Leo a Javier Marías y me preocupa saber que los sucesivos Gobiernos en
España hayan aplicado en miles de casos la Ley de Indultos de 1870 por
la que se da potestad al poder ejecutivo para indultar discrecionalmente
al convicto que se le antoje.
Si eso es así, si unimos este hecho al de
la lentitud de la justicia –que predispone al olvido público de las
causas judiciales–, me parece que va a ser difícil que todos estos casos
de corrupción que nos asaltan a diario puedan llegar a una condena para
que al menos nos sintamos arropados por la ley y el derecho: el que
roba, defrauda, malversa fondos públicos, extorsiona o utiliza el
tráfico de influencias desde las más altas magistraturas del poder
debería ser castigado para que cunda el ejemplo… pero si los ciudadanos
tenemos que esperar la resolución de largos juicios que al final vayan
abocados, en los casos que el Gobierno determine, a un indulto, apaga y
vámonos. En todos los casos que se nos vienen a la cabeza, el Gobierno
actual tendrá que tener especial cuidado en medir las consecuencias de
un eventual indulto porque a los ciudadanos solo les faltaría ya la mera
sospecha de no estar protegidos por un sistema judicial justo para
tirar la toalla y cambiar de país o languidecer.
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