Un Blues

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18 dic 2012

El eco de César

El eco de César

Por: | 18 de diciembre de 2012
El eco de César Manrique es incesante, no ha parado nunca, no parará.
Lamentablemente, porque si se parara el eco de César significaría que habrían acabado ya las razones de su grito. Su último grito, su última diatriba, su última rabia, era contra la absurda proliferación de carreteras, autovías y autopistas que iban llenando de manera alarmante la hermosa y pequeña isla de Lanzarote, el objeto máximo de su amor y de sus preocupaciones
. Él había concebido una isla sostenible en su hermosura, racional y bella, no contaminada ni en el aire ni en la tierra, y veía cómo los intereses que se crean en torno a la proliferación de automóviles estaban impidiendo el desarrollo racional de ese espacio hermosísimo.
Él tenía razón, en sus preocupaciones y en su grito, y ahora Lanzarote es lo que él temía: una pista de automovilismo, un lugar en el que las carreteras que van a todas partes en realidad no van a ningún sitio. ¿Y a dónde ha ido el dinero que ha generado esa abundancia de vías?
Tuve oportunidad de decir estas cosas en el festival de medio ambiente llamado Langaia que se celebró el último fin de semana en la isla. Los beneméritos organizadores, gente desinteresada que emite el eco de las preocupaciones ecológicas que alientan hoy en las islas, habían organizado un debate muy oportuno acerca de los riesgos que las prospecciones petrolíferas suponen para las islas de Fuerteventura y Lanzarote.
El mar, pero también la tierra: esos son los escenarios en los que se escuchó siempre el eco de Manrique, su grito. Después del coloquio, los organizadores programaron la película de Miguel García Morales Taro. El eco de Manrique, que aspira ahora a estar entre las candidatas al mejor documental en la gala de los Goya.
Nunca ha sido más oportuna una película, pues ese grito que recoge es ahora de máxima actualidad: César Manrique, que murió en accidente de tráfico hace veinte años, se pasó la vida denunciando desmanes; aquellos sobre los que advertía hace dos y tres y cuatro décadas siguen vigentes hoy.

Por eso la película produce escalofríos en la conciencia insular y es una alarma para cualquiera que la vea en cualquier sitio, y no sólo en la isla de Lanzarote.

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