“La novela negra se rindió al dólar y ha estado pagando las consecuencias”, me aseguró el autor Eugenio Fuentes durante la charla telefónica que mantuvimos recientemente.
Cuánta novela negra se escribe y qué poco se reflexiona sobre ella.
El género de moda por excelencia, el que mejor refleja la brutal y desordenada condición de la sociedad actual es mucho más, en su conjunto, que un entretenimiento. El escritor Eugenio Fuentes (Cáceres, 1958) aborda en Literatura del dolor, poética de la bondad (Editora regional de Extremadura), algunas de las claves de un género que nace de una paradoja: el mal existe, trabaja y no descansa, pero de esa situación surgen grandes obras.
Hablamos con el autor sobre este libro, esencial para entender pasado presente y futuro de la ficción criminal, y de la situación del género, de su necesidad de buscar más allá del mero espectáculo, de dotarse de gran calidad, algo que ya está haciendo, de ir en pos de la verdad literaria, si es que existe.
Eugenio Fuentes, autor él mismo de novela negra, editada primero por Alba y luego por Tusquets, cree que la buena literatura es como un puñetazo que deja marca y que despierta conciencias y eso es lo que consigue cuando habla de su pasión: “No es malo ni antiliterario que haya unos códigos.
Que se puedan subvertir o no, eso ya es otra cuestión
. Lo que ocurre es que la novela negra se rindió al dólar, no al marco o al franco, al dólar, a las historias masivas y a la venta y al papel reciclado, al kiosko, y ha estado pagando las consecuencias de esa decisión bastarda”.
El libro que nos ocupa es una pequeña joya en la que el autor da un repaso con gran conocimiento de causa al dolor, la bondad y los géneros literarios a lo largo de la historia de la literatura para meterse luego de lleno en la novela negra.
Después habla de algunos de sus personajes predilectos o que considera paradigmáticos (el Brown de Chesterton, el Plinio de García Pavón, el Méndez de González Ledesma, el Mario Conde de Padura y los Lisbeth y Mikael de Larsson) y termina con una disgresión sobre la cocina y la novela negra verdaderamente apetecible.
La gran pregunta del libro y de la conversación con el autor es: ¿Se ha alejado el género de todos los males que le aquejaban? ¿Ha dejado sin armas a los que le consideran algo menor y sin sustancia literaria?
“Está en auge y en efervescencia y ha pegado un salto de calidad. Aunque nos falte perspectiva, ya hay algunas obras maestras. Los libros de Banville se acercan bastante.
El género está ante un reto: empezar a hacer cosas que no estén rendidas al mercado y a los mercaderes”, afirma el autor de Contrarreloj (Tusquets).
Enigmas, dolor y daño
Ni el género, ni este blog, ni este humilde bloguero se han podido sustraer nunca a un hecho esencial: el mal existe, trabaja incansablemente, es también un motor de creación y, por otro lado, no está mal que sea castigado.
“Es el mal el que hace que el hombre se agache y escriba, el que hace de drenaje de la realidad y al final es como si la tinta negra reflejara esto. Yo diría que es más el dolor que el mal, el dolor que está por detrás de la condición humana. La paradoja es que la novela negra drena el dolor y busca la verdad para que se equilibre el mundo, que es lo que queremos todos, que el matón, que existe desde el patio de colegio, sea castigado”.
Falta, claro, un elemento: el enigma, que no es indispensable, no hoy en día, pero que ayuda. “El enigma es fácil crearlo. A la estructura tradicional de la novela se le hurta la presentación, entramos en el nudo directamente ya tenemos el enigma.
El daño es la clave: la gente feliz ni mata ni se pregunta quién ha matado, ni roba, ni hace daño”.
Novela negra y crisis
Daño, infelicidad y desorden. Miedo. Cuatro elementos claves de la sociedad actual que se han visto acentuados por la crisis, a lomos de la que se ha subido una género que necesitaba un empujón final. “La novela negra es un artilugio literario muy útil para dar voz a ambientes e individuos que ni se subordinan ni se adhieren a los dictados del poder oficial”, asegura Fuentes en su libro, donde esboza la evolución de las sociedades occidentales hasta el homo timens, el hombre que teme, el hombre occidental que ha llegado a un nivel de desarrollo y ahora se ve aterrado ante la perspectiva de perderlo.
Y ahí entra la crítica social, pero Fuentes avisa:
“Posiblemente es el género que mejor refleje lo que ocurre en las calles. Pero es un error caer en poner eso como único objetivo. La novela negra no puede renunciar a expresar el yo del autor. Una novela negra que sólo aspire a contar el malestar social, que es algo necesario pero no solo, es una novela que sale mutilada. No se puede dejar de lado las armas que nos da el género”.Placeres mediterráneos
Dime qué comes y te diré quién eres. Los personajes escanidavos casi no comen o comen mal, los americanos del norte beben más que comen y los del sur le dan a todo, pero fue Manuel Vázquez Montalbán quien metió el placer de la comida y de la cocina en medio de la novela negra.
A ese aspecto dedica Fuentes el último y delicioso capítulo, donde reconoce la paternidad de Carvalho y nos lo resume así:
“Carvalho es una innovación de la novela negra internacional.
Ya empiezan a hablar otros de comida, pero es una invención mediterránea. La comida parecía algo orgánico, poco literario, la literatura ha despreciado todo esto.
No disociaba el paladar de la escatología. Montalbán tuvo el talentazo de meter la gastronomía en el género, que no es gratuito, porque el género está muy relacionado con lo orgánico, porque si no hay cuerpo no hay delito. Carvalho vio el hueco que había para completar el retrato social que igual en otro género no habría entrado”.
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