Flaming Lips se pasa al lado oscuro con el álbum ‘The terror’
Su rock entre delirante y espacial la convierte en una de las bandas más interesantes de EE UU.
Wayne Coyne (Pittsburgh, 1961) es uno de los tipos más parlanchines
del rock. Ya avisa un periodista belga al salir de la habitación del
hotel de Londres donde el cantante de Flaming Lips promociona el nuevo
disco del grupo, The terror:
“O haces que se calle o se va pasar toda la entrevista en la primera pregunta”. Entonces se oye una voz que sale de la suite.“Ese tío es bueno, me ha dicho ‘¡Calla, Wayne!’ 20 veces. Pasa, hombre”.
En el dormitorio no se ve a nadie. Coyne está en el baño en plena batalla con la tapa del retrete: “¿A qué parece un hotel elegante? Pues mira”. La levanta y se cierra sola; lo vuelve a hacer, idéntico resultado. “Un cliente debería de poder mear sujetándosela con las dos manos ¿no? En fin, da igual, sentémonos”.
Se deja caer en una silla con la misma expansividad con la que lo hace todo.
Es de esa rara especie de músicos que después de 30 años parece disfrutar enormemente en las entrevistas. De hecho parece disfrutar enormemente de la vida. “No es una tortura. Es charlar con gente interesante que ha venido de lejos. Genial ¿no?”, cuando va a contestarse suena un móvil. Le echa una mirada. “Es mi mujer. ¿Te importa?”
. No da tiempo a decir nada. “¡Hola, cariño! Mira, estoy con un periodista”, gira el móvil y aparece efectivamente su señora, de la que conocemos casi todo. Coyne tiene la costumbre de publicar fotos de ella desnuda en su Twitter. “Disculpa un segundo”, suelta y vuelve al baño.
En la última actuación de Flaming Lips en España, en el festival SOS Murcia de 2012, vagaban los dos por la zona VIP como aristócratas venidos a menos
. Antes, el grupo había desplegado todo su arsenal en directo.
Y es mucho. Llevan 15 años desarrollando un concepto. Lo que en 2001 era una especie de carnaval de baratillo lleno de imaginación y sentimiento se ha convertido en una grandiosa fantasía entre lo psicodélico y lo espacial, que incluye, además del consabido paseo en el interior de un balón gigante de plástico transparente sobre las cabezas del público, confeti como para una fiesta de cumpleaños de los hijos de Ana Mato, pantallas gigantes, proyecciones espectaculares o decenas de tipos disfrazados sobre el escenario.
El único problema es que las canciones han perdido importancia entre ese despliegue visual. Y son las canciones las que les hicieron grandes. She doesn’t use jelly, en 1993, les dio un nombre entre la generación MTV, y un sitio en la confusión del grunge. Dos álbumes, Yoshimi y The soft bulletin, les insuflaron vida una década después. Eran discos mayúsculos de pop asombrosamente brillante. “En el momento de The soft bulletin, con Steven [Dordz, alma musical del grupo] metido en la heroína, pensábamos que no teníamos futuro. Lo hicimos porque creímos que era el final
. Era nuestra despedida. Cuando salió fue creciendo. Y ahora es importante para mucha gente. Eso no lo vamos a lograr otra vez. Y no hay por qué volverse loco intentándolo”, explicará luego.
Ahora Coyne y su señora hablan de un vídeo que al parecer él le ha enviado hace un rato a Oklahoma City, donde ha vivido toda su vida. Uno en el que aparece de crío, con melenas, no las cool de ahora, las de macarrilla juvenil con las que sale en el documental Fearless freaks, esa maravilla de 2002 en el que Steven Dordz aparecía inyectándose heroína mientras se definía como “basura blanca de los suburbios”.
Estos inadaptados son héroes locales. En 2009, uno de sus temas Do you realize?, de 2002, fue elegida canción rock oficial de Oklahoma por votación popular.
Aunque tuvo que firmarla el Gobernador como orden ejecutiva: el Senado del estado se negó a aprobarla porque el tercer componente del grupo, Michael Ivins, apareció en la grada de invitados del hemiciclo con una camiseta roja con una hoz y un martillo amarillo en la parte delantera. “No fue la mejor de las ideas, pero nunca hemos sido de pensar mucho las cosas”.
The terror es un álbum de psicodelia oscura. “No es optimista, pero tampoco derrotista. Cuando un hombre se enfrenta a la muerte puede aterrorizarse o decir:
‘Qué te jodan, moriré, pero no me derrotaras”.
Lo curioso es que hace unos meses editaban un tema que no está en el disco, Sun blows up today, que no solo es lo más parecido a una canción con potencial de éxito que han hecho en años sino que también era el tema central de una campaña de Hyundai que se estrenó en el intermedio de la Superbowl.
“Estoy de acuerdo, sería un éxito, pero qué más da.
Es solo una cancioncilla divertida”. The terror corre el riesgo de pasar inadvertido en medio de la miríada de cosas que hacen. Ni siquiera se puede saber exactamente qué número hace.
Si contamos Embryonic como su último lanzamiento oficial en Warner, sería el decimotercero desde 1986, pero desde Embryonic han publicado uno de colaboraciones o una calavera con un pendrive dentro con una canción de 24 horas.
“Y también un corazón de chocolate, anatómicamente correcto”, añade al listado. “Tenemos un lema: ‘Sea o no música, si es de Flaming Lips está hecho con amor por auténticos freaks’
. Y esa es la pura verdad”.
“O haces que se calle o se va pasar toda la entrevista en la primera pregunta”. Entonces se oye una voz que sale de la suite.“Ese tío es bueno, me ha dicho ‘¡Calla, Wayne!’ 20 veces. Pasa, hombre”.
En el dormitorio no se ve a nadie. Coyne está en el baño en plena batalla con la tapa del retrete: “¿A qué parece un hotel elegante? Pues mira”. La levanta y se cierra sola; lo vuelve a hacer, idéntico resultado. “Un cliente debería de poder mear sujetándosela con las dos manos ¿no? En fin, da igual, sentémonos”.
Se deja caer en una silla con la misma expansividad con la que lo hace todo.
Es de esa rara especie de músicos que después de 30 años parece disfrutar enormemente en las entrevistas. De hecho parece disfrutar enormemente de la vida. “No es una tortura. Es charlar con gente interesante que ha venido de lejos. Genial ¿no?”, cuando va a contestarse suena un móvil. Le echa una mirada. “Es mi mujer. ¿Te importa?”
. No da tiempo a decir nada. “¡Hola, cariño! Mira, estoy con un periodista”, gira el móvil y aparece efectivamente su señora, de la que conocemos casi todo. Coyne tiene la costumbre de publicar fotos de ella desnuda en su Twitter. “Disculpa un segundo”, suelta y vuelve al baño.
En la última actuación de Flaming Lips en España, en el festival SOS Murcia de 2012, vagaban los dos por la zona VIP como aristócratas venidos a menos
. Antes, el grupo había desplegado todo su arsenal en directo.
Y es mucho. Llevan 15 años desarrollando un concepto. Lo que en 2001 era una especie de carnaval de baratillo lleno de imaginación y sentimiento se ha convertido en una grandiosa fantasía entre lo psicodélico y lo espacial, que incluye, además del consabido paseo en el interior de un balón gigante de plástico transparente sobre las cabezas del público, confeti como para una fiesta de cumpleaños de los hijos de Ana Mato, pantallas gigantes, proyecciones espectaculares o decenas de tipos disfrazados sobre el escenario.
El único problema es que las canciones han perdido importancia entre ese despliegue visual. Y son las canciones las que les hicieron grandes. She doesn’t use jelly, en 1993, les dio un nombre entre la generación MTV, y un sitio en la confusión del grunge. Dos álbumes, Yoshimi y The soft bulletin, les insuflaron vida una década después. Eran discos mayúsculos de pop asombrosamente brillante. “En el momento de The soft bulletin, con Steven [Dordz, alma musical del grupo] metido en la heroína, pensábamos que no teníamos futuro. Lo hicimos porque creímos que era el final
. Era nuestra despedida. Cuando salió fue creciendo. Y ahora es importante para mucha gente. Eso no lo vamos a lograr otra vez. Y no hay por qué volverse loco intentándolo”, explicará luego.
Ahora Coyne y su señora hablan de un vídeo que al parecer él le ha enviado hace un rato a Oklahoma City, donde ha vivido toda su vida. Uno en el que aparece de crío, con melenas, no las cool de ahora, las de macarrilla juvenil con las que sale en el documental Fearless freaks, esa maravilla de 2002 en el que Steven Dordz aparecía inyectándose heroína mientras se definía como “basura blanca de los suburbios”.
Estos inadaptados son héroes locales. En 2009, uno de sus temas Do you realize?, de 2002, fue elegida canción rock oficial de Oklahoma por votación popular.
Aunque tuvo que firmarla el Gobernador como orden ejecutiva: el Senado del estado se negó a aprobarla porque el tercer componente del grupo, Michael Ivins, apareció en la grada de invitados del hemiciclo con una camiseta roja con una hoz y un martillo amarillo en la parte delantera. “No fue la mejor de las ideas, pero nunca hemos sido de pensar mucho las cosas”.
The terror es un álbum de psicodelia oscura. “No es optimista, pero tampoco derrotista. Cuando un hombre se enfrenta a la muerte puede aterrorizarse o decir:
‘Qué te jodan, moriré, pero no me derrotaras”.
Lo curioso es que hace unos meses editaban un tema que no está en el disco, Sun blows up today, que no solo es lo más parecido a una canción con potencial de éxito que han hecho en años sino que también era el tema central de una campaña de Hyundai que se estrenó en el intermedio de la Superbowl.
“Estoy de acuerdo, sería un éxito, pero qué más da.
Es solo una cancioncilla divertida”. The terror corre el riesgo de pasar inadvertido en medio de la miríada de cosas que hacen. Ni siquiera se puede saber exactamente qué número hace.
Si contamos Embryonic como su último lanzamiento oficial en Warner, sería el decimotercero desde 1986, pero desde Embryonic han publicado uno de colaboraciones o una calavera con un pendrive dentro con una canción de 24 horas.
“Y también un corazón de chocolate, anatómicamente correcto”, añade al listado. “Tenemos un lema: ‘Sea o no música, si es de Flaming Lips está hecho con amor por auténticos freaks’
. Y esa es la pura verdad”.
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