El lunes publicó La Vanguardia, en la excelente sección de
entrevistas de La Contra, una muy sugerente conversación de Ima Sanchís
con la actriz francesa Charlotte Valandrey, que acaba de publicar en la
editorial Martínez Roca las memorias de su extraordinaria historia
personal.
Seropositiva, víctima de dos infartos, recibió el trasplante
de corazón de alguien con quien luego, por esas casualidades por las que
la vida se interroga, volvió a tomar contacto en la persona de un
pariente muy cercano
. El azar la llevó a interrogarse sobre los afectos
que están por el aire y, por ahí, a la propia configuración del alma,
cualquiera que sea ésta.
Ahora se ha producido en España una enorme
polémica en la red (¿dónde si no?, ahora todo se desarrolla en la red, y
además automáticamente y urgentemente, hasta que se diluye de la misma
manera) porque la periodista Mariló Montero, al frente del programa La
Mañana de La Uno, se hizo algunas preguntas acerca del destino de los
órganos del asesino de Albacete y de las implicaciones humanas, y
espirituales, de los correspondientes trasplantes.
En el legítimo uso de
su facultad para preguntar y para preguntarse (unos pueden preguntar
unas cosas, otros se pueden preguntar otras, y todas las preguntas
pueden ser legítimas), la periodista se refirió al asunto con la
respetuosa inquietud que puede escucharse ahora, de una u otra manera,
en cualquier esquina de España.
Ella no hizo otra cosa que preguntar.
Como tengo el placer de ser invitado semanal a su programa, donde
coincido con otros compañeros periodistas, sé que preguntar es la pasión
de Mariló Montero, y que no ha hecho otra cosa que hacer ejercicio
también en esta oportunidad.
Si se ponen tantas puertas al campo de las
preguntas van a dejar el periodismo en el ámbito de lo que que se puede o
no decir en función de la corrección del momento
. Decía una famosa
inscripción en una calle de Quito: "Cuando teníamos las respuestas nos
cambiaron las preguntas". Pues para eso están los periodistas, para
cambiar las preguntas, para lanzarlas, aunque las preguntas vayan
rodando como ideas picudas y no siempre como ideas redondas.
Hacerlas no
es ilegítimo, lo ilegítimo, en periodismo, es callárselas o callarlas.
El asesino de Albacete fue incinerado, precisamente para no coincidir con las víctimas de su Locura, así que no hubo transplantes.
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