Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 dic 2012

El Extrangero

El extranjero está contento; ha sido reconocido. Aunque ahora lo que me perturba es la visita a la exposición de una fotógrafa.
Creo que la nota sobre el contento debería de ir primero. Pero no lo escribí en su momento y, en realidad, ha ido perdiendo relieve. Fue por un encuentro casual. La persona con la que estaba citado, periodista de profesión, estaba al tanto, muy al tanto de todos mis libros. Eso fue como un golpe por la espalda, aunque cariñoso. Tan cariñoso, tan procurador de contento, que después de dejarlo entré con la respiración entrecortada en una papelería, y compré minas, sobres, tacos de almanaque, arandelas, tinta negra para la nueva estilográfica... El aire era azul oscuro y diáfano. Todo tenía sentido. Aun esta ciudad donde he percibido que mi presencia, la literaria, ha sido barrida como los zaguanes del barrio de la Ribera.
Escrito así, me parece una solemne bobería, lo del reconocimiento. Y no sé si tiene que ver con la visita a la fotógrafa, que bien pudiera ser otra solemne tontería.
Volvía de la oficina de correos tras enviar pedidos de mi librería, cuando rebosante de contento -a lo que se ve, últimamente todo es contentura- pasé por la nueva galería, regida por una rusa, cerca de casa, y pensé: Sigamos con las manos en los bolsillos. Todo es bello y azulmarino.
La fotógrafa parecía la hermana menor de la afamada novelista X. A lo mejor tendría treinta y medio, y ya llevaba los labios inflados. Se acercaba mucho al hablar. Las guedejas despeinadas casi se sentaban, indolentes, sobre los pliegues de mi anorak. Todo era tan natural, tan fantástico, su discurso, su contento, su espera a que llegara Román Gubern...
En ocasiones como ésta uno tendría que dar brincos. Todo tan azul, traslúcido y fluido.
Creo que no entraba a ver una exposición de arte moderno...., muchos años. Y cuando la fotógrafa, además de a Gubern, me citaba a los que la habían visitado, yo no paraba de asentir nervioso, diciéndome, diciéndole (retirando el rostro): A todos los conozco.
El extranjero, que tanto conoce, que tan reconocido es, se ha marchado, y una ola azul de noche lo ha ido invadiendo quitándole todo los entusiasmos, dejándolo como alga reseca.
 

DEL DIARIO VIRTUAL DE JOSE CARLOS CATAÑO

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