El suma y sigue de muertos civiles provocados por la Operación Pilar Defensivo
continúa aumentando inexorablemente. En la madrugada del lunes hubo una
veintena, y a lo largo del día otra decena venían a sumarse, en
distintos puntos de la franja de Gaza, a la cifra total de fallecidos,
que ya supera el centenar.
“Lo que está ocurriendo aquí son crímenes de guerra”, afirma Salah Abed Alaty, representante de la Comisión independiente para los derechos humanos en la zona norte de la franja de Gaza. “La comunidad internacional no puede permanecer impasible ante una matanza como esta, especialmente de mujeres y niños”, añade, cuando de repente pega un brinco al sentir el estruendo y la llamarada producidos por el lanzamiento de un cohete Qasam a unos cien metros de la avenida del Omar el Moktar.
Las estadísticas recopiladas por el Ministerio de Sanidad en la franja de Gaza reflejan que más de un 40% de las víctimas mortales son niños, mujeres y ancianos, un porcentaje que baja entre los heridos —que ya exceden de los 700, según la misma fuente—, lo que ha provocado la condena por parte de la UNICEF y de varias ONG internacionales con presencia en la zona. La noche del lunes, cuatro miembros de una misma familia, incluidos dos menores de dos y cuatro años, murieron en un bombardeo israelí contra una vivienda en la localidad de Beit Lahiya, en el norte de la Franja.
“Aunque hubiera habido un alto mando de la Brigadas Ezadín al Qasam en el edificio, no se justifica que lo derribaran”, continúa el abogado Abed Alaty una vez recuperado el equilibrio. En su opinión, la supuesta “ejecución extrajudicial” (como se denominan los asesinatos selectivos, según la terminología de las organizaciones de derechos humanos) de un dirigente de la milicia de Hamás no es suficiente como para lanzar varios misiles contra el edificio en el que se supone que estaba.
Las fuerzas aéreas de Israel bombardearon por segunda vez el edificio Al Shuruq, en la ciudad de Gaza, que hasta este lunes albergaba la televisión Al Aqsa, vinculada al gobierno de Hamás. En la misma sede también tenían sus oficinas televisiones extranjeras como Sky News y Al Arabiya. Fuentes palestinas informaron de que murieron al menos dos personas, una de ellas Ramiz Harb, líder de las Brigadas Al-Quds, el brazo armado de la Yihad Islámica. El Ejército israelí aseguró en un comunicado que Harb era “responsable de la propaganda” de la milicia. Al menos otras tres personas resultaron heridas, entre ellas dos periodistas.
La torre quedaba convertida en una columna de humo negra, y en el suelo decenas de cristales rotos y restos de objetos. El domingo, esta misma torre, situada junto a la de Al Shawa, a pocos kilómetros y que igualmente acoge a otra de las productoras de televisión que prestan servicio a canales internacionales, recibió el impacto de un misil aire-tierra contra sus antenas, por lo que quedaron afectadas dos de las plantas superiores del edificio.
El director de la oficina de prensa del Gobierno de Hamás, Ihab Al Ghusain, asegura que las antenas eran de uso exclusivo para la televisión. “Los israelíes dicen que servían como antenas repetidoras de la señal de comunicaciones de nuestras fuerzas de seguridad”, señala. “Pero eso es una tontería, pues esas antenas están en los cuarteles y en las comisarías de policía, que además ya están siendo bombardeadas sistemáticamente”, insiste este portavoz junto a la entrada de la torre Al Shuruq que ya se encuentra evacuada.
“Nos hemos venido al Hotel Beach”, explica Mahmud Yaber, el director general de Palestinian Media Productions, la productora que fue atacada este lunes por segunda vez. Durante la entrevista suenan varias explosiones y recibe una llamada telefónica.
La nueva sede es un trajín constante de periodistas, unos se apresuran a salir con las cámaras; otros permanecen pegados a las pantallas del ordenador y conectados por turnos a la radio, el medio de información más fiable en la Franja, ya que emite de forma constante, sin verse afectado por los continuos cortes de electricidad.
“Creemos que los hoteles son los sitios más seguros, pues alojan a los periodistas y cooperantes extranjeros, así que nos hemos cambiado temporalmente al Hotel Beach”, concluye Yaber, al que esta crisis le está generando grandes beneficios por las múltiples conexiones en directo que le solicitan las cadenas de televisión extranjeras, pero también de pérdidas al tener ahora que irse de alquiler al hotel e importar antenas parabólicas y equipos de segunda mano procedentes de Egipto.
Desde aquí se siguen al minuto los últimos intentos en El Cairo para alcanzar una tregua a través de la mediación egipcia. El líder del brazo político de Hamás en el extranjero, Jaled Meshal, y otros miembros del aparato de inteligencia de la milicia exigen a Israel garantías del cese de los bombardeos por tierra, mar y aire hacia la franja de Gaza. Igualmente piden el fin, en las próximas horas, de los asesinatos selectivos contra los miembros de sus milicias y de otras organizaciones armadas de Gaza.
Por su parte, los israelíes quieren mantener el control sobre la zona seguridad adyacente a la frontera con Israel —que abarca entre 300 metros y un kilómetro— a lo que los líderes de Hamás de momento se han negado. Igualmente pide el cese del lanzamiento de cohetes hacia Israel y el fin del tráfico de armas por los túneles subterráneos que conectan la Franja con Egipto.
Nunca entenderé a los israelitas, nunca, y ellos seguramente tampoco me entenderán. No hay diálogo posible.
“Lo que está ocurriendo aquí son crímenes de guerra”, afirma Salah Abed Alaty, representante de la Comisión independiente para los derechos humanos en la zona norte de la franja de Gaza. “La comunidad internacional no puede permanecer impasible ante una matanza como esta, especialmente de mujeres y niños”, añade, cuando de repente pega un brinco al sentir el estruendo y la llamarada producidos por el lanzamiento de un cohete Qasam a unos cien metros de la avenida del Omar el Moktar.
Las estadísticas recopiladas por el Ministerio de Sanidad en la franja de Gaza reflejan que más de un 40% de las víctimas mortales son niños, mujeres y ancianos, un porcentaje que baja entre los heridos —que ya exceden de los 700, según la misma fuente—, lo que ha provocado la condena por parte de la UNICEF y de varias ONG internacionales con presencia en la zona. La noche del lunes, cuatro miembros de una misma familia, incluidos dos menores de dos y cuatro años, murieron en un bombardeo israelí contra una vivienda en la localidad de Beit Lahiya, en el norte de la Franja.
“Aunque hubiera habido un alto mando de la Brigadas Ezadín al Qasam en el edificio, no se justifica que lo derribaran”, continúa el abogado Abed Alaty una vez recuperado el equilibrio. En su opinión, la supuesta “ejecución extrajudicial” (como se denominan los asesinatos selectivos, según la terminología de las organizaciones de derechos humanos) de un dirigente de la milicia de Hamás no es suficiente como para lanzar varios misiles contra el edificio en el que se supone que estaba.
Las fuerzas aéreas de Israel bombardearon por segunda vez el edificio Al Shuruq, en la ciudad de Gaza, que hasta este lunes albergaba la televisión Al Aqsa, vinculada al gobierno de Hamás. En la misma sede también tenían sus oficinas televisiones extranjeras como Sky News y Al Arabiya. Fuentes palestinas informaron de que murieron al menos dos personas, una de ellas Ramiz Harb, líder de las Brigadas Al-Quds, el brazo armado de la Yihad Islámica. El Ejército israelí aseguró en un comunicado que Harb era “responsable de la propaganda” de la milicia. Al menos otras tres personas resultaron heridas, entre ellas dos periodistas.
La torre quedaba convertida en una columna de humo negra, y en el suelo decenas de cristales rotos y restos de objetos. El domingo, esta misma torre, situada junto a la de Al Shawa, a pocos kilómetros y que igualmente acoge a otra de las productoras de televisión que prestan servicio a canales internacionales, recibió el impacto de un misil aire-tierra contra sus antenas, por lo que quedaron afectadas dos de las plantas superiores del edificio.
El director de la oficina de prensa del Gobierno de Hamás, Ihab Al Ghusain, asegura que las antenas eran de uso exclusivo para la televisión. “Los israelíes dicen que servían como antenas repetidoras de la señal de comunicaciones de nuestras fuerzas de seguridad”, señala. “Pero eso es una tontería, pues esas antenas están en los cuarteles y en las comisarías de policía, que además ya están siendo bombardeadas sistemáticamente”, insiste este portavoz junto a la entrada de la torre Al Shuruq que ya se encuentra evacuada.
“Nos hemos venido al Hotel Beach”, explica Mahmud Yaber, el director general de Palestinian Media Productions, la productora que fue atacada este lunes por segunda vez. Durante la entrevista suenan varias explosiones y recibe una llamada telefónica.
La nueva sede es un trajín constante de periodistas, unos se apresuran a salir con las cámaras; otros permanecen pegados a las pantallas del ordenador y conectados por turnos a la radio, el medio de información más fiable en la Franja, ya que emite de forma constante, sin verse afectado por los continuos cortes de electricidad.
“Creemos que los hoteles son los sitios más seguros, pues alojan a los periodistas y cooperantes extranjeros, así que nos hemos cambiado temporalmente al Hotel Beach”, concluye Yaber, al que esta crisis le está generando grandes beneficios por las múltiples conexiones en directo que le solicitan las cadenas de televisión extranjeras, pero también de pérdidas al tener ahora que irse de alquiler al hotel e importar antenas parabólicas y equipos de segunda mano procedentes de Egipto.
Desde aquí se siguen al minuto los últimos intentos en El Cairo para alcanzar una tregua a través de la mediación egipcia. El líder del brazo político de Hamás en el extranjero, Jaled Meshal, y otros miembros del aparato de inteligencia de la milicia exigen a Israel garantías del cese de los bombardeos por tierra, mar y aire hacia la franja de Gaza. Igualmente piden el fin, en las próximas horas, de los asesinatos selectivos contra los miembros de sus milicias y de otras organizaciones armadas de Gaza.
Por su parte, los israelíes quieren mantener el control sobre la zona seguridad adyacente a la frontera con Israel —que abarca entre 300 metros y un kilómetro— a lo que los líderes de Hamás de momento se han negado. Igualmente pide el cese del lanzamiento de cohetes hacia Israel y el fin del tráfico de armas por los túneles subterráneos que conectan la Franja con Egipto.
Nunca entenderé a los israelitas, nunca, y ellos seguramente tampoco me entenderán. No hay diálogo posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario