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2 oct 2012

La catedral de Mallorca se reinventa en su 666º aniversario


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El retablo restaurado de la Santísima Trinidad, del siglo XV. / MONTSERRAT T DIEZ (EFE
La catedral de Mallorca, museo vivo y siempre en obras, —“siempre se cae”, dijo Jovellanos en el siglo XIX— acaba de restaurar sus raíces, el cabezal gótico oculto, la pequeña capilla sacristía dicha “vieja”, de principios de 1300, donde comenzó a crecer el gran templo, sobre la mezquita de Madina Mayurqa. Los rectores del edificio dijeron que era “un tesoro” y “un punto neurálgico”, las primeras piedras sobre las que creció el gran templo ante el mar de Palma.
El cabildo, con el estreno de octubre, festejó el 666 aniversario de la “dedicación” de la iglesia cristiana, una celebración que se remonta hasta 1346. El deán Joan Bauzá bromeó con que esperaba que el triple dígito fuera “augurio de fortuna y no el de la bestia salvaje del Apocalipsis”, ya que dicho número es el que se asigna a Satanás.
Durante dos días se podrá visitar el pequeño espacio que ha sido desnudado, devuelto a su estado original y que se usará para actos culturales.
 A la vez, la catedral abrirá el acceso a sus terrazas, de manera experimental. En unos meses —tras la restauración de las campanas y de la estructura medieval que las sostiene— se esperan organizar las visitas públicas, en grupos, a las azoteas de la seo.
 El cielo de Palma y el mar quedan entre pináculos y arbotantes, cristaleras y el rosetón gigante.
Para llegar hasta las terrazas, será preciso subir doscientos escalones en agostas escaleras de caracol, por el interior de las torres, como los campaneros. Se ven en los muros algunos grafitos de añoranza y protesta de refugiados y fugitivos medievales, que se ocultaban en las torres.
Una imagen de la terraza de la catedral de Mallorca. / A. MANRESA
El templo recibe a cerca de un millón de visitantes y fieles al año, según el cómputo que dio su gerente: de ellos, 800.000 son turistas y no residentes con entrada franca, sin pago. Dos de los atractivos adheridos al monumento son la capilla de cerámica que obró Miquel Barceló y la reforma de 1900 de Gaudí, con las polémicas pinturas de Jujol sobre la sillería gótica, ahora en restauración.
Los canónigos Joan Bauzá y Joan Bestard exhibieron también la restauración de una importante tabla de la Santísima Trinidad de principios del siglo XVI, en la que la trinidad aparece representada con tres figuras humanas, iconografía prohibida por el concilio de Trento que finalizó en 1563. La profesora de Arte Mercè Gambús tildó esta pintura tardorenacentista sobre tablones como "una obra absolutamente excepcional" por su valor histórico —por el veto y la marginación en la liturgia—. Gambús dijo que era una de las últimas que se pintaron y conservan en Europa. Ahora la gran tabla no estará —tampoco— en zona de culto sino detrás del presbiterio.
Gambús subrayó el valor histórico del contenedor de la catedral de Mallorca porque nunca ha sufrido "una catástrofe general", ni guerras, incendios o terremotos. Así, guarda piezas “indiscutiblemente únicas en el patrimonio gótico europeo", concluyó.

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