A los periodistas nos encantan los tomos eruditos
. Acostumbrados a correr los cien metros, admiramos a los atletas del maratón, el triatlón, el decatlón. Nos asombran esos escritores, profesionales o aficionados, que pueden dedicar varios, muchos años a estudiar un asunto.
Por ahí va la selección de hoy.
Elena
López Aguirre: Historia del rock vasco (Ediciones Aianai, Vitoria)
654 páginas.
El rock vasco, aparte de uno de los más fértiles del país, está recogido en una bibliografía amplia, muchas veces con respaldo de las instituciones.
Pero ninguno tan ambicioso como el tomo de Elena López, cuyo título en realidad se queda corto. Comienza en el siglo XIX con el zortiko, los txistularis y los bertsolaris y dedica atención especial a las orquestas de verbena, los cantaurores de Ez Dok Amairu y, en realidad, a todo lo que suene. Aquí cabe jazz, bandas sonoras, rap y vanguardia dura.
La visión es amplia. Junto a las tres provincias vascongadas, se incluye Navarra y el Iparralde francés. Ordenado en 30 capítulos, cada uno cubre un territorio sonoro, presentado con una introducción para-todos-los-públicos que desemboca en información sobre sus practicantes. Así que el libro funciona mejor si se asimilan esas panorámicas y se consulta el resto como una enciclopedia (cada grupo o solista tiene al menos un párrafo). Se agradece también la ausencia de prejuicios:
La Oreja de Van Gogh es tratada con la misma exquisitez que Su Ta Gar.
Vicente Martín Abreu: Interviú (Lagrimas y Rabia, Tenerife) 333 páginas.
Todo el cartesianismo de Elena López, desaparece en el estilo de Vicente Martín
. Su especialidad es alternar las minuciosas vivencias del presente con lo que le van contando sus protagonistas
. Así, en el capítulo final, “Spakoinai nochi”, combina los momentos finales del proceso de adopción de un niño ruso con los recuerdos de Paco Urbano, que tocó la batería en los años álgidos de los Pop Tops (en Interviú, abundan, curiosamente, las interioridades sobre el imperio de Alain Milhaud). Vicente es un godo que lleva décadas cubriendo el latido del rock canario, con programas de radio y escritos. Interviú es su tercer libro y, leído desde fuera de las Islas, despliega una historia de voluntarismo, fatalidad geográfica y gente eminentemente cordial.
Y de emigración, como evidencia la trayectoria de Juan Belda.
Sergio Martos: Alice Cooper. Por un billón de dólares (66 rpm Edicions, Barcelona)
Fenómeno de los primeros setenta, resulta intrigante la rapidez con que ha sido olvidado. El grupo Alice Cooper, quiero decir: el libro de Sergio Martos se detiene cuando la formación original se desintegra (se promete una segunda entrega).
Y lo mismo ocurre en su país de origen, a pesar de que en 1974 se publicara Billion dollar baby, un ejemplar libro de reporterismo de gira firmado por Bob Greene.
Puede que se trate del aburrimiento ante el personaje de Alice Cooper (el cantante solista), con sus alardes de conservadurismo y todo-esto-es-puro-show.
O por lo paradigmático de la trayectoria del grupo: banda de garaje en Arizona que busca destacar en Los Ángeles por la vía de la extravagancia, llamando la atención de un Zappa recordado aquí con poco cariño; finalmente, en Detroit se produce la reinvención gracias a la disciplina del productor Bob Ezrin.
Pero ahí está el entusiasmo de Martos, que ha recogido declaraciones de todos los implicados y los ha insertado en un contexto épico (“la raza negra se alza con una sola voz, la de los Panteras Negras” es una frase típica). En realidad, lo que se nos presenta es la crónica de unos músicos garrulos, metidos en una espiral de la que no pueden escapar, en situaciones disparatadas como tocar en el Brasil de la dictadura militar, que no pueden entender ni controlar. Hay algo de inevitable en el hecho de que coincidan con Salvador Dalí.
Juan P. Jiménez, Emilie Durand. Django Reinhardt. Un gitano en París (Lérida, Editorial Milenio) 405 páginas.
Finalmente, un buen tomo en español sobre la vida y milagros del principal solista del jazz europeo, creador de un estilo todavía palpitante (el jazz manouche). Digamos que se trata de una aproximación a una biografía imposible: Django era evasivo, estaba protegido por su tribu, le perdía el juego, carecía de ambición profesional.
Pero esa misma dispersión garantiza la materialidad de abundantes discos, en los más diversos contextos.
Jiménez y Durand aclaran algunos de los misterios que le rodean.
Por ejemplo, su visita a Barcelona con el Quintette du Hot Club de France
. O sus tres desesperados intentos de huir de la Francia ocupada, fracasados en la frontera suiza
. La situación más peligrosa ocurrió cuando unos soldados alemanes le encontraron un carnet de socio de la sociedad de autores inglesa (analfabeto, Django ni siquiera sabía lo que ponía en aquel cartón).
Acusado de espionaje, la leyenda explica que vino a dar con un oficial de la Wehrmacht que le había visto actuar en París y le dejó marchar.
Eso se llama potra.
No siempre le acompañaba. Resulta descorazonadora la crónica de su viaje a Estados Unidos como invitado de Duke Ellington. Primero, no se lleva su guitarra, esperando que allí le regalen algún modelo nuevo. Segundo, le cuesta acostumbrarse a las guitarras eléctricas que le prestan. Tercero, se gana fama de impuntual en un contexto altamente profesional.
Cuarto, los problemas de idioma impiden que Ellington le proporcione algo más que unos minutos de exhibición.
Y aún así, todos los guitarristas de Estados Unidos acuden a comprobar con sus ojos lo que el gitano puede hacer con ¡dos dedos!.
El rock vasco, aparte de uno de los más fértiles del país, está recogido en una bibliografía amplia, muchas veces con respaldo de las instituciones.
Pero ninguno tan ambicioso como el tomo de Elena López, cuyo título en realidad se queda corto. Comienza en el siglo XIX con el zortiko, los txistularis y los bertsolaris y dedica atención especial a las orquestas de verbena, los cantaurores de Ez Dok Amairu y, en realidad, a todo lo que suene. Aquí cabe jazz, bandas sonoras, rap y vanguardia dura.
La visión es amplia. Junto a las tres provincias vascongadas, se incluye Navarra y el Iparralde francés. Ordenado en 30 capítulos, cada uno cubre un territorio sonoro, presentado con una introducción para-todos-los-públicos que desemboca en información sobre sus practicantes. Así que el libro funciona mejor si se asimilan esas panorámicas y se consulta el resto como una enciclopedia (cada grupo o solista tiene al menos un párrafo). Se agradece también la ausencia de prejuicios:
La Oreja de Van Gogh es tratada con la misma exquisitez que Su Ta Gar.
Vicente Martín Abreu: Interviú (Lagrimas y Rabia, Tenerife) 333 páginas.
Todo el cartesianismo de Elena López, desaparece en el estilo de Vicente Martín
. Su especialidad es alternar las minuciosas vivencias del presente con lo que le van contando sus protagonistas
. Así, en el capítulo final, “Spakoinai nochi”, combina los momentos finales del proceso de adopción de un niño ruso con los recuerdos de Paco Urbano, que tocó la batería en los años álgidos de los Pop Tops (en Interviú, abundan, curiosamente, las interioridades sobre el imperio de Alain Milhaud). Vicente es un godo que lleva décadas cubriendo el latido del rock canario, con programas de radio y escritos. Interviú es su tercer libro y, leído desde fuera de las Islas, despliega una historia de voluntarismo, fatalidad geográfica y gente eminentemente cordial.
Y de emigración, como evidencia la trayectoria de Juan Belda.
Sergio Martos: Alice Cooper. Por un billón de dólares (66 rpm Edicions, Barcelona)
Fenómeno de los primeros setenta, resulta intrigante la rapidez con que ha sido olvidado. El grupo Alice Cooper, quiero decir: el libro de Sergio Martos se detiene cuando la formación original se desintegra (se promete una segunda entrega).
Y lo mismo ocurre en su país de origen, a pesar de que en 1974 se publicara Billion dollar baby, un ejemplar libro de reporterismo de gira firmado por Bob Greene.
Puede que se trate del aburrimiento ante el personaje de Alice Cooper (el cantante solista), con sus alardes de conservadurismo y todo-esto-es-puro-show.
O por lo paradigmático de la trayectoria del grupo: banda de garaje en Arizona que busca destacar en Los Ángeles por la vía de la extravagancia, llamando la atención de un Zappa recordado aquí con poco cariño; finalmente, en Detroit se produce la reinvención gracias a la disciplina del productor Bob Ezrin.
Pero ahí está el entusiasmo de Martos, que ha recogido declaraciones de todos los implicados y los ha insertado en un contexto épico (“la raza negra se alza con una sola voz, la de los Panteras Negras” es una frase típica). En realidad, lo que se nos presenta es la crónica de unos músicos garrulos, metidos en una espiral de la que no pueden escapar, en situaciones disparatadas como tocar en el Brasil de la dictadura militar, que no pueden entender ni controlar. Hay algo de inevitable en el hecho de que coincidan con Salvador Dalí.
Juan P. Jiménez, Emilie Durand. Django Reinhardt. Un gitano en París (Lérida, Editorial Milenio) 405 páginas.
Finalmente, un buen tomo en español sobre la vida y milagros del principal solista del jazz europeo, creador de un estilo todavía palpitante (el jazz manouche). Digamos que se trata de una aproximación a una biografía imposible: Django era evasivo, estaba protegido por su tribu, le perdía el juego, carecía de ambición profesional.
Pero esa misma dispersión garantiza la materialidad de abundantes discos, en los más diversos contextos.
Jiménez y Durand aclaran algunos de los misterios que le rodean.
Por ejemplo, su visita a Barcelona con el Quintette du Hot Club de France
. O sus tres desesperados intentos de huir de la Francia ocupada, fracasados en la frontera suiza
. La situación más peligrosa ocurrió cuando unos soldados alemanes le encontraron un carnet de socio de la sociedad de autores inglesa (analfabeto, Django ni siquiera sabía lo que ponía en aquel cartón).
Acusado de espionaje, la leyenda explica que vino a dar con un oficial de la Wehrmacht que le había visto actuar en París y le dejó marchar.
Eso se llama potra.
No siempre le acompañaba. Resulta descorazonadora la crónica de su viaje a Estados Unidos como invitado de Duke Ellington. Primero, no se lleva su guitarra, esperando que allí le regalen algún modelo nuevo. Segundo, le cuesta acostumbrarse a las guitarras eléctricas que le prestan. Tercero, se gana fama de impuntual en un contexto altamente profesional.
Cuarto, los problemas de idioma impiden que Ellington le proporcione algo más que unos minutos de exhibición.
Y aún así, todos los guitarristas de Estados Unidos acuden a comprobar con sus ojos lo que el gitano puede hacer con ¡dos dedos!.
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