Viene de la tierra de Diego Maradona, Lionel Messi y el nuevo papa
Francisco, y ella también está acostumbrada a situarse en el primer
lugar.
Betina González, que nació en Buenos Aires hace 40 años, debutó como escritora con su novela
Arte menor
ganando el premio Clarín, cuyo jurado estaba compuesto nada menos que
por José Saramago, Rosa Montero y el argentino Eduardo Belgrano Rawson
.
"De esta novela se puede decir que solo su título es arte menor. Lo que
viene después del título es arte mayor", dijo el Nobel de Literatura
portugués hace siete años.
En noviembre pasado,
González obtuvo su primer premio internacional, el Tusquets,
con un jurado integrado por Juan Marsé, Almudena Grandes, el colombiano
Juan Gabriel Vásquez, Fernando Aramburu y la editora Beatriz de Moura.
Fue la primera mujer en ganar el Tusquets y lo hizo con su segunda
novela,
Las poseídas, que acaba de editarse en España.
Los
jurados destacaron "la destreza con que la autora teje una trama que
combina géneros y elementos diversos, la recreación poco complaciente
del despertar sexual de la adolescencia y su actitud desafiante ante la
herencia de los adultos".
Precisamente son esas normas sexuales las que
rompe su protagonista, López, y las que llevan a que a Betina le siente
mal el sucesor de Benedicto XVI, su compatriota Francisco.
Pregunta. ¿Qué opina de la imagen de Argentina a través del nuevo papa?
Respuesta. La imagen de Argentina me tiene sin
cuidado. Bajo la bandera del nacionalismo se cometen y se han cometido
atrocidades y ridículos de todo tipo, entre ellos que mis compatriotas
salgan a festejar al papa argentino, igual que a Messi o a Maradona,
como si fuera un triunfo colectivo.
Para cualquier lector de
Las poseídas
queda claro que la novela desmonta y denuncia, entre otras cosas, la
sexualidad normativa que la Iglesia católica prescribe y que ha permeado
y persiste en nuestras sociedades a pesar de las conquistas del
feminismo y de la lucha por los derechos homosexuales. La elección de un
papa que se sigue oponiendo a esas conquistas no me parece algo para
festejar.
P. ¿Cómo describiría a
Las poseídas?
R. Hay distintos sentidos de la palabra poseída o
del verbo poseer en la novela. Se puede leer como una novela sobre la
pérdida de la inocencia.
Si le digo novela de iniciación, piensa en las
clásicas. Tiene algo de eso, pero mezclada también con otros géneros:
terror, gótico, histórico, policial. Tiene una gran carga de oscuridad.
No es una novela de iniciación que ocurre en cualquier momento sino en
una década muy oscura.
P. Los 80, cuando termina la dictadura argentina (1983) y regresa la democracia, pero con diversas revueltas militares.
R. Pero más allá del contexto político, era una década oscura desde la música, desde el
dark. Es una reflexión sobre lo maravilloso, lo difícil y lo superdramático de ser una adolescente.
P. ¿Argentina también era adolescente?
R. Fue la década en la que yo era adolescente. Yo
sentía un vacío. Mi generación sintió el vacío que dejó la generación de
los militantes.
Para los que crecimos en la dictadura, los militares
borraron completamente la posibilidad de una revolución.
Entonces la
novela está escrita desde esa bronca
. Ésa es la importancia del contexto
político más que decir algo sobre lo que ya se escribió mucho
. El
sentimiento generacional es lo que está en la novela
. Esta idea de
querer romperlo todo, pero sin los grandes sueños políticos de los 70.
En los 80 no tenías nada. Era más bien romper por romper.
Una rebelión
de estampita, como dice la novela.
P. Alguna vez describió aquella época con el concierto que The Cure dio en Buenos Aires en 1987, en el que el público rompió todo.
R. La gente desbordó. Hubo desde robos hasta
botellazos al escenario.
Me parece que ese recital fue simbólico de esa
impotencia. Esa bronca es expresada por la narradora de
Las poseídas,
a la que le agarra eso de romper cosas. Pero es algo de cualquier
adolescente.
Quieren llevarse el mundo por delante, pero a la vez tienen
mucho miedo, dependen mucho de la mirada de los demás. También hay
muchos estereotipos en relación al adolescente y a la adolescente. Me ha
interesado burlarme de esos estereotipos, sobre todo los de las chicas
de escuelas católicas.
P. Que también usted ha sido.
R. Sí, conozco ese mundo, pero mi colegio era mucho
más modesto
. A mí me servía ubicar la novela en una clase más alta
porque la narradora no se siente parte del mundo de esas chicas.
P. ¿La novela tiene elementos autobiográficos?
R. No, pero sí de reconstrucción de la época. Por
ejemplo, la excursión al Colegio Militar era algo que en mi colegio se
hacía. Era un premio para las alumnas.
Esa sala que describo con los
botines supuestamente ganados a la subversión existía en 1984 u 85.
Quiero creer que no está más.
P. ¿Qué diferencias de estilo encuentra entre este libro y sus anteriores, incluido
Juegos de playa?
R. A mí me sirvió, a diferencia de los otros libros,
no narrar las historias desde el realismo, desde la necesidad de
reconstruir cada detalle, cada nombre, cada fecha. Eso era en un punto
limitador para mí. Una escritura más despojada funciona mejor. Con
apenas uno o dos detalles se vuelve más potente. Como ese detalle de la
escena en el Colegio Militar.
P. ¿Cuál es la escena que más le gusta de su novela?
R. Esa es una. Hice el experimento de leerla en la
facultad. Yo enseño en la UBA (Universidad de Buenos Aires). Me pidieron
que fuera a hablar como escritora y que leyera algo, y me costó
bastante, más de lo que pensaba. También fue fuerte escribirla.
P. ¿Dónde y cómo escribe?
R. Como puedo, porque ha sido caótico mi regreso a
Argentina en febrero de 2012, después de nueve años en EE UU: tres de
maestría (en Escritura Creativa) y seis de doctorado (en Literatura
Latinoamericana). Escribí
Las poseídas en Pittsburgh, que es
una ciudad como Ciudad Gótica, con 40 días de sol al año.
El contexto
gótico de la novela tiene que ver con Pittsburgh. Era mi último año de
doctorado, estaba harta de ese tipo de escritura y esta novela me tomó
por sorpresa. Es un libro arrebatado.
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