Por Matteo Ricci *
Hace una semana, Roberto, de 14 años, se tiró por la ventana de su comunidad en Roma porque no encontraba la esperanza de que su entorno aceptara su homosexualidad.
Fue otra víctima inocente de una sociedad que estigmatiza, excluye, define a cada persona y luego decide qué tiene que hacer.
Fotograma de aquel beso tan deseado entre Jake Gyllenhaal y Heath Ledger en 'Brokeback mountain', la película de Ang Lee.
Otro joven ángel que ha utilizado la forma de comunicación más extrema y atronadora. Silencio
. Es lo que necesito después de un episodio como este, en el que la ignorancia y el miedo se transforman en violencia.
¿Por qué, cuando estas historias se imponen en la agenda de los medios, empieza un baile de declaraciones y promesas para no cumplir, un ruido de voces importantes que se indignan hasta caer en un nuevo silencio, tardío, esperando la próxima víctima?
Hace una semana, Roberto, de 14 años, se tiró por la ventana de su comunidad en Roma porque no encontraba la esperanza de que su entorno aceptara su homosexualidad.
Fue otra víctima inocente de una sociedad que estigmatiza, excluye, define a cada persona y luego decide qué tiene que hacer.
Fotograma de aquel beso tan deseado entre Jake Gyllenhaal y Heath Ledger en 'Brokeback mountain', la película de Ang Lee.
Otro joven ángel que ha utilizado la forma de comunicación más extrema y atronadora. Silencio
. Es lo que necesito después de un episodio como este, en el que la ignorancia y el miedo se transforman en violencia.
¿Por qué, cuando estas historias se imponen en la agenda de los medios, empieza un baile de declaraciones y promesas para no cumplir, un ruido de voces importantes que se indignan hasta caer en un nuevo silencio, tardío, esperando la próxima víctima?
He leído comentarios a esta noticia en los periódicos digitales: hay
muchas personas que mueven tan rápido sus dedos en el teclado y son
incapaces de regalar un poco de silencio a este luto.
Ellos ya tenían su opinión, como los pseudo-psicólogos y sociólogos y jueces que escriben palabras llenas de prejuicios en un contexto inútil.
En Berlín puedes imaginar las posibilidades fuera de la 'norma heterosexista', según el director Tom Tykwer y su interesante filme 'Three'.
Recuerdo experiencias similares de los últimos años, suicidios de chicos que no encontraban paz, que no veían nada más que miedo y rechazo, o casos de violencia feroz sobre personas transexuales en las periferias, y sangre sobre besos gays en las calles de cada ciudad italiana (en todas, del norte al sur).
Por entonces yo trabajaba para Arcigay y tenía que hablar y mover mis dedos sobre el teclado para producir frases que pudieran ser útiles para contrarrestar el sistema de poder 'política-prensa-Vaticano'.
En mi corazón quería solo silencio, unas horas de respeto porque sentía que era demasiado tarde para hablar.
Y crecía dentro de mí una rabia sutil, que se fue haciendo intensa y extenuante y que me ha empujado a dejar un país que me estaba haciendo daño como persona homosexual.
Italia ha elegido mirar hacia la Rusia de Putin y no hacia la mayoría de los países europeos que cree en la libertad individual y en la igualdad.
Esta Italia está gobernada por una mayoría de políticos esclavos -de casi todos los partidos- de un monarca blanco que vive en Roma: juegan con la piel de mujeres, personas LGTB y gente de otras culturas, atacando sin vergüenza, diariamente, toda identidad que se salga de la norma blanca y heterosexista.
Escupen, impunes, encima del amor de otras personas como si otras maneras de amar pudieran afectar el amor heterosexual, alimentando los prejuicios y autorizando la exclusión.
Así, se hacen cómplices directos de los victimarios de la homofobia y de la transfobia, del machismo y del racismo.
Orgullo LGTB, de la página de 'Órbita Diversa'.
Y aquí empieza mi grito de rabia.
Yo no estoy, como dice el señor Bergoglio, "perdido": soy una persona orgullosa, feliz, digna. Gay.
He descubierto con fatiga que el momento de hablar es cada día de nuestra vida cotidiana.
No sabemos cuántas personas homosexuales o bisexuales habrá encontrado el pequeño Roberto en su vida, pero al parecer nadie tuvo el coraje de ofrecerle un modelo positivo de otra afectividad, nadie le cogió de la mano y le dijo que se puede amar a cualquier persona sea cual sea su sexo; nadie le enseñó lo que eran los besos entre dos hombres.
Somos todas y todos cómplices cuando, por miedo, renunciamos a expresar nuestra afectividad lésbica o gay "porque hay niños alrededor"; cuando nos mudamos a vivir a Bolonia o a Milán y no salimos del armario con los abuelos en el pueblo "porque son mayores"; cuando preguntamos a un niño pequeño si ya tiene "novia" en el colegio; cuando no contamos nuestras vacaciones con nuestras parejas a los colegas del trabajo porque "la sexualidad es privada".
¡Cuántas veces he hablado con mujeres que, entre lágrimas, me contaban que habían descubierto la tarjeta escondida de un club gay entre las cosas de su marido
! Somos cómplices cuando esperamos que vengan los demás a preguntarnos, olvidándonos de que nuestro silencio nos pone automáticamente dentro de la norma heteronormativa.
Si estamos en silencio, solo podemos ser heterosexuales en Italia.
Ahora es el momento de hablar. Cada momento es el momento en el que una persona LGBT puede comunicar su diversidad con su entorno, con su familia, con sus vecinos, con sus colegas. Todos los días son los días para gritar nuestra rabia.
Si la política nos ofende, nos maltrata, es justo el tiempo de reaccionar y de enseñar el orgullo de nuestra felicidad, de nuestras vidas de amistades y amores sin derechos.
Si no, irremediablemente, nos sentiremos responsables de las víctimas del odio y de los prejuicios.
(*) Matteo Ricci es italiano y vive en Madrid desde 2010. Es formador y activista. Trabajó como jefe de prensa en Arcigay, la mayor ONG italiana LGTB y actualmente es presidente de la Asociación Órbita Diversa.
Ellos ya tenían su opinión, como los pseudo-psicólogos y sociólogos y jueces que escriben palabras llenas de prejuicios en un contexto inútil.
En Berlín puedes imaginar las posibilidades fuera de la 'norma heterosexista', según el director Tom Tykwer y su interesante filme 'Three'.
Recuerdo experiencias similares de los últimos años, suicidios de chicos que no encontraban paz, que no veían nada más que miedo y rechazo, o casos de violencia feroz sobre personas transexuales en las periferias, y sangre sobre besos gays en las calles de cada ciudad italiana (en todas, del norte al sur).
Por entonces yo trabajaba para Arcigay y tenía que hablar y mover mis dedos sobre el teclado para producir frases que pudieran ser útiles para contrarrestar el sistema de poder 'política-prensa-Vaticano'.
En mi corazón quería solo silencio, unas horas de respeto porque sentía que era demasiado tarde para hablar.
Y crecía dentro de mí una rabia sutil, que se fue haciendo intensa y extenuante y que me ha empujado a dejar un país que me estaba haciendo daño como persona homosexual.
Italia ha elegido mirar hacia la Rusia de Putin y no hacia la mayoría de los países europeos que cree en la libertad individual y en la igualdad.
Esta Italia está gobernada por una mayoría de políticos esclavos -de casi todos los partidos- de un monarca blanco que vive en Roma: juegan con la piel de mujeres, personas LGTB y gente de otras culturas, atacando sin vergüenza, diariamente, toda identidad que se salga de la norma blanca y heterosexista.
Escupen, impunes, encima del amor de otras personas como si otras maneras de amar pudieran afectar el amor heterosexual, alimentando los prejuicios y autorizando la exclusión.
Así, se hacen cómplices directos de los victimarios de la homofobia y de la transfobia, del machismo y del racismo.
Orgullo LGTB, de la página de 'Órbita Diversa'.
Y aquí empieza mi grito de rabia.
Yo no estoy, como dice el señor Bergoglio, "perdido": soy una persona orgullosa, feliz, digna. Gay.
He descubierto con fatiga que el momento de hablar es cada día de nuestra vida cotidiana.
No sabemos cuántas personas homosexuales o bisexuales habrá encontrado el pequeño Roberto en su vida, pero al parecer nadie tuvo el coraje de ofrecerle un modelo positivo de otra afectividad, nadie le cogió de la mano y le dijo que se puede amar a cualquier persona sea cual sea su sexo; nadie le enseñó lo que eran los besos entre dos hombres.
Somos todas y todos cómplices cuando, por miedo, renunciamos a expresar nuestra afectividad lésbica o gay "porque hay niños alrededor"; cuando nos mudamos a vivir a Bolonia o a Milán y no salimos del armario con los abuelos en el pueblo "porque son mayores"; cuando preguntamos a un niño pequeño si ya tiene "novia" en el colegio; cuando no contamos nuestras vacaciones con nuestras parejas a los colegas del trabajo porque "la sexualidad es privada".
¡Cuántas veces he hablado con mujeres que, entre lágrimas, me contaban que habían descubierto la tarjeta escondida de un club gay entre las cosas de su marido
! Somos cómplices cuando esperamos que vengan los demás a preguntarnos, olvidándonos de que nuestro silencio nos pone automáticamente dentro de la norma heteronormativa.
Si estamos en silencio, solo podemos ser heterosexuales en Italia.
Ahora es el momento de hablar. Cada momento es el momento en el que una persona LGBT puede comunicar su diversidad con su entorno, con su familia, con sus vecinos, con sus colegas. Todos los días son los días para gritar nuestra rabia.
Si la política nos ofende, nos maltrata, es justo el tiempo de reaccionar y de enseñar el orgullo de nuestra felicidad, de nuestras vidas de amistades y amores sin derechos.
Si no, irremediablemente, nos sentiremos responsables de las víctimas del odio y de los prejuicios.
(*) Matteo Ricci es italiano y vive en Madrid desde 2010. Es formador y activista. Trabajó como jefe de prensa en Arcigay, la mayor ONG italiana LGTB y actualmente es presidente de la Asociación Órbita Diversa.
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