El productor Tim Kirk le envió a su amigo y director Rodney Ascher, a través de Facebook, un enlace a un artículo con una “dramática interpretación” de El resplandor, la obra maestra de terror de Stanley Kubrick. “Hablaba del espacio exterior, el Apolo 11, la Guerra Fría… y a partir de ella empecé a buscar más”, explica Ascher sobre su documental, Room 237, en el que él y Kirk comparten algunas de las diferentes y, casi siempre, disparatadas teorías que encontraron por la Red sobre el largometraje de Kubrick.
Recién estrenado en Estados Unidos (después de pasar por Sundance, Cannes, Toronto y Sitges), el título Room 237 hace referencia a la habitación a la que tiene prohibido entrar Danny, cuyo número Kubrick no eligió por casualidad, dice Jay Weidner, uno de los teóricos: era el número del estudio en el que el director rodó la presunta llegada del hombre a la Luna, a la que desde la Tierra hay 237.000 millas.
Que Kubrick supuestamente se descubriera así como quien engañó al mundo con el aterrizaje del Apolo 11 es quizá la reflexión más loca y divertida de las que Room 237 va desvelando como un thriller en sí mismo a través de las voces en off de sus autores superpuestas a secuencias de El resplandor.
“Es genial que no se vean nuestras caras”, dice Bill Blakemore, corresponsal de la cadena ABC y uno de los entrevistados en el documental, que cree que Kubrick llenó la película de referencias al genocidio de los indios americanos. “Después de la presentación, olvidas quién está hablando, quién dice qué”. Junto a Blakemore, Geoffrey Cocks, profesor de la universidad de Albion (Michigan) y autor de The wolf at the door: Stanley Kubrick, history and the Holocaust, cuenta que Kubrick llenó su película de pistas sobre el Holocausto; Julie Kearns, dramaturga, habla de ventanas imposibles, minotauros… “Ascher nos ha dado a las cinco voces la misma credibilidad y respeto y lo que ha conseguido es invitar a todo el mundo a ver de nuevo El resplandor, y pensar qué puede encontrar en ella”.
No se trataba de hacer la tesis definitiva sobre la adaptación de la novela de Stephen King. Ascher no pretendía demostrar esas teorías, ni siquiera le pide al espectador que las acepte.
Quizá por eso las muestra con ironía, llegando a la carcajada. “Room 237 es una historia sobre qué ocurre cuando una película tan enigmática como El resplandor deja de ser del director y queda en manos de la audiencia.
Cómo cada uno se enfrenta a ella y tiene que unir todas las piezas con las herramientas de que disponga”. Esa es la razón, dice, por la que no buscaron la aprobación ni la opinión de alguien cercano a Stanley Kubrick o al rodaje de El resplandor.
Dejar al espectador pensar era una de las obsesiones de Kubrick.
Por eso, tras una semana en cartel, cortó la secuencia final en la que Wendy Torrance (Shelley Duvall) decía que el cuerpo de Jack (Jack Nicholson) nunca sería encontrado.
Por eso se negó siempre a explicar más de la cuenta cualquiera de sus películas, pero en especial esta, la más perturbadora, la que hizo para resarcirse de la mala taquilla e incomprensión que recibió Barry Lyndon, y que, curiosamente, obtuvo peores críticas en su estreno en 1980.
El resplandor, como demuestra Room 237, ha resultado al final ser su película más estudiada y la que ha obsesionado a más gente. “En cada pase de nuestro filme, preguntamos cuántas veces han visto la de Kubrick, y siempre hay varios que rozan las 100”, cuenta Rodney Ascher. Tanto él como Tim Kirk reconocen haberla visto entre 15 y 20 veces. “Y cada vez que lo hago, no paro de hablar de ella. No sé qué tiene”.
La obsesión de una película sobre la obsesión hecha por un obseso del detalle. Kubrick estaría más que satisfecho con que el misterio se multiplique por Internet. Probablemente disfrutaría viendo su película hacia delante y hacia atrás simultáneamente, superpuesta, como la proyectó en un cine de Williamsburg John Fell Ryan, otro de los entrevistados del documental.
“La mayoría de sus fans sentimos esta conexión con su sensibilidad, sus puntos de vista, su sentido del humor”, dice Ascher.
“Y yo la siento también. Tengo la fantasía de que a Kubrick le gustaría Room 237”.
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