Decía Ortega y Gasset que los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía. Y en la melancolía parece que está instalada en España, superada por las circunstancias y absolutamente incapaz de comprender por qué sigue subiendo la prima pese a los esfuerzos que cree estar realizando su Gobierno. Y es que, es inútil intentar atacar un problema esencialmente estructural, el del insostenible tamaño de un estado con un aún más insostenible diseño autonómico, con soluciones que son coyunturales, cuando no contraproducentes.
Para entenderl basta imaginar a un propietario de un edificio de 20 alturas que, debido al exceso de peso que los inquilinos han ido añadiendo en sus pisos a lo largo de los años, muestra serias grietas y preocupantes signos de ruina. Y, sin embargo, siendo patente que la estructura no aguanta el exceso de carga, el dueño del edificio sólo se ha limitado en los últimos meses a apuntalar la fachada con andamios y con vigas extraídas de la maltrecha estructura interna, sacando material de los cimientos para realizar el apuntalamiento aun a costa de perjudicar más la estructura. Pues bien, eso es más o menos lo que han venido haciendo los sucesivos gobiernos de España desde que estalló la crisis. Y por eso estamos al borde del derrumbe total.
Porque si se repasan la lista de ajustes, nos daremos cuenta de que su inmensa mayoría son parches que sólo sirven para intentar retrasar el desenlace, pero no solucionan la necesaria reducción de la deuda del estado.
De entrada, casi dos tercios del llamado ajuste son subidas de impuestos, medida de muy corto recorrido.
El resto, se ceba con los pensionistas, los parados, los dependientes, y los funcionarios. Con la clase media en definitiva.
Llegados a ese punto nos encontramos con la gran pregunta: ¿Será rescatada España como lo fueron Irlanda, Grecia y Portugal?
El rescate lleva consigo contrapartidas. Los ´Hombres de Negro´, los funcionarios de la Troica (BCE, Comisión Europea y FMI) imponen recortes en gastos, incluidas la bajada de pensiones y reducción de las prestaciones por desempleo, subidas de impuestos, reducción de salarios y empleados públicos, simplificación del entramado de empresas y organismos públicos, en particular a las Autonomías, etc. El valor de los activos inmobiliarios se deprecia, baja la sensación de riqueza, se deprime el consumo, aumenta el desempleo y la economía se adelgaza en un proceso deflacionario. El crecimiento económico y el Estado del Bienestar se sacrifican en el altar del equilibrio fiscal. No es una situación agradable ni para los ciudadanos, ni para los dirigentes políticos. La sensación de fracaso colectivo impregna la vida de la nación.
El rescate es como una dieta de adelgazamiento cuando se está obeso. Es necesario volver al peso adecuado aunque conlleve sacrificios. Si no se hace, el riesgo de morir por infarto o colapso de otros órganos internos aumenta. Hasta las piernas pierden su capacidad de soportar el cuerpo. En la economía de una nación eso significa que la falta de crédito asfixia las finanzas públicas y privadas.
Contra ella, cabe una alternativa, que es la de salirse del euro. Crear una nueva moneda. El resultado es el mismo: empobrecimiento general del país. La diferencia es que los ciudadanos tienen el espejismo de que sus salarios y su riqueza sigue intacta. No es verdad porque se transforma el valor de todos los activos a una paridad uno a uno, es decir, una cuenta corriente con cinco mil euros tendría un valor de cinco mil unidades de la nueva moneda. Pero, automáticamente la nueva moneda se devalúa. Con esa cantidad no se podría comprar lo mismo que antes. Fuera de España, mucho menos. A corto plazo el paro aumenta, la economía se resiente y crece la inflación por el aumento del coste de las importaciones. Pero, la devaluación devuelve competitividad y las exportaciones se recuperan.
Al menos, estos dos escenarios, pertenecen a la teoría. Una teoría que exige austeridad fiscal para que la inflación no acabe con la competitividad, lo mismo que el rescate pero hecho por el Gobierno español. En ningún caso es posible escapar de la los recortes. Después de los años de dilapidar vienen los de disciplina.
Contra los efectos de ambas soluciones, queda una tercera alternativa, que es la que nos estamos encontrando en estos días por todos lados: la de decir que no hay necesidad de un rescate. Pedir al Banco Central Europeo que financie a España y compre su deuda soberana directamente en las emisiones del Tesoro o indirectamente en el mercado secundario. También dando crédito barato a inversores para que acudan a las emisiones. Pero no se nos olvide que, para ello, el BCE pondrá condiciones que serán tan semejantes al rescate que la diferencia es sólo de nombre.
Malos tiempos.
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