamos probar en argentino: "por un beso de-el mozo..." ( y de paso, entablamos complicidad con los guapísimos mozos argentinos).
Por cierto, ¿en qué país se utiliza la palabra "mesero"? ... porque también cabe el vocablo en el verso.
El elogio al camarero podría hacerse extensivo a todo el personal de hostelería, especialmente a los pinches de cocina, que pueden tener tiempo libre entre plato y plato para dedicárselo a algún comensal; dedicar al cliente/a, aunque más no sea, una sostenida mirada de deseo
. Eso sí, el terreno de roces y besos lo comanda, en exclusiva, el camarero.
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Qué beso: impecable la obra de la artista norteamericana Betty Tompkins. Vía Galerie Rodolphe Janssen.
Esta es una oda a los camareros, sí, estáis en lo cierto.
 Tengo hermosos recuerdos de affaires efímeros y algo más duraderos dentro de la industria hostelera, pero fue un lector del blog, Carlos, quien me empujó a tratar el asunto.
 En su insistente lamento, intuyo que con buen sentido del humor, Carlos escribe: "... a la hora de la verdad, solo liga el camarero, como siempre".
Le doy la razón. Sin embargo, como en el chiste del fútbol, a veces resulta que ganan los que no son alemanes.
 Así es que nadie, en ningún bar del mundo, debería desfallecer en sus intentos de seducción... sobre todo porque 'ganarle' una chica al camarero representa un premio gordo.
No vamos a negar que las mujeres a veces se aburren con sus maridos cuando ambos salen solos a cenar. Y así es como suele comenzar el habitual deporte de mirotear al camarero sin parar hasta conseguir que él repare en ellas.
 Al parecer, no todos los hombres/novios tienen tan afilado el ojo observador, por lo que muchos no advierten el juego.
 Podemos suponer que Carlos sí que ha aceitado su mirilla: "(...) en realidad no nos comemos un colín, precisamente por ir pegados constantemente a la pareja.
¿Y qué pasaría si hubiera un hueco en la pareja de unas horas?. Pues lo de siempre, el rosco se lo comería el personal de hostelería. El portero, el camarero, etcétera..."
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Hill Creek Pictures (Getty Images).
Una noche, mientras transcurría una aburridísima cena de trabajo en un bistró, descubrí que, por la ventana que conectaba el salón-comedor con la cocina, un chico inmóvil, de inmaculado blanco (gorro y chaqueta), guapísimo, me miraba sin pestañear.
Supongo que el chico de la cocina intentaba contagiarme su deseo, algo que consiguió con solo sostener su mirada durante unos buenos largos minutos, mientras yo departía con otra gente y, por supuesto, toda vez que volvía mis ojos hacia él. De repente, la cena se tornó pícara y llevadera.
 En mi humilde parecer, el juego de las miradas resulta altamente recomendable y sin efectos secundarios.
 En ocasiones hay que saber dejarlo ahí... pero sucedió que volví a ir a ese restaurante unas semanas después, esta vez al mediodía, con una amiga, y cuando el chico pasó a mi lado, en su trasiego de enseres, volvió a sostener aquella mirada; entonces, le dije "hola" y provoqué el abrupto final de aquella historia: el chico se puso rojo, balbuceó algo y se alejó.
Además de hacer el amor con los ojos, tanto solteras como casadas pueden practicar el frota-frota, un juego de equívocos muy socorrido en bares llenos de gente: solo el camarero nota que los roces ocurren con toda la intención.
Esta modalidad puede ampliarse hacia el ligoteo franco con el camarero
. Aunque no hace falta tocarse: desabrochando un botón más del escote, y con una sonrisa cómplice, también habrá oportunidad para una primera conversación. ¿Quién no recuerda cómo se conocieron Samantha y Jerry (Jason Lewis) en Sexo en Nueva York?
 
A mí me ocurrió en una época solitaria, de post-separación... hablo de esos tiempos que no son ni tristes ni muy agitados y en los que uno deambula, a menudo sola, del cine a la cafetería
. Un domingo a la noche y otro, así empecé a frecuentar un bar de esos con decoración aceptable, buena música y lindos camareros.
 Iba a la salida del cine, sola, o con amigas que se tomaban ahí la última cerveza del fin de semana, siempre en la barra
. El chico que ponía las copas tenía una larga década (década y media) menos que yo y que mis amigas y era realmente atractivo (una suerte de Mick Jagger veinteañero).
 Y ocurrió, ocurrió una noche en la que él no paraba de mirar, que un impulso me llevó a decirle, al oído: "tu boca me mata".
 Su osada respuesta fue: "entonces, te doy un beso", tras lo cual cruzó su cuerpo sobre la barra y me besó hermosamente.
Desde entonces, solo nos saludábamos con besos efusivos y rellenos, cada vez.
 Aquel era nuestro agradable ritual semanal (al margen del Cosmopolitan que me preparaba con todo el amor que allí cabía y no me cobraba).
 Pero un día decidimos que queríamos un poquito más de besos y fuimos al servicio, de damas.
 La verdad es que en el cubículo duramos apenas unos minutos, porque había un único wc destinado a las señoras y fue entrar y armarse, en la puerta, una larga cola y protestas: "deje/n entrar", escuché a una mujer enfadada.
 Él, como buen camarero solícito, salió raudamente del baño, pero yo, que no sabía cómo enfrentarme a la turba femenina embravecida, demoré un ratito más en quitar el cerrojo a la puerta y abrirme paso con la mejor sonrisa de 'yo-no-fui'.
Luego vinieron más días pero la magia acabó esa noche.
Ya no hubo domingos de madrugada esperando a que sacara los cubos de basura ni hubo más fantasías compartidas
. Nos quedaron a cada uno sus ratones, que son excelentes para sonreír por muchos años más.
Betty Tompkins_

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