La santa de Ávila ocultó toda su vida la condición conversa de su familia
El psiquiatra Francisco Alonso Fernández presenta su “Historia personal de la monja Teresa de Jesús”, psicohistoria de la religiosa abulense.
La descripción de la rica vida psíquica de Teresa de Ahumada
(1515- 1582), quien fuera canonizada con el nombre de Santa Teresa tras
haber sido considerada por la Inquisición durante décadas sospechosa de
brujería, erasmismo y herejía, es el propósito que el psiquiatra y
psicohistoriador Francisco Alonso Fernández se propone culminar en su
último libro Historia personal de la monja Teresa de Jesús, presentado recientemente en la sede de la Real Academia de Medicina de Madrid.
El autor, catedrático emérito de Psiquiatría y Psicología Médica de la Universidad Complutense y académico, despliega en su texto una enjundiosa plétora de análisis, consideraciones y reflexiones basadas en su experiencia clínica de seis décadas, ejecutoria en la que destaca, por el crédito internacional logrado, su teorización sobre un método para el diagnóstico, clasificación y seguimiento de la depresión, abordada desde una innovadora perspectiva tetradimensional.
Desde tal bagaje clínico experimental y con la añadidura de 50 títulos de otros tantos libros -una decena de ellos semblanzas psicohistóricas bien de monarcas y reinas del Siglo de Oro, bien de personajes como Francisco de Goya-, Alonso Fernández se adentra en el estudio de la vida de una mujer singular: Teresa de Ahumada y Cepeda, nacida en el arranque del siglo XVI en el seno de una familia judeoconversa de raigambre toledana e inserta en un riguroso contexto social cristiano.
Con el propósito de eludir el acoso y la persecución del Santo Oficio, tras la auto-delación de su abuelo, sus padres emigran a Ávila. Allí nace Teresa, que vive su infancia con la victimizada resignación de su procedencia reprimida y oculta de una manera que, según el autor, marcaría su vida. Fue tan interiorizada aquella ocultación que en sus futuros escritos de madurez no hay cita alguna a los judeoconversos, bien presentes en la realidad social de la España de entonces.
En la ciudad amurallada, Teresa y su familia, sobrevenida hidalga por
casamiento de su padre Alonso consecutivamente con dos cristianas
viejas, consiguieron que su origen etno-religioso pasara inadvertido.
Únicamente mediado el siglo pasado su revelación aportó nueva luz sobre
la figura de quien llegaría a ser una figura de universal nombradía en
la Mística.
Si bien en la represión intrapsíquica de su condición de judía conversa sitúa Alonso Fernández algunas de las principales determinaciones de la personalidad de Teresa, subraya que si bien huyó de modo radical de la fe en la religión de Moisés, “nunca renunció del todo a sentirse hebrea”, según sostiene el autor, “de modo que mantuvo relaciones de empatía con mercaderes judíos e introdujo, en sus escritos, numerosas referencias bíblicas a Salomón, David y el propio patriarca mosaico”.
El miedo inquisitorial heredado de sus ancestros sometidos al “sambenito” en su originario Toledo, se combinó en ella con un pavor al infierno, mezcla que le impulsó a tomar los hábitos siendo prácticamente una adolescente, de tal manera que ambos factores generaron en la joven Teresa una serie de taimadas percepciones de la realidad que dejaron su poso en un cuadro de patologías, desde depresión a síntomas histéricos, que la mantuvieron en cama o enferma hasta cumplir los cuarenta años.
De acuerdo con la descripción del doctor Alonso Fernández, la frustración derivada de su insatisfacción vocacional sufrida intramuros del convento se sublima en ella en una nueva fase psíquica en la cual comienza a experimentar un conjunto de fantasías sacras, no desprovistas de ribetes eróticos, mediante las cuales surge en ella un universo en el cual cree mantener una relación directa con la divinidad, con manifestaciones extáticas, delirios de benevolencia y de amor que generan, a su vez, cambios muy profundos en la configuración de su personalidad.
Blindaje de confesores
El rumbo de su crecimiento espiritual inquieta a los inquisidores, no bien la monja abulense, para blindarse de la persecución, elige sus confesores entre altos cuadros del Santo Oficio, estratagema que da sus frutos y la libera de las sospechas de brujería y erasmismo, mientras aparta de ella la condición de heresiarca y alumbrada que algunos inquisidores barajaron durante mucho tiempo atribuirle. Anonada a sus confesores, que le instan a escribir, pero ninguno de sus libros le es publicado en vida.
De esta manera, señala el autor, con 51 años Teresa de Jesús comienza a escribir e inicia una peculiar empresa manifiesta en la fundación de decenas de conventos por España, etapa que coincide en su vida psíquica con la liberación de antiguas y frustrantes ataduras. Este salto personal, donde el erotismo, incentivado y sublimado por su cercanía al sacerdote Jerónimo Gracián, juega un papel destacado, es considerado por Francisco Alonso Fernández con entidad suficiente como para permitirle asignar a Teresa de Jesús la cualidad de haber sido una de las primeras mujeres en la historia de España en haber logrado, por sí misma, la libertad interior. Su emancipación se vio acompañada por una conmoción emocional muy activa e intensa que generó en ella un misticismo exuberante, de delirios sacros e hiperactividad creativa, manifiesta en el místico arrobamiento de algunos de sus escritos donde rezuma un aluvión de retardado erotismo, en el que asumiría ella el papel de esposa de Jesús, credencial que le abriría las puertas al misticismo femenino, de donde surgiría su incuestionada y universal celebridad: pese a ser beatificada en 1592 y canonizada en 1622, la furibunda oposición del escritor, poeta y caballero de Santiago, Francisco de Quevedo y Villegas, impidió con un argumentario misógino que en 1630 Teresa de Jesús fuera declarada co-patrona de España. Empero, en 1970, fue reconocida como la primera mujer Doctora de la Iglesia católica.
El autor, catedrático emérito de Psiquiatría y Psicología Médica de la Universidad Complutense y académico, despliega en su texto una enjundiosa plétora de análisis, consideraciones y reflexiones basadas en su experiencia clínica de seis décadas, ejecutoria en la que destaca, por el crédito internacional logrado, su teorización sobre un método para el diagnóstico, clasificación y seguimiento de la depresión, abordada desde una innovadora perspectiva tetradimensional.
Desde tal bagaje clínico experimental y con la añadidura de 50 títulos de otros tantos libros -una decena de ellos semblanzas psicohistóricas bien de monarcas y reinas del Siglo de Oro, bien de personajes como Francisco de Goya-, Alonso Fernández se adentra en el estudio de la vida de una mujer singular: Teresa de Ahumada y Cepeda, nacida en el arranque del siglo XVI en el seno de una familia judeoconversa de raigambre toledana e inserta en un riguroso contexto social cristiano.
Con el propósito de eludir el acoso y la persecución del Santo Oficio, tras la auto-delación de su abuelo, sus padres emigran a Ávila. Allí nace Teresa, que vive su infancia con la victimizada resignación de su procedencia reprimida y oculta de una manera que, según el autor, marcaría su vida. Fue tan interiorizada aquella ocultación que en sus futuros escritos de madurez no hay cita alguna a los judeoconversos, bien presentes en la realidad social de la España de entonces.
Fue una de las primeras mujeres en la historia de España en haber logrado, por sí misma, la libertad interior.
Si bien en la represión intrapsíquica de su condición de judía conversa sitúa Alonso Fernández algunas de las principales determinaciones de la personalidad de Teresa, subraya que si bien huyó de modo radical de la fe en la religión de Moisés, “nunca renunció del todo a sentirse hebrea”, según sostiene el autor, “de modo que mantuvo relaciones de empatía con mercaderes judíos e introdujo, en sus escritos, numerosas referencias bíblicas a Salomón, David y el propio patriarca mosaico”.
El miedo inquisitorial heredado de sus ancestros sometidos al “sambenito” en su originario Toledo, se combinó en ella con un pavor al infierno, mezcla que le impulsó a tomar los hábitos siendo prácticamente una adolescente, de tal manera que ambos factores generaron en la joven Teresa una serie de taimadas percepciones de la realidad que dejaron su poso en un cuadro de patologías, desde depresión a síntomas histéricos, que la mantuvieron en cama o enferma hasta cumplir los cuarenta años.
De acuerdo con la descripción del doctor Alonso Fernández, la frustración derivada de su insatisfacción vocacional sufrida intramuros del convento se sublima en ella en una nueva fase psíquica en la cual comienza a experimentar un conjunto de fantasías sacras, no desprovistas de ribetes eróticos, mediante las cuales surge en ella un universo en el cual cree mantener una relación directa con la divinidad, con manifestaciones extáticas, delirios de benevolencia y de amor que generan, a su vez, cambios muy profundos en la configuración de su personalidad.
Asumiría el papel de esposa de Jesús, credencial
que le abriría las puertas al misticismo femenino, de donde surgiría su
incuestionada y universal celebridad
El rumbo de su crecimiento espiritual inquieta a los inquisidores, no bien la monja abulense, para blindarse de la persecución, elige sus confesores entre altos cuadros del Santo Oficio, estratagema que da sus frutos y la libera de las sospechas de brujería y erasmismo, mientras aparta de ella la condición de heresiarca y alumbrada que algunos inquisidores barajaron durante mucho tiempo atribuirle. Anonada a sus confesores, que le instan a escribir, pero ninguno de sus libros le es publicado en vida.
De esta manera, señala el autor, con 51 años Teresa de Jesús comienza a escribir e inicia una peculiar empresa manifiesta en la fundación de decenas de conventos por España, etapa que coincide en su vida psíquica con la liberación de antiguas y frustrantes ataduras. Este salto personal, donde el erotismo, incentivado y sublimado por su cercanía al sacerdote Jerónimo Gracián, juega un papel destacado, es considerado por Francisco Alonso Fernández con entidad suficiente como para permitirle asignar a Teresa de Jesús la cualidad de haber sido una de las primeras mujeres en la historia de España en haber logrado, por sí misma, la libertad interior. Su emancipación se vio acompañada por una conmoción emocional muy activa e intensa que generó en ella un misticismo exuberante, de delirios sacros e hiperactividad creativa, manifiesta en el místico arrobamiento de algunos de sus escritos donde rezuma un aluvión de retardado erotismo, en el que asumiría ella el papel de esposa de Jesús, credencial que le abriría las puertas al misticismo femenino, de donde surgiría su incuestionada y universal celebridad: pese a ser beatificada en 1592 y canonizada en 1622, la furibunda oposición del escritor, poeta y caballero de Santiago, Francisco de Quevedo y Villegas, impidió con un argumentario misógino que en 1630 Teresa de Jesús fuera declarada co-patrona de España. Empero, en 1970, fue reconocida como la primera mujer Doctora de la Iglesia católica.
“Historia personal de la monja Teresa de Jesús”. Editorial La hoja del monte. 245 páginas. 22 euros. Madrid, 2013.
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