Puede leer aquí el primer capítulo de la novela, que se publica hoy.
Hablamos con el autor de una obra con la que obtuvo el Premio L’H Confidencial 2013, una novela en la que, ayudado por elementos de ficción, trata de "transmitir toda la realidad y ser absolutamente fiel a los hechos y a los personajes, a los protagonistas de esos hechos" que todavía hoy generan preguntas. Un caso extraño en la ficción criminal española.
PREGUNTA: El libro comienza con una advertencia :
"Por imperativo legal, los nombres verdaderos de los protagonistas de
esta historia se han encubierto. Los crímenes ocurrieron tal y como se
relata" ¿Esto cómo se come?
RESPUESTA: Cambio los nombres, soy totalmente fiel al sumario, a los hechos contrastados y demostrados jurídicamente, con pruebas, pero desarrollo la hipótesis del dinero. He dejado los nombres reales de los forenses, entre otras cosas porque uno de ellos es amigo mío y era una forma de hacerle un homenaje: García Andrade fue el hombre que desde la ciencia, desde las autopsias, ha estado cuestionando siempre la versión oficial y no se le ha hecho ningún caso.
P: ¿Pero lo que se relata en la novela es lo que ocurrió en la realidad?
R: He seguido la versión del dinero, la única que no investigó la policia, porque enseguida se plegaron a lo que decían los banqueros y lo que he hecho a partir de ahí es reconstruir el crimen. Me he tenido que inventar personajes de ficción para reconstruir eso, pero lo que cuento está totalmente basado en el sumario.
P: ¿Cuál es su relación con el caso?
R: Cubrí el juicio contra Rafi Escobedo para El Periódico. Fue mi debut en el periodismo. Tengo el sumario completo, es un tema que me ha perseguido. En Los crímenes de la democracia (Ediciones B) un tercio del libro es el caso de los marqueses. Todavía me encuentro a gente que me dice : “¿Pero Rafi mató a los marqueses de Urquijo, o no?”.
P: ¿Y Rafi los mató?
R: ¿Quién organizó eso? Es un crimen que excepto Rafi y Javier Anastasio (amigo de Rafi,huido de la justicia y que reapareció con el crimen prescrito) nadie más ha sido procesado y todo el mundo sabe que esa noche había más gente en el chalet ejecutando el crimen. Una cosa que me llamó la atención es que la policía negara categóricamente, sin ningún tipo de investigación, que el Banco Urquijo iba a ser fusionado con el banco Hispanoramericano: a los seis meses de la muerte de los marqueses fue absorbido. Rafi aparece como la víctima propiciatoria de una conspiración, en la que él participa, porque no hay duda de que estaba allí. Donde surge la duda es del convencimiento general de que él no apretó el gatillo.
Asesinato por encargo y profesionalizado
El autor no sale de su asombro según va recordando el caso. La hipótesis de los sicarios aparece desde el primer momento para luego ser enterrada por la versión oficial. En la crónica de EL PAÍS del 2 de agosto de 1980 firmada por Julio César Iglesias ya se habla de un "crimen por encargo" y de un "reducido número de sicarios".
P: Ante la pregunta de quién lo hizo usted introduce el personaje de Fierro, asesino profesional, un instrumento de la ficción que no tiene paralelismo en la realidad.
R: La conclusión es que es esta persona la que es capaz de matar con una pistola del calibre 22, con ánimo frío y calculador, tal y como dicen las dos autopsias de los forenses que están en el sumario. Y con esa idea, de esas preguntas sin respuesta, es con la que construyo la novela P: Pero el yerno de los Urquijo se declara culpable ante la policía cuando es detenido en 1983, después se desdice, en el juicio aparece tan tranquilo...
R: Rafi es una persona pusilánime, un niño bien, sin mucha personalidad, sin arrojo, que vivía en la elite de la clase media alta sin serlo, sin problemas en la vida. Vive confiado. Lo que ocurre es que él se va deteriorando en la cárcel y va vendiendo exclusivas, distintas versiones, entre ellas la verdadera. Estamos en un momento procesal muy raro. Declara sin abogado delante porque en ese momento todavía no hacía falta. Le ponen al padre esposado delante, le putean psicológicamente. Es un tipo mentalmente muy débil que al principio cree que se va a librar. Llega al juicio como un héroe.
Circo procesal
La conversación con Sánchez Soler salta de una cosa a otra. El proceso plagado de irregularidades y hechos que el autor califica de "alucinantes" se interpone en el análisis de la figura de Escobedo, pero es necesario para entender la figura del único condenado y su trágico final. Con el sumario en mente, el autor lanza duras acusaciones, realidades puestas encima de la mesa y reflejadas en la novela.
P: ¿A qué se debe un proceso tan irregular, tan cutre? ¿Era por el momento en que se encontraba España o de verdad había una voluntad de ocultar cosas?
R: Hay alguien que va eliminando pruebas. De hecho, los casquillos desaparecen del juzgado y se dice que unos supuestos policías llegaron allí y se lo llevaron. Eso está en el sumario. No se investiga en condiciones. La Policía se pone al servicio de la familia y sobre todo al servicio del portavoz de la familia en ese momento, que era Jaime Carvajal Urquijo.
P: ¿Y qué había dentro de la cabeza de Escobedo?
R: Sé lo que pensaba mi personaje. Lo que piensa Escobedo es imposible de saber. Lo que sí está claro es que desaparecieron todas las pruebas. En los dos años que está en la cárcel, antes de que lo juzguen, desaparecen todas las pruebas, la pistola no aparece por ningún lado, la prueba que el escribe “yo maté a los marqueses” se pierde. Otra cosa que falla es el móvil ¿Lo hizo por venganza? ¿De qué? Si estaba casado en separación de bienes y ya estaba separado de la mujer.
P: ¿Se quitaron de en medio a Escobedo?
R: A ver. Escobedo estaba muy pasado de rosca. Anuncia en el programa de Jesús Quintero que se va a suicidar. Y a los pocos días aparece en su celda colgado de una ventana, con una sábana, con los pies rozando la cama, de manera que si los estira la toca, que si en el momento último hubiera querido evitar el suicidio hubiera podido. El cuello no tiene la ruptura los ahorcados, del peso de la caída y para colmo tenía cianuro en los pulmones. Y entran y no hacen nada: bajan a Rafi, no toman medidas, no toman huellas, no hacen fotografías. Cuando se llevan el cadáver, dejan la puerta abierta y la gente se llevó lo que quiso.
P: ¿Se lo quitaron de enmedio porque sabía demasiado?
R: No creo. Se lo quitaron de enmedio porque molestaba, simplemente. Su propia presencia era un coñazo. Lo condenaron a 54 años. A Emilio Hellín (asesino ultraderechista de Yolanda, crimen que conmocionó a la España de la Transición resucitado por nuestro compañero José María Irujo) lo condenaron a 47 años y salió a los 16. Hubiera salido perfectamente en poco tiempo. Pero se fue deteriorando. Es lo que terminó de hacer tremenda la historia.
P: En todo esto hay un héroe, un Quijote que se empeña en pelear por la verdad desde su humilde posición. Es el inspector José Romero (en la foto) (lean el gran reportaje que hizo sobre él nuestro compañero Jesús Duva), en la novela, inspector Montero ¿Qué ha sido de él?
R: Es abogado. Lógicamente, una persona con esa inteligencia no podía aguantar mucho esa situación. En plena Transición aparece un crimen brutal, cuyas víctimas tienen nombre de banco, amigos de la Casa Real, de Adolfo Suárez, gente con mucho lustre social. él investigó como haría cualquier policía, siguió la pista y lo pilló. Entonces todos los otros policías de homicidios hicieron el ridículo de una manera monumental. A todos. Haciendo una investigación sencilla, de comprobar, de procedimiento.
P: ¿Sería posible un crimen así hoy en día?
R: Sí. Lo que pasa es que ni la policía ni los criminales cometerían tantos errores.
RESPUESTA: Cambio los nombres, soy totalmente fiel al sumario, a los hechos contrastados y demostrados jurídicamente, con pruebas, pero desarrollo la hipótesis del dinero. He dejado los nombres reales de los forenses, entre otras cosas porque uno de ellos es amigo mío y era una forma de hacerle un homenaje: García Andrade fue el hombre que desde la ciencia, desde las autopsias, ha estado cuestionando siempre la versión oficial y no se le ha hecho ningún caso.
P: ¿Pero lo que se relata en la novela es lo que ocurrió en la realidad?
R: He seguido la versión del dinero, la única que no investigó la policia, porque enseguida se plegaron a lo que decían los banqueros y lo que he hecho a partir de ahí es reconstruir el crimen. Me he tenido que inventar personajes de ficción para reconstruir eso, pero lo que cuento está totalmente basado en el sumario.
P: ¿Cuál es su relación con el caso?
R: Cubrí el juicio contra Rafi Escobedo para El Periódico. Fue mi debut en el periodismo. Tengo el sumario completo, es un tema que me ha perseguido. En Los crímenes de la democracia (Ediciones B) un tercio del libro es el caso de los marqueses. Todavía me encuentro a gente que me dice : “¿Pero Rafi mató a los marqueses de Urquijo, o no?”.
P: ¿Y Rafi los mató?
R: ¿Quién organizó eso? Es un crimen que excepto Rafi y Javier Anastasio (amigo de Rafi,huido de la justicia y que reapareció con el crimen prescrito) nadie más ha sido procesado y todo el mundo sabe que esa noche había más gente en el chalet ejecutando el crimen. Una cosa que me llamó la atención es que la policía negara categóricamente, sin ningún tipo de investigación, que el Banco Urquijo iba a ser fusionado con el banco Hispanoramericano: a los seis meses de la muerte de los marqueses fue absorbido. Rafi aparece como la víctima propiciatoria de una conspiración, en la que él participa, porque no hay duda de que estaba allí. Donde surge la duda es del convencimiento general de que él no apretó el gatillo.
Asesinato por encargo y profesionalizado
El autor no sale de su asombro según va recordando el caso. La hipótesis de los sicarios aparece desde el primer momento para luego ser enterrada por la versión oficial. En la crónica de EL PAÍS del 2 de agosto de 1980 firmada por Julio César Iglesias ya se habla de un "crimen por encargo" y de un "reducido número de sicarios".
P: Ante la pregunta de quién lo hizo usted introduce el personaje de Fierro, asesino profesional, un instrumento de la ficción que no tiene paralelismo en la realidad.
R: La conclusión es que es esta persona la que es capaz de matar con una pistola del calibre 22, con ánimo frío y calculador, tal y como dicen las dos autopsias de los forenses que están en el sumario. Y con esa idea, de esas preguntas sin respuesta, es con la que construyo la novela P: Pero el yerno de los Urquijo se declara culpable ante la policía cuando es detenido en 1983, después se desdice, en el juicio aparece tan tranquilo...
R: Rafi es una persona pusilánime, un niño bien, sin mucha personalidad, sin arrojo, que vivía en la elite de la clase media alta sin serlo, sin problemas en la vida. Vive confiado. Lo que ocurre es que él se va deteriorando en la cárcel y va vendiendo exclusivas, distintas versiones, entre ellas la verdadera. Estamos en un momento procesal muy raro. Declara sin abogado delante porque en ese momento todavía no hacía falta. Le ponen al padre esposado delante, le putean psicológicamente. Es un tipo mentalmente muy débil que al principio cree que se va a librar. Llega al juicio como un héroe.
Circo procesal
La conversación con Sánchez Soler salta de una cosa a otra. El proceso plagado de irregularidades y hechos que el autor califica de "alucinantes" se interpone en el análisis de la figura de Escobedo, pero es necesario para entender la figura del único condenado y su trágico final. Con el sumario en mente, el autor lanza duras acusaciones, realidades puestas encima de la mesa y reflejadas en la novela.
P: ¿A qué se debe un proceso tan irregular, tan cutre? ¿Era por el momento en que se encontraba España o de verdad había una voluntad de ocultar cosas?
R: Hay alguien que va eliminando pruebas. De hecho, los casquillos desaparecen del juzgado y se dice que unos supuestos policías llegaron allí y se lo llevaron. Eso está en el sumario. No se investiga en condiciones. La Policía se pone al servicio de la familia y sobre todo al servicio del portavoz de la familia en ese momento, que era Jaime Carvajal Urquijo.
P: ¿Y qué había dentro de la cabeza de Escobedo?
R: Sé lo que pensaba mi personaje. Lo que piensa Escobedo es imposible de saber. Lo que sí está claro es que desaparecieron todas las pruebas. En los dos años que está en la cárcel, antes de que lo juzguen, desaparecen todas las pruebas, la pistola no aparece por ningún lado, la prueba que el escribe “yo maté a los marqueses” se pierde. Otra cosa que falla es el móvil ¿Lo hizo por venganza? ¿De qué? Si estaba casado en separación de bienes y ya estaba separado de la mujer.
P: ¿Se quitaron de en medio a Escobedo?
R: A ver. Escobedo estaba muy pasado de rosca. Anuncia en el programa de Jesús Quintero que se va a suicidar. Y a los pocos días aparece en su celda colgado de una ventana, con una sábana, con los pies rozando la cama, de manera que si los estira la toca, que si en el momento último hubiera querido evitar el suicidio hubiera podido. El cuello no tiene la ruptura los ahorcados, del peso de la caída y para colmo tenía cianuro en los pulmones. Y entran y no hacen nada: bajan a Rafi, no toman medidas, no toman huellas, no hacen fotografías. Cuando se llevan el cadáver, dejan la puerta abierta y la gente se llevó lo que quiso.
P: ¿Se lo quitaron de enmedio porque sabía demasiado?
R: No creo. Se lo quitaron de enmedio porque molestaba, simplemente. Su propia presencia era un coñazo. Lo condenaron a 54 años. A Emilio Hellín (asesino ultraderechista de Yolanda, crimen que conmocionó a la España de la Transición resucitado por nuestro compañero José María Irujo) lo condenaron a 47 años y salió a los 16. Hubiera salido perfectamente en poco tiempo. Pero se fue deteriorando. Es lo que terminó de hacer tremenda la historia.
P: En todo esto hay un héroe, un Quijote que se empeña en pelear por la verdad desde su humilde posición. Es el inspector José Romero (en la foto) (lean el gran reportaje que hizo sobre él nuestro compañero Jesús Duva), en la novela, inspector Montero ¿Qué ha sido de él?
R: Es abogado. Lógicamente, una persona con esa inteligencia no podía aguantar mucho esa situación. En plena Transición aparece un crimen brutal, cuyas víctimas tienen nombre de banco, amigos de la Casa Real, de Adolfo Suárez, gente con mucho lustre social. él investigó como haría cualquier policía, siguió la pista y lo pilló. Entonces todos los otros policías de homicidios hicieron el ridículo de una manera monumental. A todos. Haciendo una investigación sencilla, de comprobar, de procedimiento.
P: ¿Sería posible un crimen así hoy en día?
R: Sí. Lo que pasa es que ni la policía ni los criminales cometerían tantos errores.
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