Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

7 dic 2012

Hubo una vez......

Hubo una vez, no hace mucho, en la Isla, como un destello de último juventud, de felicidad desprendida. Parte de la belleza del fulgor era que sabíamos, a plena conciencia, que nos habíamos despedido de la juventud en un tiempo remoto, tan remoto como la propia Isla.
Fue un fulgor que cubrió los valles y las aristas de aquella sustancia mítica que una vez, casi al comienzo de nuestra historia, descubrimos en medio de la náusea.
 Tenía la intensidad de la tierra húmeda de las veredas en diciembre, del azul oceánico entre las nubes blancas de los alisios, el brillo de la colina de San Roque cuando se asoma al Atlántico y, más allá del horizonte, reverbera otra vida, otra posibilidad, y también otra felicidad, que nunca llegamos a conocer.
Me conmueve traer ahora aquel destello último. Yo creo que muchos de los que participaron en las tardes estivales que rememoro para adentro, en los paseos por los áridos del Sur, de un modo inconsciente rechazaron después seguir mordiendo la alegría.
Las veces que he vuelto aquello no estaba triste, ni sumido en una luz superior, que pertenece a la Isla pero se mantiene escondida, como escondidas se encuentran las venas del volcán que la unen al lecho del océano para que no se desvanezca, para que no deje de existir como nosotros hemos dejado de existir en aquel instante de juventud.

Las últimas veces que he vuelto, aquello incluso vibraba con su vida propia remozada, comercial y bulliciosa, pero que ya no es la nuestra, la vida nuestra que hemos vertido hacia allá tanto tiempo, para que la Isla, y nosotros, se mantuviera.

En cierto modo, todas nuestras palabras, todo nuestro amor, han sido como las venas volcánicas. Y aquel relumbre de felicidad al que me refiero, la juventud del volcán diciendo su luz.
 
Jose Carlos Cataño

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