Claudia Murillo ha viajado por medio mundo en busca de su vocación. La localizamos en Roma, volcada con la ilustracion.
A Claudia Murillo (Arequipa, 1982) no le ha faltado trabajo casi
desde el día que terminó sus estudios de periodismo; primero en prensa
escrita y después en televisión.
Pero en estos tiempos de incertidumbre más llama la atención que haya sido capaz de compaginar su profesión con un estilo de vida prácticamente nómada
. Abandonó su Arequipa natal para terminar el instituto en Estados Unidos; regresó, pero a Lima, directa a la Universidad.
El año pasado, tras haber pasado unos meses en Londres, aterrizó en Barcelona para comenzar una nueva etapa; solo que esta vez no lo hizo en calidad de periodista, sino como ilustradora.
Parte de la culpa de ese trasiego por medio mundo la tiene su padre, que siempre le ha dado ánimos para encontrar su vocación.
Le aconsejó cuando no era capaz de decidirse por una carrera.
“Me gustaba escribir y dibujar. Pensé estudiar literatura pero me dijo que de eso no iba a conseguir vivir y me recomendó que hiciera periodismo”.
Su reconversión también tiene mucho que ver con él. “A mis 31 años me dijo: ‘Claudia, ¿por qué no te dedicas a lo que realmente te gusta?”, explica algo desencantada con su anterior profesión
. Pocos meses después estaba estudiando ilustración en Barcelona, una ciudad que conoció en 2010 cuando asistió a un retiro budista. El periodismo era historia.
“Dejé a mi familia, mi trabajo, mi novio, mi perro…”, bromea.
Allí ha tenido la oportunidad de perfeccionar una “técnica mixta” amalgama de todas las que de forma autodidacta ha empleado hasta ahora.
“Siempre me encantaron la tinta y las plumas
. Solía dibujar en blanco y negro hasta que descubrí unos rotuladores que pintaban como acuarela, y de ahí di el salto a la acuarela”.
Ahora sigue echando mano de la tinta —”para los dibujos”—, la acuarela —”para el coloreo”—, y, en ocasiones, otros materiales que sirven de fondo o complementan pequeños detalles de sus composiciones. Un ejemplo de ello es El teatro de los sueños, un trasunto de escenario de marionetas cuyo telón de fondo está hecho con textil y papel de periódico.
“Todo el mundo apostaba más que yo por esto de la ilustración”, recuerda.
Pero cuando expuso por primera vez —una vez más animada por su padre— se dio cuenta de que a lo mejor no se trataba de un simple hobby. “Llevé cuatro cuadros a una galería y se vendieron tres el primer día”, relata aún sorprendida.
Dada por concluida su estancia en Barcelona, este verano hizo las maletas y se marchó a Roma sin hablar una palabra de italiano.
Allí ha encontrado un empleo en una heladería para ir tirando hasta que comience su próximo curso de ilustración, esta vez en Milán. Su desembarco en Italia no es fruto del azar; aunque la rama paterna de su familia es de Cuzco, su madre tiene raíces transalpinas.
”Siempre he vivido entre los Andes y los ñoquis”. Hugo Pratt y su Corto Maltés encabezan, además, una lista de autores y personajes de la ilustración italiana cuya influencia es decisiva en su trabajo, tal y como ella misma reconoce.
Regresar a Perú está en su punto de mira —no sin antes probar suerte en Europa— aprovechando lo aprendido para intentar abrir brecha en el mercado local de ilustración editorial. “En España están surgiendo muchas editoriales independientes. Hay cuadernos que parecen auténticas obras de arte. En Perú todavía está empezando y existe un círculo muy cerrado más enfocado a la política y a lo clásico”.
La llamada de Se busca talento le pilla entre helados y cucuruchos.
La idea de participar se la robó a un primo que animaba a su novia a través de Facebook a probar suerte. Ella lo vio por casualidad y no lo dudó un instante. “Hay gente que va a leer de mí cuando normalmente leo yo sobre otros”, reflexiona ahora con incredulidad tras saber que ha sido seleccionada.
Hasta que decida cuál va a ser su próximo destino seguirá soñando con ideas y personajes, a muchos de los cuales dará vida sin salir de su habitación.
“Mi cama es mi estudio. Ahora me he vuelto un poco más profesional y tengo una mesita al lado, pero sueño con tener un taller. Aquí he visto algunos que… Mamma mia!”.
Pero en estos tiempos de incertidumbre más llama la atención que haya sido capaz de compaginar su profesión con un estilo de vida prácticamente nómada
. Abandonó su Arequipa natal para terminar el instituto en Estados Unidos; regresó, pero a Lima, directa a la Universidad.
El año pasado, tras haber pasado unos meses en Londres, aterrizó en Barcelona para comenzar una nueva etapa; solo que esta vez no lo hizo en calidad de periodista, sino como ilustradora.
Parte de la culpa de ese trasiego por medio mundo la tiene su padre, que siempre le ha dado ánimos para encontrar su vocación.
Le aconsejó cuando no era capaz de decidirse por una carrera.
“Me gustaba escribir y dibujar. Pensé estudiar literatura pero me dijo que de eso no iba a conseguir vivir y me recomendó que hiciera periodismo”.
Su reconversión también tiene mucho que ver con él. “A mis 31 años me dijo: ‘Claudia, ¿por qué no te dedicas a lo que realmente te gusta?”, explica algo desencantada con su anterior profesión
. Pocos meses después estaba estudiando ilustración en Barcelona, una ciudad que conoció en 2010 cuando asistió a un retiro budista. El periodismo era historia.
“Dejé a mi familia, mi trabajo, mi novio, mi perro…”, bromea.
Allí ha tenido la oportunidad de perfeccionar una “técnica mixta” amalgama de todas las que de forma autodidacta ha empleado hasta ahora.
“Siempre me encantaron la tinta y las plumas
. Solía dibujar en blanco y negro hasta que descubrí unos rotuladores que pintaban como acuarela, y de ahí di el salto a la acuarela”.
Ahora sigue echando mano de la tinta —”para los dibujos”—, la acuarela —”para el coloreo”—, y, en ocasiones, otros materiales que sirven de fondo o complementan pequeños detalles de sus composiciones. Un ejemplo de ello es El teatro de los sueños, un trasunto de escenario de marionetas cuyo telón de fondo está hecho con textil y papel de periódico.
“Todo el mundo apostaba más que yo por esto de la ilustración”, recuerda.
Pero cuando expuso por primera vez —una vez más animada por su padre— se dio cuenta de que a lo mejor no se trataba de un simple hobby. “Llevé cuatro cuadros a una galería y se vendieron tres el primer día”, relata aún sorprendida.
Dada por concluida su estancia en Barcelona, este verano hizo las maletas y se marchó a Roma sin hablar una palabra de italiano.
Allí ha encontrado un empleo en una heladería para ir tirando hasta que comience su próximo curso de ilustración, esta vez en Milán. Su desembarco en Italia no es fruto del azar; aunque la rama paterna de su familia es de Cuzco, su madre tiene raíces transalpinas.
”Siempre he vivido entre los Andes y los ñoquis”. Hugo Pratt y su Corto Maltés encabezan, además, una lista de autores y personajes de la ilustración italiana cuya influencia es decisiva en su trabajo, tal y como ella misma reconoce.
Regresar a Perú está en su punto de mira —no sin antes probar suerte en Europa— aprovechando lo aprendido para intentar abrir brecha en el mercado local de ilustración editorial. “En España están surgiendo muchas editoriales independientes. Hay cuadernos que parecen auténticas obras de arte. En Perú todavía está empezando y existe un círculo muy cerrado más enfocado a la política y a lo clásico”.
La llamada de Se busca talento le pilla entre helados y cucuruchos.
La idea de participar se la robó a un primo que animaba a su novia a través de Facebook a probar suerte. Ella lo vio por casualidad y no lo dudó un instante. “Hay gente que va a leer de mí cuando normalmente leo yo sobre otros”, reflexiona ahora con incredulidad tras saber que ha sido seleccionada.
Hasta que decida cuál va a ser su próximo destino seguirá soñando con ideas y personajes, a muchos de los cuales dará vida sin salir de su habitación.
“Mi cama es mi estudio. Ahora me he vuelto un poco más profesional y tengo una mesita al lado, pero sueño con tener un taller. Aquí he visto algunos que… Mamma mia!”.
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