Ya vamos por un tiempo de aparecidos y desaparecidos; ya no contamos a
los que se marcharon, menos todavía a los que en la orilla de enfrente,
en la vida falseada, continúan emitiendo señales entre la niebla y la
suciedad, como la manchada columna de humo de una chatarra flotante.
Los que aparecen son bien recibidos, aunque uno ya no se rinda de arrobo
y entusiasmo cuando los ve. En cuanto a los que desaparecen, o bien nos
da por suponer que andan enfermos, o atribulados por la depresión, o
narcotizados en Las Palmas por la ginebra, el remordimiento, la vida
gastada.
No quiere uno pensar que la cobardía, que en tiempo de amistad se
perdonaba con rasgos más fértiles, se lo ha tragado de la tierra. Aunque
elementos para pensar en una tal cobardía los tengo, pues acorralado
por la impotencia he tenido que oírle sus confesiones; de sí y de
silencio, de admiración y de silencio.
¿Su alma atormentada y pusilánime ha dado el último coletazo, impulsado por el remordimiento?
Ha regresado a lo abisal. Uno sigue a flote. Nada le extraña.
Del Blog Virtual de Jose Carlos Cataño......Bellisimo!!!!
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