Por Desirée De Fez
Basada en ‘El chico de la última fila’, una obra de teatro del madrileño Juan Mayorga, ‘En la casa’ es una
aproximación fascinante, adictiva y a ratos aterradora al arte de
contar historias y las distintas maneras de recibirlas y hacerlas
nuestras.
El interés, cada vez más agudo y paulatinamente irracional, de un veterano profesor (Fabrice Luchini) por las redacciones de un alumno (Ernst Umhauer) sirven de base a Ozon para reflexionar con ingenio sobre los mecanismos para contar historias, la capacidad de manipulación mediante las palabras (a veces cerca de la tortura psicológica) y las posibilidades nocivas del juego verbal.
'En la casa' también se pone del lado de la antítesis del contador de historias, y levanta en torno a ella una ingeniosa y punzante cavilación sobre la búsqueda de la evasión en el relato ajeno, la necesidad imperiosa de poner a prueba nuestra inteligencia y la impotencia de saberse manipulado y no hallar (o no querer hallar) las herramientas para esquivar el mangoneo.
El film se basa, pues, en la palabra; pero no es teatro filmado. François Ozon se apoya en dos variables para adaptar la obra al lenguaje cinematográfico: la interpretación naturalista de los actores y el reflejo en la atmósfera de los procesos emocionales de los personajes.
El interés, cada vez más agudo y paulatinamente irracional, de un veterano profesor (Fabrice Luchini) por las redacciones de un alumno (Ernst Umhauer) sirven de base a Ozon para reflexionar con ingenio sobre los mecanismos para contar historias, la capacidad de manipulación mediante las palabras (a veces cerca de la tortura psicológica) y las posibilidades nocivas del juego verbal.
'En la casa' también se pone del lado de la antítesis del contador de historias, y levanta en torno a ella una ingeniosa y punzante cavilación sobre la búsqueda de la evasión en el relato ajeno, la necesidad imperiosa de poner a prueba nuestra inteligencia y la impotencia de saberse manipulado y no hallar (o no querer hallar) las herramientas para esquivar el mangoneo.
El film se basa, pues, en la palabra; pero no es teatro filmado. François Ozon se apoya en dos variables para adaptar la obra al lenguaje cinematográfico: la interpretación naturalista de los actores y el reflejo en la atmósfera de los procesos emocionales de los personajes.
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