Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

3 dic 2012

Isadora Duncan, Una Mujer que bailaba la vida, Soy una Mujer Revolucionaria

El 14 de septiembre de 1927 murió en Niza (Francia), la más grande innovadora de la danza del siglo XX. Sorpresivamente, su chal se enredó en la rueda de su automóvil y la estranguló. Tenía 49 años. En 1917, cuando supo de la caída del Zar en Rusia, bailó “con júbilo feroz
. Mi corazón estallaba dentro de mi pecho al sentir la liberación de todos aquellos que habían padecido, que habían sido torturados y que habían muerto por la causa de la humanidad.”

Isadora Duncan nació en 1878 en San Francisco (EE.UU.). Con su hermana Isabel, a los seis años daba clases de danza a sus vecinitos. Años después armó su célebre escuela, que educaba a centenares de niñas. Esa escuela fue su gran obsesión. La sostuvo en distintos países, siempre con terribles problemas económicos. Bailando en los mejores teatros y ante los más grandes artistas e intelectuales del mundo, reyes, otros gobernantes y multimillonarios, reunía dinero que luego se esfumaba en esos proyectos.
Revolucionaria en la danza y en la vida
Isadora Duncan revolucionó el baile, uniendo toda creación musical a la danza individual y colectiva, con toda libertad. También fue atea, defensora de los derechos de la mujer, del amor libre, de Darwin y de Marx. Tenía una inmensa cultura y era enemiga de la educación formal y burguesa, y fundamentalmente de toda opresión. Una anécdota de su autobiografía resume esa sensibilidad. Su primera visita a Rusia fue en 1905. Y quiso el azar que su carruaje se cruzara con el cortejo que el 5 de enero llevaba los cuerpos de los obreros asesinados en San Petersburgo. Cuenta Isadora que “habían sido fusilados porque se presentaron al Zar sin armas para pedirle un auxilio a su miseria y un poco de pan para sus mujeres y niños. […] Si yo no hubiera presenciado aquello, mi vida habría sido otra diferente. Allí, junto a aquel cortejo, que parecía interminable; frente a aquella tragedia, me hice a mi misma el voto de consagrar mis fuerzas al servicio del pueblo y de los oprimidos.”
La muerte de sus dos hijos en 1913 en un accidente, y de un tercero al nacer en 1914, la desgarraron. Durante la guerra interimperialista intentó mantener su escuela en las cercanías de París, hasta que la transformó en hospital.
 Esos años terminaba sus funciones bailando La Marsellesa. En julio de 1916 visitó Buenos Aires, y la oligarquía la rechazó, porque bailó el himno nacional envuelta en la bandera argentina ante estudiantes.
Isadora en Moscú
En marzo de 1921, por primera vez un gobierno la convocó para que instalara su escuela: el de los Soviets. “El gobierno ruso es el único que puede comprenderla. Venga a nosotros. Haremos su escuela.” Isadora respondió “Sí, iré a Moscú, y enseñaré a vuestros niños, sin ninguna condición, salvo la de que me proporcionéis un estudio y el dinero preciso para mi trabajo”. Así se dirigió hacia lo que llamó el Nuevo Mundo.

En esos primeros años, a pesar de las horrorosas penurias provocadas por el esfuerzo de ganar la guerra civil, el gobierno revolucionario practicaba una política de impulso al desarrollo de las artes. Y su criterio era la más amplia libertad de creación (ver recuadro)
. Moscú era un hervidero de artistas rusos, y un polo de atracción hacia el resto del mundo.
De su llegada a Rusia dijo: «No era un Moscú sucio, de calles descuidadas y de vida lánguida, como pretendían determinadas propagandas, sino una población animada y animosa […] los teatros estaban concurridísimos y los museos, que se habían triplicado en poco tiempo, eran muy visitados».**
Isadora se unió por única vez en “matrimonio” (según la legislación soviética de entonces, que ella revindicó), con el joven poeta Sergio Esenin
. Estuvieron juntos dos años. Viajaron por Europa y Estados Unidos.
 Cuando se separaron, ella regresó a Francia
. Esenin se suicidó en 1925 en Leningrado.
En los años posteriores tenía en su repertorio dos danzas fúnebres en memoria de Lenin y una marcha que se llamaba “Con coraje camaradas”, y otras danzas revolucionarias como “El joven guardia” y “La canción del trabajo”.

 Su muerte temprana le ahorró conocer los horrores de la represión de la burocracia de Stalin, que liquidaron por completo aquella libertad y aquella democracia obrera de los primeros años, que le brindaron los bolcheviques.

Buscando una cultura verdaderamente humana
Como artista y en la vida, Isadora rechazó los prejuicios, limitaciones e injusticias de la cultura burguesa y la sociedad de clases. En su danza y en su escuela expresaba la búsqueda de un mundo mejor. “El hombre, la Humanidad, todo el mundo debe bailar”, dijo. Abrazó la causa de la revolución rusa desde esa perspectiva. Decía Trotsky en 1924: “El significado histórico y la grandeza moral de la revolución proletaria residen en el hecho de que está sentando las bases de una cultura que no será ya una cultura de clase sino la primera cultura verdaderamente humana.”. Y para eso se necesitará “la libertad total” en el terreno artístico y “que los niños, todos los niños, estarán bien alimentados, fuertes y alegres […] Todo esto no vendrá sino después de un largo y difícil período de transición, que todavía está ante nosotros”.
Pero no hay que olvidar que a Isadora, toda pasión, por una idea, por un baile, le apasionaban sus amores, hombres guapos y ricos, ella murió afisiada por un enorme Chal, precioso, mientras iba de pie en Un Bugatty, con un gigoló.
Casi yo me etrangulo por imitarla en otro Bugatty conducido por un compañero de Carrera(Universitaria)

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