HOMENAJE A JUAN GELMAN
Nunca quise contarlo por miedo a las gaviotas
no fuera a ser que el alma se quedara en el limbo
y tuviera que pasar el resto de mis días sin espíritu alguno
cual zombi que se mueve según le vaya el viento
Pero a mí, de pequeño, me visitó Juan Gelman
ese brujo del verso que habita en tantas partes
y escribe con los ojos profundos del rocío
que él fabrica de noche durmiendo en la cocina
Venía acompañado de una joven hermosa
que mientras respiraba naciéndole geranios
y era bello quedarse mirándola en su mundo
Cómo hizo para hablarme estando yo con fiebre
ni sé ni ahora me importa, tan solo que había estrellas
que en una misteriosa Juan Gelman se acercaba
llevando de la mano a la muchacha en flor
que iba a nacer muy tarde y casi que se pierde
en medio del infierno con vendas en los ojos.
Nunca quise contarlo por miedo a las gaviotas
no fuera a ser que el alma se quedara en el limbo
y tuviera que pasar el resto de mis días sin espíritu alguno
cual zombi que se mueve según le vaya el viento
Pero a mí, de pequeño, me visitó Juan Gelman
ese brujo del verso que habita en tantas partes
y escribe con los ojos profundos del rocío
que él fabrica de noche durmiendo en la cocina
Venía acompañado de una joven hermosa
que mientras respiraba naciéndole geranios
y era bello quedarse mirándola en su mundo
Cómo hizo para hablarme estando yo con fiebre
ni sé ni ahora me importa, tan solo que había estrellas
que en una misteriosa Juan Gelman se acercaba
llevando de la mano a la muchacha en flor
que iba a nacer muy tarde y casi que se pierde
en medio del infierno con vendas en los ojos.
Allí estuvo sentado contando las cerezas,
mirando allá muy lejos, más lejos del futuro,
hablándome de un hombre portugués solitario
que al mismo tiempo era algo así como cinco
y no sé cuantas cosas de una tabaquería.
Decía que en el mundo hay que vivir a plomo
y no dejarse nunca morder por las panteras
y hablaba de su madre que le escribió una carta
y de un tío muy extraño que se murió sin hambre
cantando pío pío cuando era ya ceniza.
Decía que los versos no cambian los gobiernos,
no provocan de pronto estallidos tormentas
que el verso era una cosa que andaba por la sangre
que no se cura nunca y que busca papeles
o gente predispuesta a visitar a un niño
que vive allá muy lejos y tiene mucha fiebre
y sueña con estrellas y en una misteriosa
igual que se ha venido se marcha con los ojos
profundos que se quedan de haber vivido mucho
como aquella muchacha bañada de geranios.
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