Figura fundamental en la iconografía artística del siglo XX, el mito de Narciso es fuente inagotable de inspiración del ballet, quizá porque esa dura y misteriosa disciplina reconoce en él su propio ensimismamiento, su inhumana rebelión contra el paso del tiempo.
Los 11 minutos que dura la coreografía de Alicia Alonso Muerte de Narciso forman parte de ese ramillete de obras maestras nacidas a la luz del fatal destino del hombre enamorado de sí mismo, una obra cumbre de la bailarina cubana sobre la que ahora indaga el crítico de danza de EL PAÍS y escenógrafo Roger Salas en el ensayo Más allá del escenario: el ballet Muerte de Narciso de Alicia Alonso.
Editado dentro de una colección dedicada a las Artes Escénicas de la recién nacida Editorial Cumbres, el libro de Salas destripa las raíces de una obra que provocó su admiración desde que la contempló por primera vez en un rudimentario vídeo casero.
Muerte de Narciso, con música de Julián Orbón, telón de José Luis Fariñas y diseños de Ricardo Reymena, fue estrenada en el Gran Teatro de La Habana durante el 22º Festival Internacional de Ballet en 2010. El bailarín fue Yanier Gómez. Pese a su brevedad, la pieza concentraba toda la maestría y sabiduría de una de las bailarinas más importantes de todos los tiempos. Una deslumbrante joya tardía que sorprendió a un escéptico Salas que, cómo reconoce en su libro, se mostraba incrédulo, "hasta desconfiado sobre las últimas coreografías firmadas por Alicia Alonso, creía más en la factoría de circunstancia, lo veía como un ejercicio de consolación, si bien respetable, de poco valor testimonial y duradero, como sucedió en los últimos tiempos con Martha Graham". Pero la miniatura sobre Narciso rompió el prejuicio, le devolvió el viejo hechizo.
Alicia Alonso y Roger Salas han presentado el libro en Madrid y la bailarina no escatimó en elogios: “Ha hecho consciente mi inconsciente. Me ha sorprendido la profundidad de su análisis”, dijo Alonso sobre un Salas que bucea en las claves estilistas e intelectuales de una pieza tan sintética como rica en sabiduría y tradición. Compuesta literalmente a ciegas (la bailarina perdió la vista hace más de una década), está basada en el poema del mismo título de José Lezama Lima. “¿Y se preguntan como se compone una coreografía sin ver?”, dice Alonso abanicándose con sus esplendorosas manos.
“Sí, yo no veo bien, pero hago coreografías. Yo veía muy bien y mi cerebro, con tantas computadoras han olvidado ustedes que existe un computador mucho mejor, ha guardado todo. Con dos ayudante, uno para la música y otro para que escriba los pasos, logro verlo todo”.
Con su perfil a lo Karen Blixen, bastan sus pies y manos para admirar el porte de Alicia Alonso, abeja reina que nació en La Habana en 1920 y que ha dirigido desde su juventud una de las instituciones más importantes de la isla, El Ballet Nacional de Cuba.
“Yo aprendí ballet viendo bailar a Alicia. Si tengo sentido del rigor y un patrón o canon estético lo aprendí yendo desde los 11 años a la butaca 4 de la fila 8 del Teatro García Lorca de La Habana, donde veía a Alicia”, recordó ayer Salas, quien defendió (“lo hago machaconamente”) los valores patrimoniales del ballet y el peligro de perderlos.
Un ballet clásico que, subrayó Alonso, cimientan los pasos de cualquier otro estilo de danza: “la base no se pierde, la base no se puede perder, la base es fundamental, porque desde la base siempre se podrá aplicar la lógica del momento”.
Ensayo coreútico e histórico… Más allá del escenario: el ballet Muerte de Narciso de Alicia Alonso no solo recorre a los Narcisos más célebres de la historia del ballet sino sus innumerables referencias literarias y pictóricas: del Narciso de Caravaggio que aloja el Palazzo Barberini de Roma a los versos de Sor Juana Inés de la Cruz (Viendo en el hombre su imagen/ se enamoró de sí mismo./ Su propia similitud/ fue su amoroso atractivo,/ porque sólo Dios de Dios/ pudo ser objeto digno) a W. H. Auden: “Narciso no se enamora de su reflejo porque sea bello, sino porque es suyo. Si fuera su belleza la que lo detiene se vería libre en unos cuantos años, al perderla”.
Los 11 minutos que dura la coreografía de Alicia Alonso Muerte de Narciso forman parte de ese ramillete de obras maestras nacidas a la luz del fatal destino del hombre enamorado de sí mismo, una obra cumbre de la bailarina cubana sobre la que ahora indaga el crítico de danza de EL PAÍS y escenógrafo Roger Salas en el ensayo Más allá del escenario: el ballet Muerte de Narciso de Alicia Alonso.
Editado dentro de una colección dedicada a las Artes Escénicas de la recién nacida Editorial Cumbres, el libro de Salas destripa las raíces de una obra que provocó su admiración desde que la contempló por primera vez en un rudimentario vídeo casero.
Muerte de Narciso, con música de Julián Orbón, telón de José Luis Fariñas y diseños de Ricardo Reymena, fue estrenada en el Gran Teatro de La Habana durante el 22º Festival Internacional de Ballet en 2010. El bailarín fue Yanier Gómez. Pese a su brevedad, la pieza concentraba toda la maestría y sabiduría de una de las bailarinas más importantes de todos los tiempos. Una deslumbrante joya tardía que sorprendió a un escéptico Salas que, cómo reconoce en su libro, se mostraba incrédulo, "hasta desconfiado sobre las últimas coreografías firmadas por Alicia Alonso, creía más en la factoría de circunstancia, lo veía como un ejercicio de consolación, si bien respetable, de poco valor testimonial y duradero, como sucedió en los últimos tiempos con Martha Graham". Pero la miniatura sobre Narciso rompió el prejuicio, le devolvió el viejo hechizo.
Alicia Alonso y Roger Salas han presentado el libro en Madrid y la bailarina no escatimó en elogios: “Ha hecho consciente mi inconsciente. Me ha sorprendido la profundidad de su análisis”, dijo Alonso sobre un Salas que bucea en las claves estilistas e intelectuales de una pieza tan sintética como rica en sabiduría y tradición. Compuesta literalmente a ciegas (la bailarina perdió la vista hace más de una década), está basada en el poema del mismo título de José Lezama Lima. “¿Y se preguntan como se compone una coreografía sin ver?”, dice Alonso abanicándose con sus esplendorosas manos.
“Sí, yo no veo bien, pero hago coreografías. Yo veía muy bien y mi cerebro, con tantas computadoras han olvidado ustedes que existe un computador mucho mejor, ha guardado todo. Con dos ayudante, uno para la música y otro para que escriba los pasos, logro verlo todo”.
Con su perfil a lo Karen Blixen, bastan sus pies y manos para admirar el porte de Alicia Alonso, abeja reina que nació en La Habana en 1920 y que ha dirigido desde su juventud una de las instituciones más importantes de la isla, El Ballet Nacional de Cuba.
“Yo aprendí ballet viendo bailar a Alicia. Si tengo sentido del rigor y un patrón o canon estético lo aprendí yendo desde los 11 años a la butaca 4 de la fila 8 del Teatro García Lorca de La Habana, donde veía a Alicia”, recordó ayer Salas, quien defendió (“lo hago machaconamente”) los valores patrimoniales del ballet y el peligro de perderlos.
Un ballet clásico que, subrayó Alonso, cimientan los pasos de cualquier otro estilo de danza: “la base no se pierde, la base no se puede perder, la base es fundamental, porque desde la base siempre se podrá aplicar la lógica del momento”.
Ensayo coreútico e histórico… Más allá del escenario: el ballet Muerte de Narciso de Alicia Alonso no solo recorre a los Narcisos más célebres de la historia del ballet sino sus innumerables referencias literarias y pictóricas: del Narciso de Caravaggio que aloja el Palazzo Barberini de Roma a los versos de Sor Juana Inés de la Cruz (Viendo en el hombre su imagen/ se enamoró de sí mismo./ Su propia similitud/ fue su amoroso atractivo,/ porque sólo Dios de Dios/ pudo ser objeto digno) a W. H. Auden: “Narciso no se enamora de su reflejo porque sea bello, sino porque es suyo. Si fuera su belleza la que lo detiene se vería libre en unos cuantos años, al perderla”.
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