En 1901, la pareja formada por Elisa y Marcela,
contrajo matrimonio eclesiástico en una iglesia de A Coruña
. No es que a
comienzos del siglo pasado la Iglesia sufriera un ataque de
progresismo. Para poder hacerlo, Elisa se travistió de hombre, cambiando
radicalmente de aspecto y y se rebautizó con el nombre de
Mario para poder recibir el sacramento.
Tres meses después fueron
descubiertas
. Perseguidas por la justicia, la prensa se ensañó con ellas
con crueles caricaturas
. La pareja pudo escapar a Argentina, donde, por
suerte, su rastro se perdió
. La escritora Emilia Pardo Bazán reconoció
que nunca habría sido capaz de imaginar una novela semejante.
Las fotografías de ambas mujeres antes y durante la
ceremonia, las crónicas de la época y los chistes ilustrados, forman
parte de la exposición Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad (1930-1980)
que hasta el 10 de febrero se puede ver en el Ateneo de Madrid
. Es todo
un repaso al papel y el trato que han recibido las mujeres en la
historia reciente de España
Las comisarias, Raquel Osborne y María Rosón, han
montado una exposición que se recorre entre la angustia y la ternura,
entre la rabia y la sonrisa.
El hilo conductor es la sexualidad de la
mujer en ese período y para narrarlo se sirven de documentos originales,
libros, revistas, fotografías, carteles, pinturas, ropa (uniformes de
colegio o de la Sección Femenina).
En una peculiar mezcla entre lo
privado y lo público, lo anónimo y las élites, dividen la muestra en
cinco grandes temas
: Las modernas, las inmorales, las domesticadoras,
las decentes y las liberadas.
En el arranque de la exposición está la parte en la
que las españolas ofrecen una imagen más cosmopolita y más próxima a la
que se podía ver en las grandes ciudades de todo el mundo.
Son las
primeras décadas del siglo XX, hasta la llegada de la II República y se
ve a las primeras mujeres que se atrevieron a cortarse el pelo, fumar en
público, caminar sin sombreros, conducir su coche o practicar deportes.
Cantantes, deportistas, artistas o escritoras fueron las primeras en
cambiar el destino de su sexo. Ninguneadas por intelectuales y
políticos, son ellas las encargadas de dar visibilidad a la mujer
consiguiendo derechos como el sufragio universal o empezando a dejarse
ver en las aulas universitarias.
Pero con la Guerra Civil se acabó esa modernidad de
las mujeres españolas y llegaron los tiempos en que aquellas audacias se
calificaron de inmorales y su papel de ciudadanas fue castigado con
cárcel, violencia y exilio.
Las monjas y la Sección Femenina de Falange
se encargaron de domesticarlas.
El feminismo y la libertad sexual no
volverían a dejarse ver hasta la muerte de Franco y la llegada de la
transición, cuando la convivencia es posible entre el destape , la mítica revista Vindicación Feminista y el primer bar de lesbianas en España, el Daniel’s.
Entre aquellas variadas y numerosas voces, surgieron las primeras
manifestaciones callejeras a favor de la libertad sexual y el aborto,
unos objetivos que todavía hoy algunos siguen poniendo en entre dicho.
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