En los últimos años de su vida, Jesús del Pozo flirteaba con la idea de irse a vivir a una dahabeya,
una de las barcazas de vela que recorren el Nilo
. Era una amenaza que, por supuesto, no estaba dispuesto a cumplir. La devoción por su trabajo le impedía contemplar seriamente la idea de retirarse. Así es como falleció a los 64 años, en agosto de 2011, entregado a su última colección, que dejó inconclusa.
Quienes le conocieron bien lo refrendan: “Apenas se tomaba vacaciones, para llevártelo de viaje casi tenías que secuestrarlo”, recuerdan la cantante Ana Belén y la publicista y galerista Isabel Yanguas, dos de sus íntimas amigas, que compartieron con el diseñador madrileño algunas de esas escapadas a Estambul o Panamá.
Ambas forman parte del patronato de la Fundación Jesús del Pozo, que nació en 2004 impulsada por el propio modista para contribuir a la formación de nuevos talentos en la moda y que ha sido relanzada tras su pérdida. La cita para presentar a sus miembros es en la sede de la empresa, rebautizada hoy como Delpozo, en el Mercado Puerta de Toledo de Madrid.
La golfista Cristina Marsans charla con Pilar González de Gregorio, duquesa de Fernandina, sobre los primeros trajes que encargó cada una al diseñador.
Marsans, dos de sastre, en la primera tiendita de moda para hombre que abrió Del Pozo en la calle del Almirante; la duquesa, ya en los noventa, esos vestidos “con duende”
. Enrique Loewe bromea con la maquilladora diciendo que no haga esfuerzos, que luego le arreglarán con Photoshop. Josep Font está más pendiente de lo que pasa en el taller que del revuelo de esta sala.
Está ultimando los detalles de la colección que presentaría poco después en Nueva York, su segunda como director creativo de Delpozo. La editora María Eugenia Alberti y el presidente de Perfumes y Diseño, Pedro Trólez, se han caído del cartel.
Ella está enferma. Él prefiere, en sus propias palabras, “seguir siendo un desconocido”.
Sin embargo, es precisamente Trólez quien ha hecho posible que hoy se hable de la continuidad de la marca que Jesús del Pozo fundó en 1974 y de la actualización de su legado. Perfumes y Diseño inyectó cinco millones de euros en la empresa cuando la adquirió en febrero de 2012.
Hasta entonces solo era licenciatario. Veinte años antes, su compañía había lanzado el perfume original de Jesús del Pozo, Duende.
Le seguirían una docena de fragancias, convirtiéndose en el principal activo de las cuentas del modista. Hoy trabaja en la elaboración de la primera de Delpozo, “que no verá la luz antes de 2014”. Es tan solo un paso más en una internacionalización que pasa por desfilar fuera y abrir tienda en Dubái.
El cambio de nombre e imagen se debe, en parte, a ese afán expansivo en Oriente Próximo, según cuenta Trólez vía telefónica. “Era un hecho necesario
. La palabra ‘Jesús’ en los países árabes está prohibida. De hecho nosotros allí utilizábamos el anagrama y los frascos los firmábamos como J del Pozo
. En cualquier caso, nos encontrábamos con que cada vez que viajábamos al extranjero la gente se refería a la marca como Del Pozo, a secas, así que obedece a una lógica empresarial para allanar el terreno comercial”.
Las cifras los refrendan: solo en 2012, el volumen de negocio de Perfumes y Diseño alcanzó casi 44 millones de euros de facturación.
Mientras Delpozo mira al futuro, la Fundación Jesús del Pozo quiere preservar el pasado. Su principal razón de ser, explican sus responsables, es continuar ofreciendo becas a la excelencia y recibir a alumnos de diseño en prácticas. Pero también mantener la memoria de Jesús. Todos parecen estar de acuerdo en algunas acciones: “Lo primero, catalogar y conservar los más de 400 trajes archivados con el objetivo de exhibirlos. Y también un libro”. En noviembre, el Teatro de la Zarzuela reestrenó El juramento, la versión moderna de la obra de Olona y Gaztambide, que vio la luz en 2000 con figurines de Jesús del Pozo.
En el propio teatro podía visitarse también una exposición con vestuario del modista para Carmen o Farnache. Enrique Loewe está moviéndose para “encontrar alguna esquina bonita de Madrid, algún remanso de paz que bautizar con el nombre de Jesús del Pozo. Una plaza, una glorieta o una calle. Lo considero una posibilidad razonable, aunque el Ayuntamiento no está para bromas últimamente”.
Según Cristina Marsans, “Jesús era un hombre que parecía del Renacimiento”. Para Isabel Yanguas, “estamos ante un experimento interesante: es la primera vez en España que una marca trasciende a su difunto creador”.
Ana Belén, su gran musa (por mucho que ella quiera restarle importancia a esa condición), considera fundamental que los futuros diseñadores sepan quién fue.
“Pasa también con los jóvenes actores, que no conocen a los que estuvieron antes o se han retirado, a quienes los han precedido”. “Sí, hay que tener un respeto a los que han hecho posible que estemos aquí hoy”, refrenda Yanguas. “Ya no es por respeto”, apostilla Ana Belén, “sino por conocimiento. Tenemos que saber de dónde venimos
. Luego, si cada uno lo respeta o no, ya es cosa suya”.
. Era una amenaza que, por supuesto, no estaba dispuesto a cumplir. La devoción por su trabajo le impedía contemplar seriamente la idea de retirarse. Así es como falleció a los 64 años, en agosto de 2011, entregado a su última colección, que dejó inconclusa.
Quienes le conocieron bien lo refrendan: “Apenas se tomaba vacaciones, para llevártelo de viaje casi tenías que secuestrarlo”, recuerdan la cantante Ana Belén y la publicista y galerista Isabel Yanguas, dos de sus íntimas amigas, que compartieron con el diseñador madrileño algunas de esas escapadas a Estambul o Panamá.
Ambas forman parte del patronato de la Fundación Jesús del Pozo, que nació en 2004 impulsada por el propio modista para contribuir a la formación de nuevos talentos en la moda y que ha sido relanzada tras su pérdida. La cita para presentar a sus miembros es en la sede de la empresa, rebautizada hoy como Delpozo, en el Mercado Puerta de Toledo de Madrid.
La golfista Cristina Marsans charla con Pilar González de Gregorio, duquesa de Fernandina, sobre los primeros trajes que encargó cada una al diseñador.
Marsans, dos de sastre, en la primera tiendita de moda para hombre que abrió Del Pozo en la calle del Almirante; la duquesa, ya en los noventa, esos vestidos “con duende”
. Enrique Loewe bromea con la maquilladora diciendo que no haga esfuerzos, que luego le arreglarán con Photoshop. Josep Font está más pendiente de lo que pasa en el taller que del revuelo de esta sala.
Está ultimando los detalles de la colección que presentaría poco después en Nueva York, su segunda como director creativo de Delpozo. La editora María Eugenia Alberti y el presidente de Perfumes y Diseño, Pedro Trólez, se han caído del cartel.
Ella está enferma. Él prefiere, en sus propias palabras, “seguir siendo un desconocido”.
Sin embargo, es precisamente Trólez quien ha hecho posible que hoy se hable de la continuidad de la marca que Jesús del Pozo fundó en 1974 y de la actualización de su legado. Perfumes y Diseño inyectó cinco millones de euros en la empresa cuando la adquirió en febrero de 2012.
Hasta entonces solo era licenciatario. Veinte años antes, su compañía había lanzado el perfume original de Jesús del Pozo, Duende.
Le seguirían una docena de fragancias, convirtiéndose en el principal activo de las cuentas del modista. Hoy trabaja en la elaboración de la primera de Delpozo, “que no verá la luz antes de 2014”. Es tan solo un paso más en una internacionalización que pasa por desfilar fuera y abrir tienda en Dubái.
El cambio de nombre e imagen se debe, en parte, a ese afán expansivo en Oriente Próximo, según cuenta Trólez vía telefónica. “Era un hecho necesario
. La palabra ‘Jesús’ en los países árabes está prohibida. De hecho nosotros allí utilizábamos el anagrama y los frascos los firmábamos como J del Pozo
. En cualquier caso, nos encontrábamos con que cada vez que viajábamos al extranjero la gente se refería a la marca como Del Pozo, a secas, así que obedece a una lógica empresarial para allanar el terreno comercial”.
Las cifras los refrendan: solo en 2012, el volumen de negocio de Perfumes y Diseño alcanzó casi 44 millones de euros de facturación.
Mientras Delpozo mira al futuro, la Fundación Jesús del Pozo quiere preservar el pasado. Su principal razón de ser, explican sus responsables, es continuar ofreciendo becas a la excelencia y recibir a alumnos de diseño en prácticas. Pero también mantener la memoria de Jesús. Todos parecen estar de acuerdo en algunas acciones: “Lo primero, catalogar y conservar los más de 400 trajes archivados con el objetivo de exhibirlos. Y también un libro”. En noviembre, el Teatro de la Zarzuela reestrenó El juramento, la versión moderna de la obra de Olona y Gaztambide, que vio la luz en 2000 con figurines de Jesús del Pozo.
En el propio teatro podía visitarse también una exposición con vestuario del modista para Carmen o Farnache. Enrique Loewe está moviéndose para “encontrar alguna esquina bonita de Madrid, algún remanso de paz que bautizar con el nombre de Jesús del Pozo. Una plaza, una glorieta o una calle. Lo considero una posibilidad razonable, aunque el Ayuntamiento no está para bromas últimamente”.
Según Cristina Marsans, “Jesús era un hombre que parecía del Renacimiento”. Para Isabel Yanguas, “estamos ante un experimento interesante: es la primera vez en España que una marca trasciende a su difunto creador”.
Ana Belén, su gran musa (por mucho que ella quiera restarle importancia a esa condición), considera fundamental que los futuros diseñadores sepan quién fue.
“Pasa también con los jóvenes actores, que no conocen a los que estuvieron antes o se han retirado, a quienes los han precedido”. “Sí, hay que tener un respeto a los que han hecho posible que estemos aquí hoy”, refrenda Yanguas. “Ya no es por respeto”, apostilla Ana Belén, “sino por conocimiento. Tenemos que saber de dónde venimos
. Luego, si cada uno lo respeta o no, ya es cosa suya”.
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