Está en juego la primera fortuna de Francia: el imperio del lujo LVMH. Bernard Arnault quiso nacionalizarse belga para evitar una disputa familiar por su herencia.
Dos de sus hijos escalan puestos para suceder al patrón, que quiere dejar el futuro bien atado.
En juego está la primera fortuna de Francia y décima mundial, estimada en 21.200 millones de euros por la revista francesa Challenge, así como la dirección del conglomerado de lujo LVMH. Creado en 1987 de la fusión de Moët Hennessy y de Louis Vuitton, tres años después de que Arnault se hiciera con la casa Christian Dior y los grandes almacenes de lujo Le Bon Marché, tras comprar y desmantelar el grupo textil Boussac, el conglomerado LVMH posee hoy más de 60 prestigiosas marcas, como Guerlain, Kenzo, los relojes TAG Heuer o la española Loewe, y está también presente en el grupo de comunicación Les Échos. El año pasado el grupo sumó 28.103 millones de euros en ventas y hoy posee más de 3.000 tiendas por el mundo. La familia Arnault es propietaria del 46,4% del grupo.
Aunque no tiene intención de jubilarse, Arnault creó la empresa Pilinvest para el reparto de su herencia
Esta última y espinosa tarea estaría en manos de un comité de tres denominados sabios, presidida por el exministro de Finanzas y presidente del grupo de servicios informáticos Atos, Thierry Breton. La obtención de la nacionalidad belga le hubiera garantizado a Arnault la imposibilidad de que los hijos cuestionaran jurídicamente la decisión de Pilinvest.
Los más conocidos de los cinco hijos del presidente de LVMH son los dos mayores: Delphine, de 37 años, y Antoine, de 35, ambos con puestos de responsabilidad en el grupo.
Son fruto de su primer matrimonio con Anne Dewarvin, ahora casada con Patrice de Maistre —exgestor de la fortuna de Liliane Bettencourt, la propietaria del imperio L’Oréal—, actualmente en prisión preventiva por haber abusado presuntamente de la debilidad de la anciana multimillonaria
. En este caso también está imputado el expresidente conservador y gran amigo del mismo Arnault Nicolas Sarkozy, de cuya primera boda con Cecilia Sarkozy fue testigo el empresario.
Arnault, amante del arte y la música, se volvió a casar en 1991 con la pianista canadiense Hélène Mercier. De esta segunda relación llegaron los tres pequeños: Alexandre, de 23 años, de momento más entusiasmado con la música electrónica —actúa como dj con el nombre de Double A— que con la empresa familiar; Frédéric, de 18, y Jean, de 14
. Algunos incluyen también en la lista de posibles herederos a sus dos sobrinos: Ludovic, quien trabaja ya en el grupo en la dirección de inversiones inmobiliarias, y Stéphanie, ambos hijos de su fallecida hermana, Dominique Watine-Arnault.
Asegura que su interés por la ciudadanía belga se debía a su voluntad de evitar una disputa familiar sobre su herencia
La mitad de estas acciones las ha cedido a sus cinco hijos, pero manteniendo el usufructo, es decir, los dividendos y los derechos de voto asociados. Los cuales pasarán automáticamente a sus hijos cuando él desaparezca.
El Ministerio de Economía francés reguló en 2005 la operación, cuando se encontraba a su cabeza precisamente Thierry Breton. Aplicó una primera reducción de imposición del 50% por tratarse de una donación manteniendo el usufructo.
Además los herederos firmaron un pacto, previsto por una ley llamada Dutreil, en virtud del cual se comprometían a no vender sus títulos antes de dos años (más otros cuatro que asumieron como compromiso individual), lo cual implicaba una nueva reducción del 25%.
Así, a través de este entramado fiscal, bendecido por el Gobierno francés, el magnate del lujo logró hacer pasar una herencia en toda regla por una donación, pagando por ella una imposición del 6,5% en vez del 45% correspondiente.
Pero en la mente de todos está la sucesión empresarial, a la espera de la decisión del comité de sabios.
De momento, los dos mayores, Delphine y Antoine, siguen cada uno un camino paralelo dentro del gigantesco imperio construido por su padre: ella se centra en Dior, la marca que supuso la primera piedra del grupo, y él, en Berluti, cuya presidencia ocupa desde diciembre de 2010.
“El tema no es tabú, pero de momento no hemos evocado la cuestión de la sucesión de mi padre, porque sigue siendo joven y está en plena forma”, aseguraba entonces Antoine a la revista Challenge. Los dos hermanos se comprometieron, a los 20 años, a entenderse en cuestiones familiares.
Aunque cultiva un perfil discreto y es conocida como trabajadora y perfeccionista, Delphine irrumpió en la esfera pública a través de una portada en la revista Paris Match. Lo hizo con motivo de su matrimonio en 2005 con el italiano Alessandro Vallarino Gancia, heredero de un gran linaje del vino, del que se divorció en 2010.
A la ceremonia asistieron amigos de la familia como Nicolas Sarkozy, por aquella época ministro del Interior, y la entonces primera dama Bernadette Chirac, ahora en el consejo de administración de LVMH.
Competencia fraternal
Delphine Arnault jugó un papel determinante en la elección de Raf Simons como sustituto de John Galliano al frente de Dior. Fue —como reconoce su hermano Antoine a The Wall Street Journal— la principal valedora del diseñador belga y el tiempo ha terminado confirmando su excelente olfato empresarial: las ventas de la división de alta costura han aumentado un 11% desde que la llegada de Simons, según recoge WWD. El presidente de la maison, Sidney Toledano, cuenta que tuvo que sacarla de la oficina cuando dos días antes de dar a luz continuaba respondiendo ‘e-mails’ y revisando propuestas.
Su hermano Antoine no ha logrado que sus éxitos como presidente de Berluti ocupen más páginas que su relación con la modelo Natalia Vodianova, casada hasta 2010 con el millonario lord Justin Portman.
En 2003 se convirtió en la primera mujer en el consejo de administración del grupo. Volcada primero en la marca John Galliano y luego en Christian Dior, es desde 2008 el brazo derecho de Sidney Toledano, presidente de la firma, y podría tomar su sitio cuando este, de 61 años, decida jubilarse.
Muy implicada en todas las decisiones de la casa Dior, fue determinante en la elección del belga Raf Simons para reemplazar a Galliano tras su estrepitosa caída en desgracia por unas declaraciones antisemitas en un bar parisiense hace dos años.
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