Hoy en El País de TCM hablamos de uno de los directores más influyentes,
más admirados por sus películas pero, al mismo tiempo, más discutidos
por su comportamiento frente a sus compañeros de profesión. Elia Kazan
rodó obras maestras como La ley del silencio o Un tranvía llamado deseo
y, como fundador del Actors Studio y defensor del Método, fue el
artífice de que una nueva generación de actores, que incluía nombres
como Marlon Brando o James Dean, revolucionara el estilo interpretativo
en el cine norteamericano
. Pero por brillante que fueran sus películas, y
por muchas justificaciones que diera a lo largo de los años, siempre
arrastró la sombra haber declarado en contra de varios compañeros
durante la caza de brujas. Cuando en 1999 la Academia de Hollywood le
concedió un Oscar honorífico por toda su carrera, media platea
permaneció sentada, con los brazos cruzados, sin aplaudirle, en señal de
protesta. Martin Scorsese, en cambio, accedió a entregarle el premio.
Porque −no se cansa de decirlo− Elia Kazan fue una de las principales
razones que le impulsaron a hacer cine.
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