Las instituciones europeas y el FMI ven pertinente una extensión temporal de la ayuda a España
El Gobierno descarta pedir más dinero.
Nadie sabe exactamente cómo están los bancos. Lo único seguro es que la recapitalización
todavía no ha terminado: ese es el mensaje en Fráncfort, en Bruselas,
en Washington, hasta en Madrid. El Banco Central Europeo (BCE), junto
con otras instituciones continentales y el Fondo Monetario Internacional
(FMI), plantea la posibilidad de prorrogar el programa de asistencia
financiera a España más allá de fin de año, señala una alta fuente del
Eurobanco y confirman otras tres europeas y fuentes próximas al FMI. El
objetivo es que sirva como red de seguridad ante las futuras —y prácticamente seguras— necesidades de capital
de la banca española.
Va a hacer falta más dinero. Por eso el debate sobre la posible extensión ya está sobre la mesa de quienes tutelan el programa de ayuda financiera y se sustanciará tras el verano si cuajan las negociaciones.
La Moncloa descarta tajantemente que vaya a pedir más fondos
. Pero la prórroga permitiría disipar incertidumbres cuando afloren las nuevas necesidades de capital. Eso será en apenas unos meses, tras una prueba que prepara el Banco de España para otoño, o a más tardar la próxima primavera, cuando el BCE publique su exhaustiva evaluación al sector bancario europeo, justo antes de convertirse en supervisor único.
España ha pedido a sus socios 41.300 millones, de hasta un máximo de 100.000.
El Ejecutivo no tiene ningún interés por solicitar el resto. Y el programa expira el 31 de diciembre: lo que se baraja es otorgar un tiempo extra para evitar sorpresas desagradables tras el examen del BCE, previsto para junio de 2014. Si ahí hace falta más capital, el Gobierno jura y perjura que tiene margen de maniobra: hay recursos en el granero del fondo de rescate español (FROB) y el Tesoro puede financiarse de forma relativamente cómoda si la banca no puede hacerlo por sí misma. Aun así, la extensión funcionaría a modo de dique de contención: Madrid estudiará esa opción, según las fuentes consultadas, si los efectos balsámicos derivados de esa especie de seguro superan el estigma político asociado y siempre que los socios más reacios no pidan contrapartidas inaceptables.
“La línea de crédito está ahí y la posibilidad de una prórroga se activará si es necesario”, confirmó a este diario una alta fuente del BCE.
Otras sugieren que esa iniciativa se ve con buenos ojos en Fráncfort y en el FMI. También en Bruselas: “España puede conseguir fondos para la banca por sus propios medios, pero la línea de crédito europea puede funcionar como una barrera psicológica, para que no cunda el nerviosismo”, abunda una fuente.
La reestructuración del sistema bancario español va por buen camino, según el último examen de la troika (BCE, Comisión y FMI), pero no ha conseguido disipar las dudas en los mercados; ni siquiera en las instituciones que llevan las riendas del programa.
La recesión se alarga, el paro está en máximos, la elevada deuda privada y el rápido aumento de la pública son un lastre y la burbuja inmobiliaria seguirá deshinchándose varios trimestres más: la banca sufre en carne viva este progresivo deterioro. Más aún con lo que le espera: la nueva normativa del Banco de España obliga al sector a elevar en unos 10.000 millones las provisiones (colchones de capital ante previsibles pérdidas) relacionadas con las refinanciaciones de créditos, muchos de ellos vinculados al ladrillo. Sin noticias del BCE por el lado de las medidas extraordinarias para desatascar el crédito a las pymes, y con el deterioro de activos relacionado con la recesión y el paro, la vulnerabilidad de la banca irá a más y puede quedar al descubierto en el examen del BCE, si bien el Banco de España prevé realizar un test previo menos exhaustivo para evitar sustos.
La banca española, que lleva a sus espaldas una exigente reestructuración, no es la que va a requerir más capital, apuntan fuentes europeas.
Hay entidades alemanas, francesas y holandesas (y alguna belga) cargadas de activos tóxicos que aún no han reconocido.
El problema llegará si el BCE hace público un agujero en varios países y no hay nada preparado para taponarlo, pese a toda la fanfarria relacionada con la unión bancaria, que sigue debatiéndose en Bruselas y en la que casi lo único que está claro es que el BCE va a convertirse en supervisor en el plazo previsto. Su presidente, Mario Draghi, instó el jueves a los Gobiernos a activar “una red de seguridad” en el caso de que el examen del BCE detecte necesidades de capital.
Ese es el elefante en la habitación de la UE, porque Draghi tiene incentivos para hacer un test de estrés muy duro
. Se juega su credibilidad y a partir de ahí será el supervisor a quien achacar los agujeros que surjan.
Si esa dureza se confirma, España es uno de los eslabones débiles por el flanco de la banca y por el soberano. De ahí que el BCE y otras instituciones apuesten por la prórroga aun en el supuesto de que España salga bien parada tras la reestructuración
. Eso deja a Madrid y sus socios ante una duda hamletiana: el discurrir en los mercados es relativamente plácido, mientras que esa extensión, que requiere luz verde del Eurogrupo, “podría ser la señal equivocada que acabe con la tranquilidad”, según fuentes europeas. Extender o no extender: la otra opción, no hacer nada a la espera de una recuperación que no acaba de llegar, supone dejar todo ese lío para más adelante. Y el lío, tarde o temprano, llegará.
Pese a que el discurso oficial se agarra a que las cosas mejoran, y es verdad que hay algún que otro signo alentador, queda crisis para rato y cada vez está más claro que España se quedó corta con los 41.300 millones solicitados.
El rescate, en fin, se cierra oficialmente a final de año y una extensión “sería posible si se decide que es oportuna, aunque no es el momento de hablar de eso”, matiza un portavoz comunitario.
“El programa está logrando sus objetivos y la situación de la banca mejora, pero sigue siendo frágil. Por eso hay que completar su aplicación y vigilar los riesgos relacionados con la recesión y el sector inmobiliario. Volveremos a evaluar la situación en otoño; veremos qué hacer entonces”, cierra.
Va a hacer falta más dinero. Por eso el debate sobre la posible extensión ya está sobre la mesa de quienes tutelan el programa de ayuda financiera y se sustanciará tras el verano si cuajan las negociaciones.
La Moncloa descarta tajantemente que vaya a pedir más fondos
. Pero la prórroga permitiría disipar incertidumbres cuando afloren las nuevas necesidades de capital. Eso será en apenas unos meses, tras una prueba que prepara el Banco de España para otoño, o a más tardar la próxima primavera, cuando el BCE publique su exhaustiva evaluación al sector bancario europeo, justo antes de convertirse en supervisor único.
España ha pedido a sus socios 41.300 millones, de hasta un máximo de 100.000.
El Ejecutivo no tiene ningún interés por solicitar el resto. Y el programa expira el 31 de diciembre: lo que se baraja es otorgar un tiempo extra para evitar sorpresas desagradables tras el examen del BCE, previsto para junio de 2014. Si ahí hace falta más capital, el Gobierno jura y perjura que tiene margen de maniobra: hay recursos en el granero del fondo de rescate español (FROB) y el Tesoro puede financiarse de forma relativamente cómoda si la banca no puede hacerlo por sí misma. Aun así, la extensión funcionaría a modo de dique de contención: Madrid estudiará esa opción, según las fuentes consultadas, si los efectos balsámicos derivados de esa especie de seguro superan el estigma político asociado y siempre que los socios más reacios no pidan contrapartidas inaceptables.
“La línea de crédito está ahí y la posibilidad de una prórroga se activará si es necesario”, confirmó a este diario una alta fuente del BCE.
Otras sugieren que esa iniciativa se ve con buenos ojos en Fráncfort y en el FMI. También en Bruselas: “España puede conseguir fondos para la banca por sus propios medios, pero la línea de crédito europea puede funcionar como una barrera psicológica, para que no cunda el nerviosismo”, abunda una fuente.
La reestructuración del sistema bancario español va por buen camino, según el último examen de la troika (BCE, Comisión y FMI), pero no ha conseguido disipar las dudas en los mercados; ni siquiera en las instituciones que llevan las riendas del programa.
La recesión se alarga, el paro está en máximos, la elevada deuda privada y el rápido aumento de la pública son un lastre y la burbuja inmobiliaria seguirá deshinchándose varios trimestres más: la banca sufre en carne viva este progresivo deterioro. Más aún con lo que le espera: la nueva normativa del Banco de España obliga al sector a elevar en unos 10.000 millones las provisiones (colchones de capital ante previsibles pérdidas) relacionadas con las refinanciaciones de créditos, muchos de ellos vinculados al ladrillo. Sin noticias del BCE por el lado de las medidas extraordinarias para desatascar el crédito a las pymes, y con el deterioro de activos relacionado con la recesión y el paro, la vulnerabilidad de la banca irá a más y puede quedar al descubierto en el examen del BCE, si bien el Banco de España prevé realizar un test previo menos exhaustivo para evitar sustos.
La banca española, que lleva a sus espaldas una exigente reestructuración, no es la que va a requerir más capital, apuntan fuentes europeas.
Hay entidades alemanas, francesas y holandesas (y alguna belga) cargadas de activos tóxicos que aún no han reconocido.
El problema llegará si el BCE hace público un agujero en varios países y no hay nada preparado para taponarlo, pese a toda la fanfarria relacionada con la unión bancaria, que sigue debatiéndose en Bruselas y en la que casi lo único que está claro es que el BCE va a convertirse en supervisor en el plazo previsto. Su presidente, Mario Draghi, instó el jueves a los Gobiernos a activar “una red de seguridad” en el caso de que el examen del BCE detecte necesidades de capital.
Ese es el elefante en la habitación de la UE, porque Draghi tiene incentivos para hacer un test de estrés muy duro
. Se juega su credibilidad y a partir de ahí será el supervisor a quien achacar los agujeros que surjan.
Si esa dureza se confirma, España es uno de los eslabones débiles por el flanco de la banca y por el soberano. De ahí que el BCE y otras instituciones apuesten por la prórroga aun en el supuesto de que España salga bien parada tras la reestructuración
. Eso deja a Madrid y sus socios ante una duda hamletiana: el discurrir en los mercados es relativamente plácido, mientras que esa extensión, que requiere luz verde del Eurogrupo, “podría ser la señal equivocada que acabe con la tranquilidad”, según fuentes europeas. Extender o no extender: la otra opción, no hacer nada a la espera de una recuperación que no acaba de llegar, supone dejar todo ese lío para más adelante. Y el lío, tarde o temprano, llegará.
Pese a que el discurso oficial se agarra a que las cosas mejoran, y es verdad que hay algún que otro signo alentador, queda crisis para rato y cada vez está más claro que España se quedó corta con los 41.300 millones solicitados.
El rescate, en fin, se cierra oficialmente a final de año y una extensión “sería posible si se decide que es oportuna, aunque no es el momento de hablar de eso”, matiza un portavoz comunitario.
“El programa está logrando sus objetivos y la situación de la banca mejora, pero sigue siendo frágil. Por eso hay que completar su aplicación y vigilar los riesgos relacionados con la recesión y el sector inmobiliario. Volveremos a evaluar la situación en otoño; veremos qué hacer entonces”, cierra.
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