"¿Asocia la infanta paraíso con república? Probablemente no, pero quizá la idea le ayude en su empeño en alejarse de la institución familiar y a la vez acercarse a la familia de su marido".
La infanta Cristina, con permiso de Julian Assange, reafirma protagonismo en este primer verano del rescate. Su aparición, delgada y sonriente, en el País Vasco francés permite varias lecturas.
La primera, que la hija menor del Rey siempre prefiere un paraíso ubicado en una república. ¿Asocia paraíso con república? Probablemente no, pero quizá la idea le ayude en su empeño en alejarse de la institución familiar y a la vez acercarse a la familia de su marido.
Ella, igual que Assange, tiene un Wikileaks en casa.
Pero no es que Cristina sea republicana, ni tampoco que los hechos que la rodean la impulsen a ello.
Se trata de que los Urdangarin Borbón viven en Washington y descansan en las playas de Biarritz, burlando las indicaciones del ministro Soria que ha pedido a los españoles hacer patria y pasar sus vacaciones dentro de la Península. ¡Living la vida Cristina!
Estas semanas, Cristina piensa en cómo será su futuro y en emprender una existencia como “descastada”, es decir, alejada de su real familia. Mientras Assange se refugia en la embajada de Ecuador en Londres
, Cristina ha encontrado solaz entre las olas del Atlántico francés.
En su mirada a las cámaras de ¡Hola! observamos que está convencida de que su marido no pisará la cárcel. En realidad, estamos todos igual de convencidos que ella: no sucederá, y más aún con la cobertura que ofrece Telefónica.
Lo más probable es que esta “pesadilla” terminará como todas las pesadillas, despertándonos y viendo llegar el día.
Cristina, como todos, intuye que su futuro es mejor que el del expresidente valenciano Camps, al que se declaró inocente, pero ha quedado fuera de toda oficialidad e importancia en su partido. Descastado. Cristina también sabe que entre sus amistades de Washington y Biarritz ser hija del Rey es un plus, como lo es también ser esposa sobreviviente de un marido imputado.
No se equivoca, para muchos la mezcla es irresistible. Si se cierran puertas de palacios, se le abrirán puertas de salones, y entonces formará parte de ese cajón de sastre de figuras aristocráticas menores o caídas en desgracia, pero aún de buen ver y vivir.
Ya se habrá dado cuenta de que muchos españoles no la entienden ni la defienden. Y de que tampoco es imprescindible; ni ella para los españoles ni los españoles para ella.
Pero no siempre es fácil dejar de estar al cuidado de papá, él sí que es casi imprescindible.
Francisco Camps, por cierto, ha vuelto a ser noticia.
A principios de agosto, mientras se cambiaba después de un partido de pádel en su elitista club de tenis, el antes poderoso president de Valencia encontró una banqueta delante de su casilla ocupada por restos fecales humanos de origen desconocido, pero de intención clara y consistente.
Presuntamente pertenecerían a otro miembro del club. Sin pensarlo dos veces, el expresident decidió denunciar y abrir investigación.
Para mayor humillación, la junta directiva del elitista club, un tanto estreñida, no consideró tan urgente la situación como para recortar sus vacaciones, y el mal olor se extendió por el club y llegó a la ciudad. Muchos lo huelen como la comprobación de que Camps ya no es lo que fue, y otros, como una suerte de justicia poética.
Aunque un tribunal popular le declarara inocente de la cagada de los trajes regalados, tal sentencia no lo inmuniza a que los miembros de su club le quieran dejar ese sello como recuerdito.
Para alejarnos de todo esto tuvimos las Olimpiadas.
Estuvimos muy pendientes de las medallas y de la competitiva vida sexual en la Villa Olímpica. Al parecer, hubo mucho más que aquella foto de Usain Bolt rodeado de tres compañeras olímpicas de madrugada.
Ellas se apresuraron a decir que “no hubo nada de nada”, encantadas de subrayar sin subrayar.
Desde entonces crecieron todo tipo de noticias sexuales sobre la Villa Olímpica.
Hasta se comenta que una aplicación para smartphones empleada por la comunidad gay, el Grindr (destripador), que permite localizar a un compañero sexual en menos de 30 metros de distancia, colapsó en Londres el día que se inauguraron los Juegos.
Por su éxito, esa aplicación ha sido rápidamente copiada por la comunidad heterosexual y se llama Blendr (mezclador), y su estreno también coincidió con el de los Juegos y con medalla de oro.
Lo curioso es que en la aplicación heterosexual los caballeros posan y se muestran con escaso y específico vestuario, casi copiando el Grindr.
“Fue igual con la música disco, que empezó siendo una cosa divertida de maricas y se convirtió en la música por excelencia de las bodas heterosexuales”, afirma un usuario bisexual tanto de una aplicación como de otra, tendencia total en Londres 2012.
Amigas treintañeras confirman que fuera de la Villa Olímpica, en pleno Soho, estaba el Omega House, que reunía a deportistas derrotados con los medallistas para mezclarlos en alcohol y sexo, llevando el espíritu deportivo al campo erótico.
“Los voleibolistas norteamericanos tienen cuerpos de veinteañeros cuando han superado los 40 años, es el mejor afrodisiaco ¿Qué mas da que estén casados?
Lo que sucede en las Olimpiadas, como en Las Vegas, se queda en las Olimpiadas”.
Sin embargo, al término de ellas siempre brotan corazones rotos, agotados o sin medalla. Mientras pensábamos en deporte y sexo, Assange confirmaba que Ecuador es el nuevo paraíso.Y nuestra Infanta nos señalaba que Francia a veces tiene su corazoncito para aristócratas con problemas.
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