El extranjero está contento; ha sido reconocido. Aunque ahora lo que me perturba es la visita a la exposición de una fotógrafa.
Creo que la nota sobre el contento debería de ir primero. Pero no lo
escribí en su momento y, en realidad, ha ido perdiendo relieve. Fue por
un encuentro casual. La persona con la que estaba citado, periodista de
profesión, estaba al tanto, muy al tanto de todos mis libros. Eso fue
como un golpe por la espalda, aunque cariñoso. Tan cariñoso, tan
procurador de contento, que después de dejarlo entré con la respiración
entrecortada en una papelería, y compré minas, sobres, tacos de
almanaque, arandelas, tinta negra para la nueva estilográfica... El aire
era azul oscuro y diáfano. Todo tenía sentido. Aun esta ciudad donde he
percibido que mi presencia, la literaria, ha sido barrida como los
zaguanes del barrio de la Ribera.
Escrito así, me parece una solemne bobería, lo del reconocimiento. Y no
sé si tiene que ver con la visita a la fotógrafa, que bien pudiera ser
otra solemne tontería.
Volvía de la oficina de correos tras enviar pedidos de mi librería,
cuando rebosante de contento -a lo que se ve, últimamente todo es
contentura- pasé por la nueva galería, regida por una rusa, cerca de
casa, y pensé: Sigamos con las manos en los bolsillos. Todo es bello y
azulmarino.
La fotógrafa parecía la hermana menor de la afamada novelista X. A lo
mejor tendría treinta y medio, y ya llevaba los labios inflados. Se
acercaba mucho al hablar. Las guedejas despeinadas casi se sentaban,
indolentes, sobre los pliegues de mi anorak. Todo era tan natural, tan
fantástico, su discurso, su contento, su espera a que llegara Román
Gubern...
En ocasiones como ésta uno tendría que dar brincos. Todo tan azul, traslúcido y fluido.
Creo que no entraba a ver una exposición de arte moderno...., muchos
años. Y cuando la fotógrafa, además de a Gubern, me citaba a los que la
habían visitado, yo no paraba de asentir nervioso, diciéndome,
diciéndole (retirando el rostro): A todos los conozco.
El extranjero, que tanto conoce, que tan reconocido es, se ha marchado, y
una ola azul de noche lo ha ido invadiendo quitándole todo los
entusiasmos, dejándolo como alga reseca.
DEL DIARIO VIRTUAL DE JOSE CARLOS CATAÑO
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