Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

17 jul 2012

La isla a mediodía Arde Canarias!!!

La isla a mediodía

Por: | 17 de julio de 2012
La desgracia del fuego regresa a Canarias.
Adeje, en el sur de Tenerife, y luego La Palma y La Gomera. En 2007, cuando el gran incendio que se cebó en los montes del centro sur de Tenerife, vi, al salir de Teno, un trozo de madera que aún humeaba, después de que el fuego hubiera sido dominado por los bomberos, tras varios días de lucha.
Imaginé entonces que aquel rescoldo seguía allí como la metáfora misma del fuego, como un aviso, la alerta simbólica de lo que ahora pasa otra vez.
 Las islas son, por su propia configuración, rodeadas de agua y amenazadas por la sequía y por el verano caliente, teas que están en medio del océano beneficiándose de las brisas hasta que las brisas las traicionan y arden en medio de la desesperación de los habitantes que se extrañan de la violencia del aire quemándose.
El fuego es siempre la memoria del fuego, un incendio te evoca otros incendios
. Aquel que convirtió Teno, el corazón prehistórico en el que confluyen el norte más extremo y el principio del sur, en un trozo de historia ardiendo ocurrió por estas fechas en 2007.
 En Madrid había un tiempo desapacible, el viento hacía intransitables las calles, el aire estaba lleno de malos presagios. Nosotros, Ángel Sánchez Harguindey, Marta Donada y yo mismo, almorzábamos con Rafael Azcona en un restaurante gallego.
 Rafael tenía los ojos extraños, una mirada que alternaba el silencio con una cierta dejadez melancólica que a todos nos extrañó en aquel hombre que hacía de su alma un secreto. Ángel insistió en llevarle a casa tras el almuerzo, y los otros dos hicimos lo propio.
 En medio del forcejeo, pues Azcona no quería irse antes que nosotros, quería esperar a que nos fuéramos, llegó la alerta:
 Tenerife se quemaba aquel mediodía. Me fui al periódico, me enviaron a la isla, a informar de aquel incendio que se cebó en Teno, como si quisiera morder en una metáfora, recorrí con la gente del Cabildo las zonas que ya habían sido arrasadas por el fuego, y luego seguí, en el mediodía iluminado aún por la siniestra belleza de las llamas, por las cordilleras aún incendiadas.
 En un momento determinado llamé a Rafael, quería saber qué sucedía, con su mirada, con su ánimo. Fue en ese momento cuando me contó, nos contó, que le habían detectado entonces la enfermedad de la que habría de morir algunos meses más tarde.
 Había sido la última vez que lo vimos, él se recluyó después en un silencio que casi no interrumpió nunca más. El verano empezaba entonces con tan malas noticias.
Por eso ahora, este verano, estos incendios, el propio incendio tremendo de la vida, me traen el recuerdo de aquel último mediodía de la isla ardiendo. 

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