Ya ha pasado casi medio siglo, pero Peter Abrahams recuerda el día
que descubrió los estudios anatómicos de Leonardo da Vinci. Profesor de
la Universidad de Warwick y eminencia en el campo de la anatomía
clínica, Abrahams era entonces un joven estudiante en el Londres de la
posguerra.
“Observé el dibujo de un cráneo abierto en dos, en el que se
observaban las capas de piel, los músculos faciales y la estructura
ósea”, rememora.
“Ese fue el día que entendí cómo funcionaba la anatomía
humana”.
La experiencia le marcó, hasta el punto que Abrahams sigue
utilizando esas mismas láminas de trazo nervioso para enseñar los
principios básicos de la anatomía a sus estudiantes.
“Hace cuarenta años
que recurro a ellas. Gracias a Leonardo, me consideran el maestro
enrollado que consigue que la anatomía se vuelva interesante”.
El profesor ha pasado los últimos cuatro meses orquestando la exposición The Mechanics of Man, (La mecánica del hombre),
que hasta el 10 de noviembre permite observar de cerca los dibujos
firmados por Da Vinci en el Palacio de Holyroodhouse de Edimburgo
. La
muestra exhibe treinta de los originales, que forman parte de un lote de
600 dibujos del artista que pertenece a la corona británica desde 1690.
Hoy no queda anatomista que los desconozca, pero durante 300 años
acumularon polvo en la biblioteca real.
“Nadie los entendió porque eran
demasiado avanzados para su tiempo”, afirma Abrahams.
Hasta que, en
1900, alguien decidió publicarlos como un compendio de anatomía y el
mundo se dio cuenta de lo que se había perdido.
“Ya era tarde para
alterar el curso de la investigación anatómica, pero de haber sido
publicados antes de su muerte habrían supuesto un auténtico giro en la
medicina renacentista.
Su lucidez sigue dejando boquiabierto incluso
hoy”, afirma Martin Clayton, conservador de la colección de la corona
británica, especialista en la obra de Da Vinci y comisario de esta
exposición.
Los dibujos ya habían sido expuestos en numerosas ocasiones.
Sin ir
más lejos, sucedió el año pasado en una concurrida exposición en el
Palacio de Buckingham
. La novedad es el sorprendente enfoque que se ha
escogido para la ocasión. Clayton y Abrahams han tenido la ocurrencia de
contraponer los dibujos de Da Vinci con modernos modelos anatómicos,
con el objetivo de demostrar hasta qué punto el artista logró dar en el
blanco
. Escáneres, radiografías, resonancias magnéticas y modelos en 3D
aparecen expuestos junto a los originales, revelando parecidos más que
razonables.
“Acertó prácticamente en todo
. Tendrían que pasar 300 o 400
años para que el resto del mundo llegara a las mismas conclusiones. Los
errores son mínimos y se deben considerar producto de un tiempo en el
que no existía ni una sola guía anatómica”, matiza Abrahams
. Leonardo no
tuvo más remedio que empezar desde cero
. Para el anatomista, si los
dibujos se hubieran dado a conocer en su momento, la ciencia se
encontraría hoy “entre 50 y 70 años por delante”
. “La anatomía se habría
puesto de moda, como lo están hoy los estudios genéticos.
Todos los
chicos listos de la época se habrían puesto a investigar el cuerpo
humano. ¿Quién sabe lo que habría podido pasar?”.
Todo empezó durante el invierno de 1507, cuando Leonardo da Vinci se
sentó en el lecho mortal de un anciano “que decía tener 100 años” en el
hospital de Santa Maria Nuova de Florencia. En plena conversación, el
viejo se fue apagando hasta que falleció.
“No había nada mal en su
cuerpo, excepto la debilidad. Decidí diseccionarlo para entender la
causa de una muerte tan dulce”, escribió Leonardo.
Observó un corazón
“seco” y un hígado en el que describió, por primera vez en la historia,
los síntomas de la cirrosis.
Sería solo el primero de innumerables
descubrimientos, como el primer dibujo de la espina dorsal, un esquema
rompedor de las arterias y los vasos o incluso un dibujo pionero de un
feto en el útero materno, que aparece expuesto junto a una maqueta 3D
generada con ultrasonidos de un feto de quince semanas
. La comparación
con el dibujo de 1510 no desmerece en absoluto.
La experiencia del viejo despertó el gusto por la anatomía en el
artista, que llevaba varias décadas experimentando con animales muertos
.
Entre 1507 y 1513, Da Vinci ya había abierto treinta cadáveres para
examinar órganos y conductos, con la ayuda de un profesor de anatomía en
la Universidad de Pavía, Marcantonio della Torre
. “A diferencia de lo
que se suele creer, la disección humana no estaba prohibida. Una bula
papal lo autorizó expresamente a partir de 1482”, precisa Clayton.
En su punto de mira se encontraban el corazón, los músculos y la
estructura ósea.
El primer objetivo del artista fue conocer mejor la
anatomía humana para poder trasladarla de manera más fiel sobre el
lienzo, obsesionado por una reproducción fidedigna del modelo imitado.
“Leonardo veía la pintura como una actividad científica”, añade el
comisario
. Sin embargo, acabó entendiendo la necesidad de firmar un
tratado de anatomía que reflejara su investigación.
“De hecho, él nunca
se habría reconocido solo como artista. Sus estudios científicos fueron
por lo menos igual de importantes que sus cuadros”.
Pese a todos sus avances, Da Vinci nunca logró publicar su soñado
tratado.
“Se encontró con un problema. El 95% de su investigación era
correcta. Solo le fallaba el corazón”, explica Abrahams. Da Vinci no
logró desmarcarse de las tesis de Galeno, médico del siglo II cuyas
improbables teorías sobre los humores y la relación entre el físico y la
psique se mantendrían vigentes durante 15 siglos, pese a que toda su
investigación le obligara a adoptar un nuevo camino.
Describió las
válvulas cardiacas y las arterias coronarias a través de un modelo de
cristal que daría por buenas las tesis del siglo XX, pero nunca logró
entender cómo funcionaba la circulación de la sangre, pese a que tuviera
la evidencia en sus manos, un siglo antes de su descubrimiento por
William Harvey.
“Cada científico trabaja en un marco de posibilidades fijado por las
creencias actuales y solo algunas veces es capaz de marcar un giro en el
paradigma. Leonardo no fue capaz de llegar a este punto”, afirma
Clayton. “El problema es que los resultados no se ajustaban a lo que él
creía ser cierto. Se desesperó hasta el punto de acabar abandonando”.
Para Abrahams, el artista y científico entendió perfectamente lo que
sucedía en el corazón, “pero le debió de parecer complicado ir a
contracorriente respecto a lo que todo el mundo había dado por bueno
durante 1500 años” y tuvo miedo de “ser condenado por la Iglesia como un
loco”
. Cuando Da Vinci falleció en 1519, se había convertido en uno de
los hombres más célebres de la Europa del primer Renacimiento.
En
cambio, esos dos centenares largos de dibujos siguieron condenados al
ostracismo durante siglos. En gran parte, por culpa del artista, que
escribió las notas de acompañamiento con un código secreto difícilmente
legible a primera vista
. Para entender de qué iba el asunto se requería
un espejo.
No resulta extraño que su aprendiz, Francesco Melzi, a quien
legó los papeles, no entendiera que aquellas incomprensibles notas a pie
de página constituían el oráculo de la medicina del futuro.
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