Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 ene 2013

Una década persiguiendo el resplandor

Partir de un imposible tiene sus limitaciones. La baza del cineasta Ramón Lluís Bande y el músico Nacho Vegas es la conciencia de que en esto del arte los parámetros que responden a algún tipo de realidad mensurable funcionan solo a veces. El fulgor es una canción y es una película, y también “la crónica de un fracaso anunciado”, dice Bande. “Es imposible traducir el nacimiento de una canción, por eso este momento no está en la película”. Han pasado 10 años desde que Vegas comenzara a recitar con la guitarra y aún sigue persiguiendo ese resplandor creativo que ahora busca una segunda oportunidad formal “nunca se hizo un estreno oficial”, recuerda el director, aunque se convirtió en filme de culto en ciertos circuitos alternativos—, en una edición que se distribuye con la revista musical Rockdelux.
El fulgor se escapa hasta el quiosco de las contadas sesiones de filmoteca con el gusto rugoso, difícil de tragar por muy seguidor de Nacho Vegas que se sea, con el que se ideó. “No podía cambiar nada de la película”, confiesa Bande, “sería traicionar la decisión de optar por un carácter estético natural, que renuncia a la belleza de manera explícita”. Nacho Vegas y El fulgor nacen y mueren en cinco momentos, ante una cámara inmóvil, sin pretensiones, y sin el asidero de un guion, la repetición, ni siquiera la mano amiga de la postproducción. “Es una propuesta informativa que reivindica un tipo de cine que pudiera ser contemporáneo, sin intentar inventar el mundo”. Bande reclama en el filme el cine ojo de Vertov, el impulso que supuso su encuentro con la filmografía de Pedro Costa y la filosofía de los Straub: “La revolución también es recuperar cosas antiguas”.
Un momento del rodaje de 'El fulgor'.
Al otro lado del ojo, Nacho Vegas cuenta cómo Mari Luz Cristóbal le dio la melodía hasta encontrar el resplandor que Johnny Cash terminó de implosionar con una de sus estrofas.
 Pelo revuelto en una maraña de ideas que enaltecen la memoria hasta el paroxismo artístico, un cigarro interminable en cada una de las secuencias –algunas llegan a los 10 minutos-, y un atuendo abiertamente despreocupado en comparación con la letanía que siguen sus palabras y estrofas ante el micrófono. Vegas desarrolla en actitud y contenido la voluntad de sortear la cinefilia para rodar la biografía de una canción. “En un momento la película se va a negro durante los ocho minutos que dura el tema porque ya no hay más espacio para la imagen, la creación ha terminado”, explica el director.
Ramón Lluís Bande, ducho en películas musicales, lo que para el resto se traduce en videoclips de Manta Ray, Viva las Vegas, Mus y Electra, entre otros, dio un paso más en este proyecto consciente de que el aburrimiento puede no ser un buen compañero de éxito. “Hay un uso del tiempo real que se convierte en cinematográfico al pasar a la sala y al que la gente no estaba acostumbrada, casi por la inacción [como sucede en la secuencia del ensayo]”, cuenta.
 “Es un riesgo que asumo por ser fiel a la propuesta de la película, el tedio era una parte más, que creo hasta cierto punto la convertía en más enriquecedora y honesta”.
“Creo que la película ha envejecido bien porque es una de esas raras veces que sientes que lo que te habías planteado al inicio se corresponde con el resultado final”, reconoce Bande. Vegas sigue sin verla –“siempre tuvo problemas: el más obvio, son 90 minutos de exposición; vitalmente, era un tiempo particular para él”-, aunque el cineasta asegura que nunca ofreció resistencia a su estreno ni ahora a su edición. Tal vez porque lo que cuenta El fulgor se ha remachado de argumento tras cinco discos en solitario y colaboraciones. “Nunca ha sido para los fans de Nacho Vegas, ni tampoco una película de entretenimiento, por encima de todo estaba el compromiso con el proceso de creación”.

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