La abogada granadina Rosa Cobo, de 51 años, nunca pudo imaginar que
la cámara que hizo instalar en su garaje grabaría su propia muerte.
Lo
que probablemente sí intuyó es que las encontradizas miradas de su
cliente, el policía local de Granada Miguel Folgoso Olmo, no eran de
esas que luego quedan en nada.
Y sus temores se consumaron el pasado 20
de septiembre.
Obsesionado con ella porque creía que se había vendido en
favor de su exesposa en el proceso de divorcio que el matrimonio
mantenía, el policía decidió acabar con la vida de la letrada.
Un vídeo
al que ha tenido acceso EL PAÍS muestra su muerte a manos del agente
granadino, que se hallaba en excedencia en la Policía Local.
Y desmiente
la versión de Miguel Folgoso a la juez, tras su detención al día
siguiente cerca de Guadix, a 59 kilómetros de la capital.
Fue hallado
por la Guardia Civil dentro de un coche, con espuma en la boca y 150
gramos de pastillas tranquilizantes en su estómago.
Había intentado
suicidarse.
Lo temores de Rosa Cobo venían de lejos.
Semanas antes de caer abatida a golpes con una porra policial,
alguien le pinchó las ruedas y le destrozó el coche, aparcado de noche
en su plaza del garaje comunitario del bloque en el que vivía con sus
dos hijas, de 20 y 15 años.
Colocó la cámara y ocultó el objetivo en un
trastero que poseía enfrente del estacionamiento. Y esperó.
Aunque nunca
pensó que en la noche del 20 de septiembre la cámara grabaría, no un
nuevo destrozo de su vehículo, sino a su cliente convertido en asesino
.
Esperándola oculto tras una columna en la penumbra del garaje.
Las circunstancias que rodearon el crimen de Rosa Cobo
conmocionaron el despertar de la ciudad de la Alhambra
. Su cadáver
estaba ennegrecido por el humo, lleno monóxido de carbono, y con
quemaduras en sus pies.
Estaba dentro del capó de su propio coche, que
luego fue incendiado con ella dentro en un descampado a las afueras de
Granada.
El cuerpo presentaba 40 golpes en la cabeza y el tórax
propinados con una porra policial extensible. Aunque algunos abogados de
la causa sostienen que cometió el crimen con una tonfa, barra en forma
de ele retirada del uso policial en 1996 por su peligrosidad
. En el
coche, Miguel llevaba una, manchada con la sangre de su víctima.
Pero la cámara, cuya grabación EL PAÍS ha eludido reproducir en su
página web debido a la extrema dureza de las imágenes, lo captó casi
todo.
E inmortalizó los salvajes y reiterados golpes en la cabeza que
dejaron inconsciente a la letrada en medio de un charco de sangre en la
oscuridad del garaje
. Y también desmiente la versión de Miguel Folgoso,
que, aunque ha confesado haber matado a “doña Rosa” (así se refiere a
ella en su interrogatorio judicial), ahora trata de evitar que le
condenen por asesinato, que es la tesis del fiscal y de los abogados de
las acusaciones.
El agente local, de 32 años, declaró ante la juez, tras recuperarse
del intento de suicidio, que aquella noche su intención no era matar a
“doña Rosa”, su abogada en el tortuoso proceso judicial que mantenía con
su exmuje
r (tenían una hija de cinco meses). Se obcecó con la idea de
que su letrada se había vendido y era la culpable de que no pudiera ver a
su hija.
Pero en la mente de Miguel muchas cosas eran obsesiones irreales.
Las
de un marido denunciado en 13 ocasiones por su exmujer y los hermanos y
padres de esta
. Su matrimonio fue un calvario
. Su exmujer necesitó
tratamiento psiquiátrico tras huir de casa con su bebé en brazos
. Estaba
atemorizada por sus continuos cambios de humor. Y puso tierra por
medio. Y se refugió en casa de sus padres, en Motril.
A partir de
entonces, Miguel colocó como su diana a toda su familia política:
seguimientos silenciosos por la calle, ruedas pinchadas, coches rayados o
abollados, peleas en la calle con sus cuñados… y hasta un incendio en
casa de sus exsuegros.
Otra cámara de seguridad le situó cerca del lugar
del incendio antes de que empezase a arder el salón de la vivienda
donde vivían su hija, su exmujer y los suegros.
Los bomberos evitaron la
tragedia.
Fuentes jurídicas aseguran que el abandono del hogar por parte de su
expareja —tras algunas reconciliaciones animadas por los padres de
ambos, que Miguel rompía en cuestión horas— le desequilibró más de lo
que ya estaba.
Fue cuando centró su ira en la abogada.
Y pensó que ella tenía la culpa de que su exmujer ganase los pleitos
por violencia de género que le interpuso y, en cambio, fracasasen sus
variopintas denuncias contra ella.
Lo atribuyó a que, sin él saberlo,
“doña Rosa” trabajaba para el despacho del conocido abogado granadino
Pablo Luna, el mismo para el que también trabaja el abogado de su
expareja. Miguel denunció a la abogada, pero sin éxito. Y eso que hacía
muchos meses que Rosa Cobo le había dicho que se buscase otro abogado
para culminarle el divorcio (ella solo le representó en la aplicación
judicial de las medidas cautelares: régimen de visitas y pensión).
Estaba teniendo demasiados problemas con él.
Y su mirada, cada vez que
se veían en los juzgados, le causaba pavor.
Como se aprecia en el vídeo,
Rosa Cobo es mucho más baja y frágil físicamente que él, experto en
artes marciales (los abogados han pedido al Ayuntamiento que certifique
si entrenó a algunos colegas policías).
La gota que colmó su vaso mental fue que su letrada se negase a
tramitarle una denuncia falsa contra su exmujer para contrarrestar,
según le argumentó, otra de violencia de género de ella contra él. Meses
antes de perpetrar el crimen, se sinceró con un colega de la Policía
Local
. Le dijo, así consta en el sumario judicial, que Rosa Cobo le
había “engañado”.
“Esa me rendirá cuentas algún día. Me ha puteado, y
por su culpa no puedo ver a mi hija”.
Ante el juez, Miguel Folgoso basaba toda su desesperación en la
imposibilidad de ver a su hija, lo que se contradecía con su renuncia a
recogerla en el punto de encuentro fijado por el juez en las medidas
cautelares. Indiferencia que avalan las múltiples denuncias de su
exesposa por maltrato, y que detallan sobrecogedoras escenas domésticas
de un padre capaz de echar de casa a su esposa, con el bebé en brazos y a
deshoras, sabiendo que no tienen adónde ir.
Una de las veces que su
esposa tuvo que huir a casa de sus padres, él solo, por su cuenta, se
encaminó al área de psiquiatría del hospital Clínico.
Y allí estuvo
cuatro días internado.
Pero Miguel Folgoso no está loco
. Al menos eso concluye el fiscal de
este caso, quien, con vistas al juicio, le pide 22 años de cárcel; y por
asesinato. “No tiene ningún tipo de trastorno”, es decir, distingue
perfectamente el bien del mal, alega
. Su abogado, en cambio, sostiene
que sí, que actuó por un agobio interior tras la separación (pidió
excedencia en la policía) que acabó perturbando su mente
. La versión de
los hechos que dio el agente ante el juzgado instructor, el número 3 de
Granada, no parece improvisada.
O de verdad el crimen ocurrió como lo
cuenta o es una ideación más, hilvanada con cierta coherencia
. Aunque
hay cosas que descuadran: hasta la juez se lo hizo saber en el
interrogatorio antes de enviarle a prisión incondicional.
El asesino insiste ante la juez en que no quería matarla, que entró
al garaje andando detrás del coche para secuestrar a “doña Rosa” y
llevársela dentro del capó, sin que nadie la viera.
Quería que le
ayudase a ver a su hija. “¿Y adónde quería usted llevarla?”, le preguntó
la juez. “No quiero responder a esa pregunta, señoría”, dijo, lacónico.
Miguel Folgoso afirma que discutió en el garaje al ver que ella se
resistía a entrar en el capó. Y que empezó a golpearla cuando Rosa Cobo
le dijo: “Jódete tú y tu hija”.
Confesó, además, que “doña Rosa” se puso muy nerviosa al verle en el
garaje.
Y que se acercó a ella inicialmente apuntándole con una pistola
que en realidad era de juguete. Cuando comenzó a golpearla, “ella
gritaba y pedía auxilio”. En el vídeo se observa la sevicia y
contundencia con que golpea a su víctima.
“Pero no fue con una tonfa, le
habría quebrado la cabeza”, le dijo a la juez.
Lo cierto es que la
policía no encuentra la defensa extensible y sí halló en su coche,
manchada de sangre, la antigua defensa policial tonfa, así como gasolina
y guantes de látex.
Miguel Folgoso logró meter a su víctima en el capó, semiinconsciente
.
Le partió la falange de un dedo al cerrar la puerta, y, con ella
dentro, condujo el coche hasta un descampado próximo
. Y lo incendió. No
se quemó todo, aunque las llamas quemaron parte de las extremidades de
la víctima, aún con vida.
El acusado ofrece extrañas explicaciones al
hecho de que aparecieran varios focos (ruedas delanteras prendidas, con
acelerante de las llamas) en la quema del coche.
Confesó que incendió el
coche para alertar a los bomberos y que estos la socorrieran, si es que
seguía viva.
Miguel Folgoso será juzgado en Granada por un jurado popular
. Aún no
hay fecha.
Pero sí abundantísimas pruebas: su propia confesión y, por si
se retractase en el juicio, el sobrecogedor vídeo de la cámara que la
propia víctima instaló ante el pavor que sentía hacia su excliente
Miguel Folgoso
. Él tampoco pudo imaginar nunca que una cámara estaba
grabando la tortura y muerte de Rosa Cobo.
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